Buenas y santas noches: Lo que les voy hablar es sobre lo llamado como El Gran Cisma de Occidente. Tratare de ser lo más resumido posible, ya que es demasiada información. Una de las razones por la cual se llamo así es porque es que en ese período de tiempo en la historia de la Iglesia Romana en que existieron varios Papas a la misma vez (hasta tres) que se disputaban la autoridad pontificia. Esto ocurrió desde el año 1378 al 1417 dicen algunos y otros hasta el 1423. Aproximadamente de entre 39 a 43 años de esta situación.
Bonifacio VIII (1294-1303) era un Papa inteligente, de carácter fuerte, independiente y experimentado en las lides políticas de toda clase. Su muerte le permitió a Felipe IV llamado «el hermoso» de Francia influir en los cardenales franceses para lograr la elección de un Papa francés que se plegara más a sus intereses.
Así que cuando murió Bonifacio VIII, el Papa que fue elegido fue Clemente V (1305-1324). En el 1309 el Papa Clemente V, decidió trasladar temporalmente la Sede de San Pedro a Aviñón. Dentro de las razones que se alegan es que existía unas presiones por parte de Felipe IV de Francia y la inestabilidad política de Roma. Además de que un concilio que se iba a llevar a cabo en Vienne prontamente que le quedaba cerca de Aviñón. Existía también una pugna entre las familias Colonna y Orsini cuyos feudos se encontraban cerca de Roma. Otra razón era que existía una relación indirecta entre Aviñón y los Estados Pontificios. Y Roberto I El Prudente llego al trono de Provenza y Nápoles.
Aviñón era la capital del condado de Vienne, que formaba parte del reino de Provenza.Lo que iba a ser un traslado temporal de la corte papal, se alargó a causa de la inestabilidad política romana. Esto hizo que el pontificado se quedara en Aviñón por los papados de Clemente V (1305–1314), Juan XXII (1316–1334), Benedicto XII (1334–1342), Clemente VI (1342–1352), Inocencio VI (1352–1362), Urbano V (1362–1370), y Gregorio XI (1370–1378), y claro esta, todos ellos de origen francés.
Aquí vemos los PapasClemente V, Juan XXII, Benedicto XII, Clemente VI , Inocencio VI , Urbano V y Gregorio XI y como mencionamos, todos ellos de origen francés. Cada uno de estos papas tiene su historia positiva como negativa. Hay que acordarse de que ellos no solo eran el líder religioso del país, sino que tenían influencias de poder político. Además que eran hasta cierto punto controlados por el emperador, por no decir totalmente. El Papa Gregorio XI devolvió la sede papal a Roma, él estaba indignado por la progresiva relajación de costumbres de la curia en Aviñón por no decir desmanes, y por la excesiva influencia de Carlos V de Francia sobre ella. Sin embargo, el caos político romano le hizo cambiar de opinión amargamente. De no haber muerto antes, habría vuelto a llevar la corte papal de regreso a Aviñón, donde todavía permanecían seis de los veintidós cardenales que formaban parte el Colegio Elector de cardenales.
