Cp05. organizaciones criminales y capitalismo globalizador (reflexiones a partir de la experiencia italiana.) franceso forgione
1. TRADUCCION DEL IDIOMA ITALIANO AL ESPAÑOL
PONENCIA DE FRANCESCO FORGIONE EN EL SEMINARIO INTERNACIONAL “MARX VIVE - ¿CUAL
CAPITALISMO? ¿CUAL ALTERNATIVA?”
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA, DEL 8 AL 12 DE NOVIEMBRE
En esta etapa de grandes y estructurales transformaciones del capitalismo y ante el proceso de
globalización de los mercados, es muy importante realizar una reflexión sobre la función que la mafia y
las organizaciones criminales están asumiendo.
Es claro que cuando afrontamos este tema, en relación al narcotráfico, no afrontamos un problema
judicial o de orden público, más bien un problema político, económico y social.
Basados también en nuestra experiencia italiana, cuando hablamos de organizaciones criminales
hablamos, sobre todo, de capitales criminales, del profundo lazo entre economía ilegal y economía legal y
del nivel de penetración de las actividades criminales en el tejido económico y social de los países de
capitalismo avanzado.
La globalización de la economía y los procesos de financiación de los mercados conllevan una rápida
transformación de las organizaciones criminales y de las actividades ilícitas.
Las políticas libre cambistas, con la caída de toda clase de vínculos y de control sobre los movimientos y
sobre las formas de acumulación de los capitales, favorecen esta nueva frontera de la mafia.
Yo creo que, debido al carácter estructural que la presencia de las organizaciones criminales está
asumiendo en Europa y en todas las sociedades de capitalismo avanzado y también por la relación entre
estas economías criminales y los países del Tercer Mundo y de América Latina, es necesario afrontar
este tema en toda su radicalidad social y no solo como problema de seguridad.
Según los datos suministrados por el Fondo Monetario Internacional, las organizaciones criminales
registran cada año una facturación entre el 3,5 y el 5% del PIB mundial y las ganancias del tráfico de la
droga representan el 8% del comercio global: más que el total del comercio mundial del hierro o del
acero.
En Europa esta cifra se duplica, si se tiene en cuenta el conjunto de los países de la Unión Europea y de
la ex URSS. Prácticamente es la suma de las facturaciones de las primeras cinco empresas europeas:
Royal-Shell, Daimler-Benz, Siemens, Wolkswagen, Eni. Si se considera que Europa consume más del
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2. 40% de la heroína y más del 30% de la cocaína producida en el mundo, se puede tener la dimensión real
del problema, aún sin hablar de las otras actividades criminales.
En este contexto, por tanto, se observan dos problemas: la actualización del análisis de la realidad actual
y la propuesta de una nueva frontera, supranacional, del derecho.
Desde este punto de vista el caso italiano puede ser útil para la comprensión del fenómeno. En Italia ya
hablamos de mafias, en plural, para distinguir las cuatro principales organizaciones: “Cosa nostra” en
Sicilia, la “Ndrangheta” en Calabria, la “Camorra” en Nápoles y la “Sacra corona unita” en Pulla, región
fronteriza con Albania y los países de la ex Jugoslavia. Naturalmente que, por su historia y sus relaciones
internacionales, Cosa nostra continúa teniendo un papel preponderante.
¿Cuál es la diferencia entre una organización criminal normal y una organización mafiosa? Ante todo el
doble objetivo: asumir el control total de un territorio y sustituir la autoridad legal del Estado con la propia
autoridad y la propia capacidad de mediación social. Esto ocurre con la penetración en la política y en las
instituciones y, sobre todo, con el ejercicio (quitando por tanto la “teórica” exclusividad al Estado) de la
violencia.
Cuando se habla de control del territorio se hace referencia al control de las actividades económicas, del
comercio, de las obras públicas, de los bancos, del mercado del trabajo y, como consecuencia, de un
fuerte acondicionamiento de la estructura económico-social.
En áreas enteras del Sur de Italia la autoridad de la mafia y su nivel de penetración es superior o por lo
menos igual que el del Estado. Piénsese que en Italia 96 administraciones y consejos municipales fueron
disueltos por el Estado por ser condicionados por la mafia.
Obviamente, el principal instrumento que la mafia tiene para imponer la fuerza y tutelar su organización
es el vínculo de la ley del silencio. Esto hizo que el mundo de la mafia fuera impenetrable y desconocida
su estructura, hasta que el Estado -con apropiada organización de recompensas- no estimuló el
fenómeno de la colaboración de ex mafiosos con la justicia (llamados arrepentidos).
En Italia, según los datos del Ministro del Interior, la mafia dispondría de aproximadamente 30 mil
“soldados” distribuidos en todo el territorio nacional, por tanto es comprensible su gran capacidad de
construcción del consenso social.
