1. BRONCE FINAL
TERMINOLOGÍA
Al igual que con el resto de las etapas prehistóricas las terminologías y contenidos que definen a cada
período han sufrido modificaciones diversas a medida que los conocimientos sobre ellas han ido
obligándonos a delimitarlos mejor. Aún así, es difícil adaptar las heterogéneas manifestaciones
culturales de las diversas regiones, a esquemas rígidos, e incluso aceptando éstos, los contenidos
varían con los avances de la investigación. Así, en 1949, en el Congreso Nacional de Arqueología se
establece, para la Edad del Bronce en la Península Ibérica, una periodización en tres etapas.
Posteriormente se han convertido en cuatro: Bronce Antiguo, Medio, Reciente y Final. Para otros
autores, Bronce Reciente y Final son términos equivalentes, y aún así, no es absolutamente válido para
todas las áreas con el mismo contenido y cronología; y en algunas regiones aparece un período
denominado Bronce Tardío entre el Bronce Medio y Final.
Hechas todas estas reservas, usaremos los términos de Bronce Final y Reciente, explicándolos en
cada caso que así lo requiera, aclarando también que buena parte de las manifestaciones culturales
que actualmente incluimos en el Bronce Final, han sido hasta hace pocos años consideradas de la
primera Edad del Hierro.
CONCEPTOS GENERALES
Puede decirse que este es el último período de la Prehistoria, de hecho se le considera protohistórico,
ya que en él se dan una serie de transformaciones étnicas, culturales, económicas y sociales que darán
lugar a los pueblos históricos. Para delimitar las diversas áreas culturales se valora el marco
geográfico, el subsuelo y las nuevas corrientes culturales, y aún así a veces tal delimitación es
bastante difícil. En esta etapa hay un mayor dinamismo cultural que en la anterior y un aumento
de los contactos inter y extrapeninsulares.
A finales del II milenio a.C. llegan a la Península Ibérica, en sus diferentes regiones, distintas
corrientes socioculturales:
1. Nuevos impactos procedentes del Mediterráneo.
2. Influjos de Centroeuropa.
3. Corriente Atlántica.
Las dos últimas con mayor intensidad. Todos estos influjos no llegan uniformemente a todas las
regiones peninsulares, sino que tienen una clara incidencia en regiones concretas, y así:
• La corriente atlántica afecta al oeste y norte de la Península Ibérica, y en menor medida a
Andalucía occidental y la Meseta. Representa la continuación de una antigua tradición, y llega
desde Bretaña, Irlanda e Islas Británicas, e incluso algunos elementos desde los Países
Escandinavos. Traen nuevos tipos de armas y una nueva técnica metalúrgica muy desarrollada,
como por ejemplo la aleación de cobre-estaño y plomo. Los productos metalúrgicos llegan a los
centros agrícolas de la vertiente atlántica hispana, con una agricultura potenciada por el uso del
arado de tracción animal, y una ganadería ya consolidada. Desde mediados del II milenio se
produce una renovación tecnológica en el campo de la navegación: cascos tallados en los que
las tablas se yuxtaponen y ensamblan, y cascos «en tingladillo», las tablas se solapan y cosen.
Remos muy rápidos y posible mástil central.
• Centroeuropea: penetra desde el otro lado de los Pirineos, por los pasos naturales, y
afecta al cuadrante norte peninsular, sobre todo a Cataluña, aunque sus manifestaciones
alcanzan el Valle del Ebro, Navarra, País Vasco, hasta Castellón por el sudeste, e incluso un
poco en la provincia de Albacete. Se caracteriza por la difusión de los campos de túmulos y
campos de urnas, que aportan cambios de cultura material, lingüísticos y étnicos, generalizando
el rito de incineración, y aportando una metalurgia desarrollada y nuevos tipos de armas.
• Mediterráneo: ya es antigua, pero ahora tiene dos particularidades que son, el cruce de los
elementos mediterráneos con aquellos que penetran en este mar desde el Atlántico, y el
comienzo de los primeros contactos directos desde el oriente del Mediterráneo documentados
con toda seguridad, que son el preludio de los influjos comerciales fenicios y griegos. Traen
cerámicas de retícula bruñida, pintadas y de barniz rojo; estelas en los enterramientos; objetos
como espejos, pinzas, fíbulas o instrumentos musicales, y tal vez la escritura, si se confirma que lo
son los signos del fragmento de cerámica de la Colina de los Quemados (Córdoba), y que
2. respaldaría la afirmación de Estrabón sobre la existencia de leyes escritas entre los tartésicos. La
crisis del siglo XIII a.C. (invasiones de pueblos del mar, caída de Micenas) provocó una ruptura del
floreciente comercio mediterráneo que, cuando renace con posterioridad, no responde ya a poderes
centralizados sino a empresas particulares.
