2. Eduardo Alejandro Ibáñez es doctor en
Filosofía y docente titular de Epistemología y
Metodología de la Investigación de la
Universidad Católica de Santa Fe (UCSF). Ha
publicado más de 40 artículos de su
especialidad en revistas con referato y varios
capítulos de libros en ediciones colectivas. En
2005 publicó “El ABC de la teoría del caos: su
impacto educativo y las aplicaciones en las
ciencias sociales”.
3. El caos como propuesta para atender
problemas educativos
Desorden y autogestión
“El postulado central de la pedagogía del caos supone
que el aula es un ámbito donde se generan situaciones
inestables e irreversibles, donde los factores aleatorios
y azarosos tienen un papel muy determinante en la
evolución del curso de las conductas dentro de un
aulas”, explicó el especialista. “Las más mínimas
perturbaciones en un sistema áulico, que es inestable
por naturaleza, generan consecuencias enormes que no
se pueden prever”.
4. Los paradigmas actuales entienden a los sistemas educacionales
como ordenados, regulares y estables. Esto implica la
legitimación de una función normalizadora, estandarizadora.
“Entonces, desde estos parámetros el sistema va a tratar de
anular las diferencias dentro del aula. La pedagogía del caos
trabaja sobre los supuestos exactamente opuestos: supone que
el aula es un sistema desordenado, irregular e inestable; postula
que las diferencias, por más mínimas e individuales que sean,
importan y mucho, ya que pueden generar enormes efectos”.
La receta de la pedagogía del caos sería “no anular ni suprimir
las perturbaciones que se generan en ámbitos educativos, sino
aprovecharlas y canalizarlas efectivamente para que de ese
desorden emerja un orden”, explicó Ibáñez. “Además, del
desorden se genera una mayor flexibilidad y creatividad dentro
del aula. Y la autogestión genera aprendizaje, es decir, nuevos
tipos de órdenes más ricos y flexibles”, completó.
5. Aplicación práctica
El académico describió una situación cotidiana para graficar
la aplicación de esta teoría a una situación educativa
concreta. “Por ejemplo, se podría idear una actividad
didáctico-pedagógica bien definida y planificada, pero de
modo tal que al alumno no le sea dada la consigna sino que
éste, creativamente, gestione la actividad de trabajo como
mejor le parezca. El flujo de creatividad en el aula va a ser
autogestionado solo, porque una de las características de la
teoría del caos es que los sistemas son inestables y que, tras
el desorden aparente, tienen un orden subyacente”,
ejemplificó.
6. Esta es la idea de auto-organización: el desorden,
canalizado efectivamente, puede generar nuevos
órdenes, y hay que confiar en esa capacidad de
autogestión que tienen los alumnos. Ello podría
permitir la liberación de esas creatividades
subyacentes. “El flujo de creatividad es lo que da lugar
a la sinergia, esto es que todas esas energías creativas
de los alumnos concurren en un punto y se vuelve una
sola fuerza, base de lo que se llama azar auto-
organizador”.