Es interesante comprender la estructura de la organización de la Cosa nostra porque es la que mejor
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3. representa su radicación y su capacidad de control del territorio.
El corazón de la organización está constituido por la familia. Cada familia mafiosa controla un barrio, por
ejemplo de Palermo. Varios barrios constituyen un “mandamento” y todos los “mandamentos”
representan la provincia.
Hasta el “golpe” impuesto por los corleoneses de Totó Riina, los representantes de las familias elegían al
jefe del “ andamento” y los jefes del “
m mandamento” constituían la dirección efectiva de la organización,
aquella que la prensa y los medios de información de todo el mundo definen la cúpula de la mafia.
Al final de este proceso la cúpula elegía a su jefe.
Este mecanismo, que se podría definir “democrático”, fue interrumpido por una guerra mafiosa que entre
principios de los ochenta y principios de los noventa produjo aproximadamente dos mil muertos, llevando
al control total, “manu militare”, a los corleoneses.
Es también de utilidad conocer la evolución de esta organización, sus relaciones de clase y sus nexos
con el poder, para comprender cómo ahora la mafia y los capitales criminales no representan un factor de
retraso y subdesarrollo, residuo de una sociedad arcaica, mas un factor orgánico de los procesos de
modernización y acumulación del actual modelo de desarrollo capitalista de Italia y de Europa.
En un primer plano, después del desembarque de los americanos en Sicilia, al servicio de los cuales los
capos mafiosos desarrollaron su actividad, la mafia ante todo estaba ligada al campo, funcional al
bloqueo agrario y feudal que contrarrestaba el movimiento democrático de masa en la lucha por la
reforma agraria y el final de las organizaciones feudales. Son los años -entre 1947 y 1955- en los cuales
son asesinados centenares de sindicalistas y dirigentes socialistas y comunistas.
En los años sesenta, con el proceso de urbanización de las ciudades y de las áreas metropolitanas y la
consiguiente desocupación de los campos, la mafia consolida el pacto con el poder político,
transformándose, como decimos en Italia, en mafia del cemento y del control de la construcción.
En estos años los clanes acumulan riqueza y se preparan para el salto de calidad de los años setenta,
cuando invierten en gran masa los capitales en la droga y en el narcotráfico.
La droga y la gran riqueza que produce amplía el consentimiento social: en el Sur no hay trabajo, pero la
mafia da trabajo; al Sur llegan los dineros del Estado para la construcción de grandes obras públicas y la
mafia organiza todas las actividades empresariales para la construcción y el manejo de estas obras.
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4. Los flujos de dinero público que llega a Sicilia, a Calabria, a Nápoles (para la reconstrucción del terremoto
de 1980) son la base del acuerdo entre mafia y política.
De esta manera la mafia garantiza el control social, la mediación de interés y el consenso electoral.
Baste pensar que fueron indagados y procesados por la magistratura un presidente del consejo, cuatro
ministros, una decena de parlamentarios, un subjefe de los servicios secretos, muchos empresarios,
acusados de pertenecer a la mafia.
Tal poder de acondicionamiento de la política y de las instituciones no habría sido posible sin la fuerza
económica, empresarial y financiera de estas organizaciones.
En Italia la facturación de las organizaciones criminales en 1998 era de más de 150 mil millones de liras,
la segunda empresa italiana después de la FIAT automóviles. De éstos, aproximadamente 70 mil
proceden del tráfico de drogas, el resto de otras actividades: comercio de armas, ecomafias, manejo de
desechos tóxicos, prostitución, contrabando, racket y usura. Es por este motivo que la mafia no puede ser
solo un problema de orden público: cuando anualmente 150 mil millones de riqueza ilegal penetran la
economía legal es claro que esta última al ser condicionada, ella misma se convierte en una economía
con un fuerte porcentaje de presencia criminal.
Pensar que en las llamadas sociedades avanzadas, la simple represión pueda derrotar a la mafia es tan
ilusorio como hipócrita.
Para manejar grandes masas de capital son necesarios expertos en economía, agentes de bolsa,
gerentes de banco, directores y empresarios.
Para solicitar a un alcalde el cambio de un plano de urbanización, se necesitan ingenieros,
urbanizadores, arquitectos. Para formar a estas personas y construir esta cultura de la empresa mafiosa,
es necesaria la disponibilidad de sectores del mundo académico y universitario. Todo esto constituye un
sistema de poder político mafioso: estas figuras profesionales y estos sujetos económicos constituyen lo
que nosotros llamamos la burguesía mafiosa.
Nos es solo un concepto nuestro, así comienzan a definirla también jueces y magistrados comprometidos
en la acción de represión del crimen organizado.