Con todas estas aportaciones y los diferentes substratos existentes en la Península Ibérica, se
originan diferentes horizontes culturales, al igual que ocurría en las etapas precedentes, algunos de
ellos continuación de aquéllos, y otros nuevos. Se han establecido periodizaciones como Bronce
Reciente I, II y III, pero no aparecen homogéneamente en todas las áreas.
Muy característicos de esta época son los denominados depósitos o escondrijos de bronce que están
formados por un conjunto de piezas de este metal, entre las cuales son las armas las que alcanzan el
mayor índice de representatividad, evidentemente de tipologías muy avanzadas como las puntas de
lanza tubulares, hachas con fuerte nervio central que marcan el doble canal en la hoja, con anillas
laterales y talón o tope, etc... En definitiva piezas de buena factura y que posiblemente no estuvieran
al alcance de todos los grupos sociales, sino sólo de algunos, de rango superior o jerarquías.
Estos depósitos presentan algunas características, como son en primer lugar, la intencionalidad de
depositar juntas una serie de piezas metálicas; en segundo lugar, que algunas de estas piezas no
han sido utilizadas, y en tercer lugar, que en ningún caso pueden asociarse estos depósitos a un
yacimiento concreto ni tampoco a otros materiales distintos a aquellos que respectivamente les
conforman, por lo que se piensa que debían de ser ofrendas a una divinidad, atribuyéndoles un
carácter votivo. Esta idea vendría avalada por la inexistencia de recintos funerarios o enterramientos
concretos, que durante un tiempo se achacó a un problema de difícil interpretación. Actualmente se
cree que la reiteración de este vacío, tanto en el sur de Inglaterra como en la fachada atlántica fran-
cesa, da a entender que los depósitos de cadáveres no dejaban huella, surgiendo la pregunta:
¿descarnación, incineración y esparcimiento, o bien hundimiento en las aguas, relacionado con los
depósitos de armas y objetos en el fondo de ríos y lagos?. Lo último cobra cada día más fuerza, tras
los hallazgos en distintos puntos atlánticos de restos humanos asociados a armas en fondos
acuáticos, sobre todo en el Támesis.
Fachada Atlántica
El denominado Bronce Atlántico es un complejo tecnológico y de cultura material, sobre todo
bronce y orfebrería, de gran personalidad, que se extiende por las regiones marítimas del
continente europeo y que se ha denominado también «Círculo Atlántico». El desarrollo de la
navegación favorece la comunicación y difusión de ideas, dentro de la heterogeneidad y la
identidad cultural de cada región.
En la Península Ibérica este período se desarrolla en todas las regiones costeras desde el Golfo de
Vizcaya hasta Cádiz, con focos destacados en las áreas minero-metalúrgicas, y penetraciones hacia
el interior: Meseta (rebordes montañosos de Palencia y León), Extremadüra y Andalucía occidental.
Martinez Santa Olalla (1931) define el Bronce Atlántico como un período globalizador para la
Península Ibérica, frente al Bronce Mediterráneo de etapas anteriores.
Mac White (1951) lo restringe a la mitad atlántica peninsular, con una fase protoatlántica,
contemporánea al Argar, un Bronce III con la aparición de los depósitos metalúrgicos del noroeste
hispano, y un Bronce IV representado por el hallazgo de la Ría de Huelva. Ruiz Gálvez (1984) y
Coffyn (1985) establecen sendas periodizaciones. Y en base a la tipología de las armas metálicas, se
han establecido unas fases de evolución:
I. 1250-1150 a.C.
II. 1100-900 a.C.
III. 900-800 a.C.
IV. 800-750/700 a.C.
Se intensifican los contactos atlánticos y la industria metalúrgica local asimila tipos nuevos, pero
también los crea y los difunde.
Sin embargo, la información está aún poco sistematizada y no en todas las áreas podemos
determinar cronologías ni culturas idénticas. Incluso, el establecimiento de estas áreas ofrece aún
alguna duda.
3. En general, se asume un esquema tripartito, pero replanteando fechas, ya que las calibraciones de C
14 han modificado mucho.
Gómez de Soto (1988) Propone:
1. Bronce Final Atlántico I (1250-1100 cal. BC), equivalente a Rosnóen en Bretaña y Penard en
Inglaterra. Metalurgia con sincretismo de tradicciones locales y productos de origen atlántico.
