Lección 1 segundo trimestre la guerra detrás de todas las guerras
Perfil del coordinador
1. PERFIL DEL COORDINADOR
1) Un hombre de deseos y sueños
El Coordinador de un grupo de jóvenes misioneros debe ser capaz de abrigar en su persona
grandes deseos y, especialmente, debe ser un hombre capaz de soñar. ¿De qué deseos y sueños
estamos hablando? Deseos que se fraguan a la luz de la relación con los compañeros de camino,
con los hermanos, especialmente con los que más sufren, con los más débiles, con los pobres y
sencillos de corazón. Deseos de trabajar con ellos y por ellos, deseos de salir de sí mismo para
asomarse al misterio del otro; deseos de incluir en la propia vida los variados rostros de adultos,
jóvenes y niños que están necesitados de la esperanza que sólo el Señor puede brindar. Aunque
en el proceso de crecimiento y maduración personal, el eventual Coordinador sienta con sinceridad
que aún debe crecer mucho en su capacidad de entrega y servicio, debe tener -como mínimo-
grandes deseos de aprender y mejorar a este respecto. Hablamos de desear ser un hombre capaz
de amar, de comprender (más que simplemente entender) y de guiar la experiencia misionera de
Cristo; una persona con deseos de santidad y de virtud. Un hombre que no es insensible ante la
injusticia y ante el dolor humanos; un hombre que se cuestiona el mundo en el que vive y se
aventura a soñar con un mundo mejor, llevando a la práctica sus anhelos más profundos. Ser un
hombre capaz de soñar no debe confundirse con ser un mero soñador, un idealista, alguien que
sólo sigue una causa o un iluso; el entusiasmo del hombre capaz de soñar no brota de la adhesión
a una causa exterior, sino de su propia experiencia de conversión personal a Cristo, es decir, el
entusiasmo es el efecto de haber sido amado, perdonado y misionado primero por el Señor. Se
trata de un entusiasmo y de una serena alegría que sólo produce el trabajo por el Reino de Dios a
la manera de Jesús. El hombre capaz de soñar, del que hablamos, no persigue un ideal ni pretende
alcanzar una ilusión, sino que se alegra con el seguimiento apostólico de una Persona: Jesucristo
mismo.
2) Un hombre centrado en Cristo
El Coordinador de un grupo de jóvenes misioneros debe ser un hombre centrado en Cristo. Aunque
conciente de sus fallas, miserias y pecados personales, debe ser un hombre que una y otra vez,
con confianza incansable, lleva su mirada al rostro del Señor en la cruz. Un hombre que no ceja en
preguntarse: ¿Qué he hecho por Cristo? ¿Qué hago por Cristo? ¿Qué debo hacer por Cristo? No
hablamos aquí de "santurrones" sino de hombres ocupados en un camino de santidad personal y
comunitaria; hombres que progresan en una vivencia encarnada de la fe y que transmiten esa
vivencia por la fuerza misma de su testimonio, más allá de las palabras. Hombres dedicados a
crecer en la oración personal, abiertos y no refractarios a la Gracia de Dios; hombres que se
alimentan fundamentalmente de la Eucaristía, interesados en mejorar en una vida verdaderamente
sacramental, abiertos a disfrutar de una vivencia eclesial de la fe. Hombres humildes, dispuestos,
generosos al modo y al estilo del Señor. Nadie puede comunicar lo que no vive; el Coordinador de
un grupo de jóvenes misioneros debe poder transmitir esa mística personal, ese sentido
trascendente de la vida que únicamente brota de una amistad cada vez más fecunda con Cristo.
3) Un hombre que carga su cruz
La cruz personal tiene muchos nombres y la comunitaria, ciertamente también. Cargar con la cruz
personal implica ser conciente de los propios defectos, de los límites, de las situaciones que nos
confrontan y nos desafían demandando lo mejor de nosotros mismos. El Coordinador debe haber
aunque más no sea comenzado a transitar ese camino para ayudar a los hermanos a desarrollar su
potencial y no dejarse vencer por el primer inconveniente o el primer fracaso. La cruz personal tiene
el nombre de nuestros fracasos y de nuestra historia de dolor, pero todo ello vivido desde la
esperanza del Evangelio. Sólo un hombre que se conoce lo suficiente, que se asume tal como es,
con sus luces y sus sombras, podrá animar y guiar a otros. Ser llamado a animar y guiar a otros no
es un honor para lucir en un álbum de fotos; no es una distinción para engrandecer el ego personal
y mostrar a amigos y conocidos. Es ser capaz de cargar con los hermanos en el amor y en el
servicio, es decir, hacerse cargo de los compañeros de camino. Ello implica motivarlos y
2. acompañarlos desde el ejemplo personal, pero también fijar límites, corregir y amonestar todo
aquello que se desvíe o que desnaturalice la misión de Cristo.