Al morir Gregorio XI en 1378, le sucedió Urbano VI, el cual se menciona que fue uno de los cónclaves más cortos, y conflictivos de la historia, se echaron tres días, en tomar la determinación. El cónclave se inició el 7 de abril con la ausencia de los seis cardenales de Aviñón. De los dieciséis cardenales presentes en la elección, diez eran franceses. El pueblo romano temía, con o sin razón, que la elección de un cardenal francés, hiciese nuevamente el regreso de la sede papal a Aviñón. Claro esta, que dentro de las razones que ellos tenían era la pérdida de posibles ingresos para la ciudad y la disminución del flujo de peregrinos. Se calculaba que era aproximadamente de hasta dos millones de peregrinospor año. Los tumultos callejeros pretendían acelerar la elección del nuevo Papa y evitar la llegada a tiempo al cónclave de los seis cardenales electores de Aviñón. Eran, además, un recordatorio dirigido a los diez cardenales franceses de que el pueblo romano, deseaba un Papa romano o que, al menos, no fuera francés. La multitud estaba concentrada en la Plaza de San Pedro, a la entrada del edificio donde se celebraba el cónclave, gritando «Romano lo volemo» (romano lo queremos) y "Al manco italiano!", (por lo menos italiano). Atemorizados por la multitud a las puertas, los cardenales eligieron Papa, al enérgico obispo de Bari (Nápoles), Bartolomeo Prignano de Bar. Al no ser cardenal, no se encontraba en el cónclave. Y como hubo que llamarle para obtener su consentimiento, se tuvo que mantener en secreto mientras tanto su elección. En lo que esto sucedía, la multitud en la calle, se estaba inquietando cada vez más por la tardanza en la elección del nuevo Papa. Por eso el cardenal Orsini intentó ganar tiempo diciendo: "Andare a San Pietro!", (vamos a San Pedro) porque allí iba a realizar su primera aparición el nuevo pontífice. Pero fue malinterpretado. La multitud creyó que había sido elegido el anciano pontífice cardenal de San Pedro, Francesco dei Tebaldeschi. La multitud tomó esta elección con murmullos de desaprobación. Se trataba de una forma de engaño. El precario estado de salud del prelado, hacía previsible la próxima elección de un nuevo Papa. Otro cardenal intentó subsanar el error gritando: "Bari, Bari!", indicando que el elegido era el arzobispo de Bari. Pero la multitud, exasperada, creyó esta vez, que el elegido había sido el Cardenal francés Jean de Bar y derribó las puertas de la Sala Conciliar. Los aterrorizados cardenales, para ganar tiempo, presentaron al octogenario cardenal de San Pedro, Francesco dei Tebaldeschi, como el nuevo pontífice. Al menos era romano. Gracias a esta estratagema, los cardenales lograron abandonar la sala del cónclave. Sin embargo, al extenderse por Roma el rumor de que todo había sido un engaño, una multitud enfurecida, al grito de "Non le volemo!" y "Morte ai Cardinali!", les impidió a los cardenales abandonar la ciudad, para obligarles a realizar un nuevo cónclave. La situación se normalizó cuando Prignano, llegó al cónclave, aceptó el cardenalato y el papado. Una vez aclarada la serie de malentendidos, fue entronizado como Urbano VI, apareciendo finalmente en la Plaza de San Pedro, ante el pueblo romano que había trocado su enfado en la filial devoción al nuevo Papa. Urbano VI se tomó su trabajo bien en serio. Revolucionó la curia, creando veinte nuevos cardenales y criticando enérgicamente al resto por el abandono de sus obligaciones pastorales (esto es por el pluralismo). Se enfrentó a Carlos V de Francia, negándose a llevar otra vez la sede pontificia a Aviñón. El feudo pontificio de Nápoles empezó a intrigar en la curia contra el Papa. Muchos de los cardenales que lo habían elegido, especialmente los relacionados con Nápoles, los franceses y aquellos de vida más al vicio y a la diversión, empezaron a tacharlo de desconfiado, altanero, colérico y caprichoso.
El 9 de agosto de 1379, doce de los dieciséis cardenales que le habían elegido,faltaban los cuatro cardenales italianos, además de los seis que todavía vivían en Aviñón,firmaron una declaración dirigida a toda la cristiandad. En ella anulaban el cónclave, alegando la falta de libertad de los electores, por miedo al pueblo romano. Declaraban vacante la Sede de Pedro, y rechazaban cualquier arbitraje por medio de un concilio ecuménico, ya que éste concilio sólo podía ser convocado por un Papa que, según ellos, aún no había sido elegido legalmente. El 20 de septiembre de 1379, con la esperanza de que Urbano VI abdicara, los diecinueve cardenales que le habían elegido,incluyendo a los romanos, salvo el fallecido Tebaldeschi, más los seis cardenales que aún vivían en Aviñón, y bajo la atenta "supervisión" de Carlos V de Francia, realizaron una nuevo cónclave en Fondi (Anagni, Nápoles). Eligieron como nuevo Papa a Clemente VII, quien llevó su corte a Aviñón, no sólo porque Roma ya tuviera un Papa, sino por la intensa presión ejercida por Carlos V de Francia. Con esto comienza lo que es llamado: La Gran Cisma de Occidente.