El más representativo es el depósito de Valdevimbre en León
2. Bronce Final Atlántico II (1100-940 cal. BC), paralelo a Saint Brieuc-des-Iffs en Bretaña, y
Wilburton en Inglaterra. Esta etapa marca la plena incorporación hispánica a los circuitos
atlánticos, llegando modelos atlánticos a Centroeuropa y al Atlántico técnicas orientales
nuevas.
3. Bronce Final Atlántico III (940-750 cal. BC) que, en general, se identifica con el llamado
«complejo de espadas en lengua de carpa», y equivale a la fase Ewart Park en Inglaterra.
Depósito de la Ría de Huelva.
Noroeste y Cornisa Cantábrica
Galicia y norte de Portugal con penetraciones hacia la Meseta norte, futura área de la cultura
castreña, y zona este de Asturias y Santander, constituyen este área definida desde no hace mucho
tiempo, y para la que se han establecido dos facies diferentes:
• Bronce Reciente I : desde el 1200 al 900 a.C. El útil característico es el hacha de talón o
tope, con una o dos anillas laterales. Las primeras son imitaciones de las francesas, y las
segundas, con nervio central, son de talleres locales -hay moldes de fundición- que tienen
una producción masiva, exportándose a otra regiones peninsulares y extrapeninsulares. Son
objetos claramente adaptados a su función, la deforestación básicamente, y aun cuando se
han hecho intentos de periodización tipológica, parece más evidente que los diferentes tipos
responden a motivos funcionales: las de una anilla se utilizarían como hachas y las de dos
como azuelas.
También hay hachas de cubo de origen bretón, escoplos, cinceles, cuchillas de afeitar, y
sobre todo espadas, tipo estoque largo (argáricas) y en momentos más avanzados,
pistiliformes de empuñadura calada, de origen bretón.
Pulseras de oro y torques de origen irlandés son lo más representativo de la orfebrería y en
cuanto al arte, continúan los petroglifos.
Son pocos y parecidos los hábitats conocidos: Boui;a do Frade en Portugal, y en Galicia,
fosas y silos de poblados sin defensas con materiales perecederos. Mejoras agrícolas y
ganaderas con aprovechamiento de los productos de la ganadería y uso de la fuerza de
tracción animal.
• Bronce Reciente II: desde el 900 a.C., coincide con el Bronce Final III europeo y su comienzo
parece relacionarse con la llegada de gentes centroeuropeas con nuevos tipos de armas,
sobre todo las espadas de hoja larga y punta de «lengua de carpa» o «gota de sebo» , y con
empuñadura de lengüeta calada e igualmente puntas de lanza (Fig. 4) y hoces lisas o con
nervaduras, y moldes para éstas. Continúan las hachas de talón con una o dos anillas
laterales, puñales con empuñadura calada, y calderos de cobre con remaches (Fig. 5), de
origen irlandés. La orfebrería está representada por pulseras y sobre todo cuencos de oro,
relacionables con los de los Países Nórdicos, como el Tesoro de Riantxo.
Extremadura
Puede considerarse una zona puente entre el Noroeste y el Sudoeste, así como punto de encuentro
de las corrientes mediterráneas, atlánticas y centroeuropeas, y centro difusor de éstas hacia el
interior.
Durante este período se desarrolla en dicha región, con yacimientos de oro, plomo argentífero,
estaño y cobre -aunque no muy ricos=, un horizonte cultural con cierta unidad y personalidad propia,
basada en un arraigado substrato autóctono, e influjos de las tres corrientes citadas, al que se une la
metalurgia y los nuevos tipos de orfebrería y cerámica.
Lo más representativo de esta etapa aparece en depósitos de objetos de bronce, escondrijos de oro,
y arte rupestre; pero también en el único poblado excavado por ahora, y en la Cueva del Boquique
(Plasencia, Cáceres). El primero -Valcorchero (Cáceres)- está asociado a una necrópolis de cistas de
4. piedra y ubicado en un cabezo entre cuyos peñascos naturales se construyeron chozas de planta
circular. La segunda es representativa porque da nombre a ese tipo cerámico, boquique, hoy fósil
director del Bronce Reciente y la Edad del Hierro. Además de boquique también están representadas
las cerámicas incisas, excisas, bruñidas y pintadas geométricas.
La técnica metalúrgica está muy desarrollada con hachas de diferentes tipos, puntas de lanza,
escoplos, alfileres de cabeza redondeada, colgantes, etc., y la orfebrería tiene un papel importante
con torques de oro con decoración geométrica, cadenas de espirales y brazaletes de ascendencia
bretona.
Hay que destacar los ídolos-estelas con insculturas antropomorfas y claramente relacionadas con las
estelas grabadas. En todos ellos aparece una representación del inhumado rodeado de sus armas,
en los primeros esquemáticamente, y en las segundas con bastantes detalles. Las fechas para estas
estelas se han establecido entre el 1000-800 a.C. (Almagro Gorbea), o el 1100-800 a.C. (Schubart)
(Fig. 6).