4) Un hombre de diálogo
El Coordinador de un grupo de jóvenes misioneros debe ser un hombre de diálogo, que promueva
el encuentro entre las personas, que facilite vías de entendimiento, de confianza mutua y, sobre
todas las cosas, de respeto y comunión en el Señor. Debe amonestar con caridad y elogiar con
discreción, pero también debe ser permeable a la crítica de sus hermanos, conciente que también
él está siendo conducido por el Espíritu hacia grados cada vez más altos de madurez y
compromiso. Todo aquel que de algún modo "se la crea" no está aún preparado para este llamado.
Para guiar y conducir, hay que saber dejarse guiar, hay que ser humilde. En eso consiste el
liderazgo de Cristo, sinónimo del liderazgo de la humildad y del servicio. Escuchar mucho, hablar lo
justo, no decir nada en medio del enojo, cuidarse especialmente por respetar y acoger a todos, sin
preferencias ni prejuicios. Un hombre de diálogo, aunque se sabe imperfecto, no decae en su
empeño de apostar por el otro y goza de la experiencia de encontrar en los demás, los dones y
potencialidades que lo completan como persona.
5) Un hombre de soluciones
El Coordinador no puede ser parte del problema, sino que debe ser capaz de aportar soluciones a
los problemas. Si no conoce determinados temas, deberá dejarse asesorar por los que conocen
más. Es decir, se trata de un hombre capaz de trabajar en equipo con otras personas, promoviendo
soluciones viables a los desafíos prácticos; deberá dominar mínimamente métodos y perspectivas
diversas para sobrellevar su labor de liderazgo. Así como no se le puede ir una reunión de las
manos, tampoco puede permitirse que el grupo se disperse y se desanime por un problema,
cualquiera fuere. Perceptivo de las dificultades grupales y sensible a los dones de cada uno,
deberá responder con creatividad y eficacia a los desafíos que sobrevengan. Su aporte se
enmarcará siempre en la línea del MAGIS Ignaciano, es decir, dar lo mejor de sí mismo como si de
él dependiese todo pero en la confianza que todo, en definitiva, depende de Dios. La queja, el
desánimo, la insistencia recurrente en la mitad del vaso vacío, no suman. El Coordinador será un
hombre de suma pero jamás de resta.
6) Un hombre transparente
Ser transparente consiste en poder mostrar lo que se vive, con sus oscuridades y con sus aspectos
positivos. Es ser capaz de pedir ayuda y consejo, con absoluta confianza en la caridad del Señor.
Para esto ayudará mucho el acompañamiento espiritual frecuente. Cuando se tiene una
responsabilidad que involucra a otras personas, es bueno tomarse las cosas con cierto humor,
especialmente si se trata de los propios defectos personales. Aprender a saber reírse sanamente
de los propios defectos es una actitud de madurez personal que depotencia la ansiedad de
cualquier falso perfeccionismo o activismo voluntarista, sin que ello implique ninguna conducta
evasiva o que pueda emparentarse con la desidia. Por el contrario, el Coordinador de un grupo de
jóvenes misioneros deberá demostrar que puede trabajar lo verdaderamente importante de su
persona y de su liderazgo, desde la alegría y la libertad que surgen del Corazón del Resucitado.
7) Un hombre abierto a la novedad de la vida
El Coordinador, por ser tal, no deja de ser él también un misionero. ¿Y qué se espera de un
misionero? Esencialmente que se deje sorprender por la novedad de la misión, que no decrete
"puntos finales", que se resista a las etiquetas de personas y situaciones, que no desista en su
empeño de buscar y hallar la presencia de Dios en todas las cosas. Sólo de este modo, también el
Coordinador será dócil a la acción providente del Espíritu de Dios que actúa en la comunidad y en
la pura novedad del tiempo y del espacio de misión. Coordinador y misioneros, peregrinos todos de
la Voluntad del Padre, animados por la promesa de Aquél que aún hoy continúa entregando Su
Vida por nosotros.