La razón por la cual se le llama la Gran Cisma de Occidente es de la existencia de dos papas, uno en Roma y otro en Aviñón, ya que divide, separa a la iglesia. Aunque en cuestiones de burocracia así lo hizo, y se abanderizaban unos nobles con un papa y otros con el otro papa, por lo menos la función espiritual se seguía llevando a cabo. Aunque ya antes había habido antipapas, éstos antipapas habían sido elegidos por facciones rivales. Sin embargo, en este caso, los mismos cardenales habían realizado una doble elección. De ahí la gravedad del nuevo cisma.
Examinemos un momento el mapa, para que vean lo que estaba ocurriendo con las lealtades de los distintos reinados y su relación con el Papado. El papa Clemente VII fue reconocido por Aragón, Castilla y León, Navarra, Portugal, Francia, Borgoña, Saboya, Nápoles, Escocia, Renania y Chipre. Estos estados dejaron de reconocer a Urbano VI como el verdadero papa. Clemente VII no fue reconocido por Inglaterra, Irlanda, Dinamarca, Suecia, Noruega, Flandes, El Sacro Imperio Románico Germánico, Hungría, Polonia y los reinos del norte de Italia, Venecia y Milán, los cuales estos estados continuaron reconociendo a Urbano VI comoel verdadero papa. Cada estado apoyaba el que más le convenía política y económicamente hablando.
En una visita pastoral a Nápoles, Urbano VI fue apresado y encarcelado. Fue liberado tiempo después por las presiones de Inglaterra, Flandes y el Sacro Imperio Románico Germánico. A su regreso a Roma fue posiblemente envenenado. Murió el 15 de octubre de 1389. Le sucedió Bonifacio IX quien excomulgó y fue excomulgado por Clemente VII, uno se excomulgo al otro y viceversa. Bonifacio pidió sin ningún éxito a los estados que lo reconocían, que se le diera ayuda el emperador bizantino Manuel II Paleólogo, el cual se estaba enfrentando al imperio otomano (islámicos). Sólo la valentía y el arrojo de Manuel II, lograron salvar a duras penas esa situación. Mientras tanto, el 26 de julio de 1417 Benedicto XIII, también conocido como Papa Luna, sucedía a Clemente VII. Benedicto XIII acabaría siendo depuesto por el Concilio de Constanza, acusado de cismático y hereje. Hereje por ser cismático y viceversa. Ésa fue la única fórmula legal encontrada para deponer a un Papa moral y teológicamente ortodoxo. Benedicto XIII fundaba su legitimidad en que él era el único Papa que ya era cardenal antes del Gran Cisma de Occidente. El resto de papas, fueron nombrados cardenales después que comenzó el Gran Cisma de Occidente. Los mismos no podían reclamar la plena legitimidad de su papado, ya que al no ser universalmente aceptados sus nombramientos como cardenales, sus respectivas elecciones como Papas, podían ser anuladas. Benedicto XIII siempre estuvo dispuesto a abandonar el trono pontificio, a condición de que también lo hiciera Urbano VI o sus sucesores Bonifacio IX y Gregorio XII.