Andalucía occidental
Horizonte cultural que debió iniciarse hacia el siglo x a.C. y se desarrolla durante los dos siguientes,
en la tierras bajas de Huelva, depresión bética y zonas bajas de las estribaciones de Sierra Morena.
Cerámicas con decoración bruñida y pintada geométrica, junto con armas como las espadas
pistiliformes con empuñadura maciza, y especialmente puñales y espadas con empuñadura calada y
punta de «lengua de carpa», son características de este momento. Estas espadas abundan en el
depósito de la Ría de Huelva, compuesto además de puntas y regatones de lanza, torques, broches
de cinturón, fíbulas, botones, adornos y fragmentos de casco. Constituido por más de 400 piezas, es
uno de los hallazgos más importantes de la Prehistoria peninsular. Parte de los objetos eran chatarra,
y actualmente no se cree que sea un barco hundido sino un depósito ritual que puede interpretarse
como depósito votivo con un sentido de señalización simbólica de un territorio, tal vez funerario.
Fechado en el siglo x cal. BC, es el exponente de la existencia de dos tradiciones comerciales:
metalurgia atlántica y aportaciones mediterráneas. No parecen, sin embargo, importaciones sino
producciones locales basadas en modelos foráneos.
Su base económica era fundamentalmente metalúrgica, tanto de cobre como de plata, y en los
filones mineros se establecen asentamientos permanentes, que desarrollan un comercio de largo
alcance. Ya está muy extendida la típica aleación tripartita de cobre, estaño y plomo, que caracteriza
los objetos elaborados en la Península Ibérica. Hay martillos de piedra, moldes de cerámica, escorias
y hornos de fundición, que testimonian esta actividad a la que debieron haberse dedicado grupos
especializados, existiendo otros que se ocuparían de la agricultura, ganadería y comercio.
Sudoeste
El inicio del Bronce Final es una continuación de lo anterior, el Bronce del Sudoeste en su período II
(Schubart), salvo algunas transformaciones que se producen en el valle del Guadalquivir. Para este
autor se corresponde este período con el Bronce Tardío e inicios del Reciente o Final, a lo largo del
cual se desarrolla el Bronce III del Sudoeste.
Es un variado mosaico cultural, con crecientes relaciones entre las regiones, que dará lugar a lo que
se denominó Cultura Tartésica, y que se desarrolla en una zona con variados recursos naturales:
valles agrícolas, ricos pastos y recursos mineros.
Belén y Escacena observan un vacío de población, sin poblados estables, entre los siglos XIII-IX cal.
BC, fecha a partir de la cual se producirían una serie de filtraciones atlánticas, forjadoras del
substrato turdetano, ideología funeraria sin inhumaciones, depósitos en aguas, religión sin
representaciones de divinidades, variado repertorio de metalurgia atlántica, y un posible lenguaje de
tipo indoeuropeo no céltico.
Los poblados están ubicados en cerros, con y sin defensas, y las necrópolis son de inhumación en
cistas más pequeñas que las de la etapa anterior, con las estelas conocidas como «alemtejanas» en
algunas sepulturas. Son un elemento significativo y enigmático. Se trata de losas grabadas con
guerreros con cascos, frecuentemente de cuernos, carros, lanzas, espadas, fíbulas, peines,
instrumentos musicales... y muchas menos, figuras femeninas con diademas. Aparecen entre la
Extremadura española y el Alemtejo portugués (de ahí su nombre) en dehesas con pastos y recursos
minerales. Se ha visto en ellas estelas sepulcrales de tumbas, entre Bronce Final y primera Edad del
Hierro. En la actualidad se hace hincapié en la conexión de las estelas con los paisajes. Galán cree
que las estelas pertenecen a grupos ganaderos del interior, que, progresivamente, van a entrar en
5. contacto con grupos costeros atlánticos y orientales y que marcan su territorio o lugares clave de
comunicación.
La cerámica (Fig. 7) ofrece vasos con carena muy marcada decorados con surcos, «botellas» con
gallones en relieve, cuencos, cazuelas, ollas de fondo plano, y decoraciones a base de bruñido (Fig.
8). El metal es escaso al comienzo de la etapa; en torno al cambio de milenio aumenta, junto con el
apogeo de los influjos atlánticos, y aparecen puñales cortos con remaches, hachas planas con
rebordes, y ya al final, espadas de “lengua de carpa” y lengüeta calada (Fig. 9.) En oro hay grandes
torques y brazaletes.