En enero de 1394, bajo la protección de Carlos VI de Francia conocido como «el Loco», los teólogos de la Universidad de Paris,Enrique de Laugenstein y Conrado de Gelnheusen, seguidos por Pedro de Ailly,publicaron un informe que proponía tres vías para acabar de forma pacífica con el cisma:La "via cessionis" proponía la abdicación voluntaria y simultánea de los dos papas, Benedicto XIII y Bonifacio IX, seguida de un nuevo cónclave.La "via compromissi" proponía el estudio de los derechos de ambos Papas por una comisión arbitral que decidiera quién era el legítimo Papa.La “via concilii” defendía la convocatoria de un concilio ecuménico que decretara quién era el verdadero Papa. Bonifacio IX rechazó las tres soluciones. Benedicto XIII sólo se opuso a la vía conciliar por rechazar la herejía conciliarista, de que la autoridad del colegio cardenalicio, solo puede imponerse a la autoridad del Papa. La falta de acuerdo hizo que las potencias europeas amenazaran a los dos pontífices, con retirarles sus respectivos apoyos. Sólo los monarcas que apoyaban a Benedicto XIII, con la excepción de la Corona de Aragón, cumplieron su promesa. Al no ser completo el abandono de sus apoyos, Benedicto XIII siguió sin abdicar.
Una vez muerto Bonifacio IX en 1404, los ocho cardenales romanos propusieron a que Benedicto XIII no eligiera por su cuenta a ningún sucesor, si este abdicaba. Benedicto XIII les respondió, que Bonifacio IX ya no era un obstáculo para acabar con el cisma y que no tenían por qué elegir un nuevo Papa, porque él era el Papa legítimo. Para Benedicto XIII, abdicar dejando vacante la sede de Pedro, equivalía a reconocer que él no era el Papa legítimo. También equivalía a aceptar como legítima, la potestad para elegir el Papa por una minoría de cardenales, todos ellos que fueron erigidos cardenales después del Gran Cisma. Las dos cosas le resultaban inaceptables. Irritados por la negativa, los ocho cardenales romanos, no encontrando un candidato de mayor valía, eligieron a Inocencio VII, como sucesor de Bonifacio IX. Inocencio VII era un ambicioso y violento aristócrata romano del partido welfo, que acabó nombrando como cardenal a su sobrino Ludovico de Migliorati, al que había encargado de asesinar a once aristócratas romanos del partido gibelino. Inocencio VII murió probablemente envenenado el 6 de diciembre de 1406. Le sucedió Gregorio XII. Los dieciséis cardenales del cónclave que eligieron a Gregorio XII, participaron en él con la única condición de que el pontífice elegido abdicara si el papa de Aviñón también lo hacía. Benedicto XIII ya se había mostrado dispuesto a abdicar en 1394, si también lo hubiera hecho Bonifacio IX, y volvería otra vez a mostrarse dispuesto a hacerlo en 1408, si también lo hubiera hecho Gregorio XII.
Presionado por su Curia, Gregorio XII no tuvo más remedio que iniciar contactos con Benedicto XIII, para preparar un encuentro en Savona en el que se discutiera la asistencia de ambos, a un hipotético concilio futuro en el que tras la abdicación de ambos, por propia voluntad, con la presencia del colegio cardenalicio completo, se procedería a la elección de un nuevo Papa. Dicha reunión nunca se celebró por varias razones. Dos de ellas fueron la falta de disposición al diálogo y la de abdicar de Gregorio XII, ambas bien conocidas tanto por Benedicto XIII, como por los seguidores de los dos pontífices. Sin embargo, la razón más importante fue el temor a que el encuentro fuera aprovechado, tanto por la familia de Gregorio XII y el resto de la nobleza veneciana, como por el rey de Nápoles, Ladislao, para capturar a Benedicto XIII y obligarle a abdicar. Benedicto XIII pidió condiciones que garantizaran tanto su seguridad personal como la de su séquito. Gregorio XII no respondió. Los cardenales de Gregorio XII, viendo la situación, mostraron su descontento con su postura y amenazaron con abandonarle en bloque. Gregorio XII entonces convocó a una reunión de la curia en Lucca, el 4 de mayo de 1408. Allí la secuestró y ordenó a todo el colegio cardenalicio, que no se atreviesen a abandonar la ciudad bajo ningún pretexto, poniéndolos a todos bajo vigilancia armada. Finalmente, fortaleció su posición en la curia, nombrando como nuevos cardenales a personas de su confianza, entre ellas a cuatro de sus sobrinos.
Mientras tanto, los cardenales de Benedicto XIII en Aviñón, viendo que si Gregorio XII no cedía, y Benedicto XIII tampoco pensaba ceder; aprovecharon que siete de los cardenales de Gregorio XII, entre ellos el futuro Juan XXIII, ya habían logrado escapar de su encierro en Lucca, para reunirse con ellos. Y decidieron celebrar en el 1409, un nuevo concilio en Pisa, para deponer a ambos pontífices y elegir uno nuevo. El 25 de marzo de 1409, los seis cardenales de Aviñón y los diecinueve cardenales que finalmente habían podido huir de la corte papal de Gregorio XII, celebraron el Concilio de Pisa. En él se decidió que la tenacidad y obstinación en el error de Benedicto XIII y Gregorio XII en mantener el cisma, los convertía a ambos en herejes, permitiendo su deposición. El 5 junio de 1409 se les declaró a ambos, «separados de la Iglesia y excluidos de su mando», a la vez que se declaró que la «Sede de la Iglesia está vacante».
Los cardenales eligieron en cónclave el 26 de junio de 1409 a Alejandro V, que murió el 3 de mayo de 1410. Le sucedería Juan XXIII, quien, por su carácter y sus torpezas, ayudó a justificar la lamentable reputación de los llamados «papas de Pisa». La elección de Alejandro V no había resuelto nada. Sin embargo había creado nuevos problemas. Muchos obispos celosos y generosos, habían acudido a Pisa, pero la convocatoria era ilegítima. Además, no se había hecho nada para solucionar la cuestión canónica, acerca de si un concilio tenía derecho a deponer a un Papa. Para empeorar la situación, el nuevo Papa, en ejercicio, tampoco fue universalmente aceptado. Los Reyes de Aragón y Nápoles fueron especialmente contrarios a él.
En julio de 1409, como respuesta al Concilio de Pisa, Gregorio XII convocó el concilio de Friuli en el que declaró a Alejandro V y a Benedicto XIII papas cismáticos. Entre 1410 y 1415, la Iglesia Romana tuvo tres papas, los cuales se excomulgaron mutuamente unos a otros: Gregorio XII, Juan XXIII y Benedicto XIII. Tres papas, tres sedes, tres excomuniones, tres colegios cardenalicios. La opinión de la Iglesia Romana actual es que, sólo se considera Papa electo, conforme a derecho a Urbano VI. Y, por lo por tanto, a sus sucesores Bonifacio IX, Inocencio VII y Gregorio XII. Se consideran antipapas tanto los papas elegidos a partir del cónclave de Fondi, Clemente VII, Benedicto XIII y Clemente VIII, como a los elegidos a partir del Concilio de Pisa, Alejandro V, Juan XXIII, Clemente VIII, Benedicto XIV y Félix V. En otras palabras la Iglesia Romana considero a todos los del cisma, antipapas.
El 30 de octubre de 1413, junto a sus 23 cardenales y con el apoyo del Emperador del Sacro Imperio Románico Germánico, Segismundo de Luxemburgo, Juan XXIII convocó el Concilio de Constanza, para ser confirmado como el único Papa legítimo y acabar con el cisma en la Iglesia. Sin embargo, durante la apertura del concilio, Juan XXIII se dio cuenta de que también él iba a ser depuesto. Para evitarlo, intentó huir de Constanza disfrazado de peregrino la noche del 20 de marzo de 1415. Una vez interceptada su huida, fue devuelto al concilio. Fue acusado de violación, sodomía, incesto y asesinato, excomulgado, obligado a abdicar el 29 de mayo de 1415 y encarcelado durante más de tres años.
El 11 de noviembre de 1417, el concilio de Constanza eligió en cónclave a Martín V. En 1419, después de prestar obediencia debida al nuevo papa, Juan XXIII fue liberado y nombrado obispo de Frascati, falleciendo ese mismo año. Está enterrado en Florencia, dentro del Baptisterio, en un monumento fúnebre obra de Donatello y de Michelozzo. Tras el concilio de Constanza, ya sin el apoyo de Venecia, el 4 de julio de 1415 Gregorio XII, abdicó mediante una bula. En ella, el reconocía que su elección había sido condicionada, a su disposición de abdicar, si también hubiera estado dispuesto a abdicar el Papa de Aviñón, Benedicto XIII. Reconocía que él no tuvo nunca ninguna intención de abdicar.
A pesar de la visita al castillo de Peñíscola del Emperador del Sacro Imperio Románico Germánico, Segismundo de Luxemburgo, Benedicto XIII se negó a reconocer la autoridad del Concilio de Constanza que le había depuesto. Benedicto XIII sabía muy bien, que él no era ningún hereje. Su fidelidad doctrinal a la Revelación, la Tradición y el Magisterio Eclesial, estaban fuera de toda duda. No veía por qué él era el cismático, cuando tras la muerte de Bonifacio IX, había quedado él como único pontífice. No había sido él único cardenal nombrado antes del cisma, por un Papa no discutido, el cual había elegido simultáneamente dos Papas más. Además, él había sido el único Papa dispuesto a abdicar, por el bien de la Iglesia, como efectivamente hubiera hecho en 1394 y en 1408, sí Bonifacio IX y Gregorio XII hubieran estado dispuestos a hacer lo mismo. Para Benedicto XIII, el Concilio de Constanza, que le había condenado por cismático y hereje, era un concilio inaceptable. Era cesaropapista porque había sido invocado a instancias de un emperador, Segismundo de Luxemburgo. Era inválido porque había sido convocado por un antipapa, Juan XXIII. Era herético, porque habían depuesto a Juan XXIII, el mismo antipapa que lo había convocado, en virtud de la herejía conciliarista, tal y como precisamente lo iba a condenar el nuevo Papa elegido por el propio concilio, Martín V (1417-1431). Esta decisión, iba a ser posteriormente ratificada de forma explícita, por sus sucesores Eugenio IV (1431-1447), Nicolás V (1447–1455), Calixto III (1455-1458), y Pio II (1458-1464). Era falsa, porque después de obligar a abdicar y condenar a prisión al antipapa Juan XXIII por violación, sodomía, incesto y asesinato, el mismo Papa elegido por el concilio, Martín V, lo liberó, nombró obispo y, tras su muerte, le construyó un mausoleo contratando a Donatello y Michelozzo. Siendo él el único cardenal nombrado antes del Gran Cisma, que luego había sido elegido Papa, acatar la decisión de abdicar, basada en acusaciones falsas procedentes de un concilio con sabor a herejía, no era una decisión evidente. Así que no la tomó. La negativa de Benedicto XIII, a acatar las resoluciones del Concilio de Constanza, dio como inicio a la reorganización eclesial, que acabaría con el cisma, hicieron que desde ya se le descartara como el verdadero Papa. Aunque los papas de Aviñón, fueron rechazados por la Santa Sede tan pronto como dejaron de recibir apoyos reales, no pasó lo mismo con los papas de Pisa.
Esto tablita les da una idea cronológica de que papa estaba en función tanto en Aviñón como en Roma.Ahora a continuación una capitulación breve por el Dr. Justo L. Gónzalez, sobre como surgió y que paso sobre el Gran Cisma.