Es esta burguesía mafiosa, esta cabeza intelectual, que hoy está volviendo a colocar a la mafia en el
mercado global afrontando los intereses del nuevo capitalismo.
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5. Por otra parte, el artículo 416 bis de nuestro Código Penal, define una organización mafiosa como “ na
u
organización que mediante la fuerza intimidadora de la violencia dirige su propia actividad al logro del
máximo provecho”. Prácticamente la exasperación de la naturaleza criminal del capitalismo.
Actualmente, si un mafioso quiere trasladar 10 mil millones de Palermo a Santo Domingo o a Luxemburgo
o a Bogotá, lo puede hacer vía Internet sin control alguno.
Estos capitales producen nueva riqueza, aparentemente limpia, pero capaz de condicionar la economía
tanto de los países de origen como la de aquellos de destino.
Desde este punto de vista la globalización de los mercados es también la globalización de los mercados
criminales, más bien, los capitales criminales representan uno de los componentes orgánicos de esta
fase del desarrollo del capitalismo.
Estos capitales crean un mercado paralelo y un modelo social integrado a escala mundial.
El narcotráfico es el adherente de este mercado y de este sistema, sea por su capacidad de producir
riqueza, sea por la demanda de droga procedente de las sociedades avanzadas.
Son sociedades que producen enajenación, pérdida de valores, individualismo y búsqueda de paraísos
artificiales mediante la droga, como escape de la crisis de identidad individual y colectiva.
Son sociedades que debido también al efecto de las políticas liberales, amplían las franjas de exlusión
social, las zonas de pobreza y de marginación en las grandes metrópolis opulentas, empujando a miles
de jóvenes sin perspectiva de vida y sin futuro hacia el túnel de la drogadicción.
Piénsese solamente en lo que es la cárcel en Italia: la población carcelaria está constituída en un 30%
por drogados, de los cuales más del 40% están enfermos de Sida, el resto está representado en gran
parte por ciudadanos emigrados. En resumidas cuentas, la cárcel es el espejo del sufrimiento social de
las franjas más pobres de la población, más que un lugar de castigo y de reeducación de pequeños y
grandes criminales. Por esto es útil afirmar una posición antiprohibicionista respecto a las drogas. Ante
todo para romper el ciclo del narcotráfico y de los mercados criminales y además para sustraer a las
organizaciones mafiosas el poder de condicionamiento social y colusión con la política y sectores de
organismos del Estado. Además, está comprobado que la línea de la represión, que también es
necesaria, por sí sola no produce ningún resultado, representa solamente la hipocresía de un sistema
que reprime a los consumidores y tutela los grandes capitales que provienen del narcotráfico.
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6. Nos es por casualidad que todas las políticas de los gobiernos europeos y las mismas directivas dadas
por la ONU en esta materia no hayan dado algún resultado, más que aquél de poner al desnudo la “doble
faz” impuesta por los Estados Unidos a las políticas contra la criminalidad: protección de gobiernos y
estados criminales fieles a la Nato (Turquia y otros); tutela de los países que ya se han convertido en
verdaderos paraísos fiscales, zonas francas para el tráfico y el lavado de los capitales mafiosos y brazo
duro contra países o realidades políticas no homologadas para los intereses americanos.
El Plan Colombia y la fumigación son la prueba fehaciente de esta hipocresía y de esta lógica. Una lógica
aún más inaceptable mientras que, en nombre del mercado global y de las políticas liberales, las mafias
son legitimadas como sujetos económicos del nuevo modernismo.
Es por esto que nosotros en Italia ya no hablamos solamente de la peligrosidad social de los sujetos
mafiosos sino de peligrosidad social de los patrimonios y de los capitales de la mafia.
Es justo ahí donde se debe golpear: los capitales, los patrimonios, la riqueza.
En Italia un mafioso en la cárcel continúa siendo un mafioso podedoro: puede dirigir sus negocios,
disponer de la vida o de la muerte de otras personas.
Pero un mafioso al cual se le confiscan los capitales y las riquezas es un mafioso golpeado también
simbólicamente en su función “social”.
En fin, la mafia es siempre una empresa capitalista, con un fuerte factor sumatorio: la fuerza intimidadora
de la violencia. Pero su esencia es y será la de ser una empresa criminal finalizada a la acumulación de
riqueza.
Es por esto que nos batimos – y sobre nuestra propuesta el parlamento aprobó una ley en propósito –
para devolver las richezas de los mafiosos a la colectividad, revertiéndola en actividades sociales. Por
ejemplo: si un gran edificio de un capo mafioso es confiscado y asignado a una comunidad para la
recuperación de jóvenes drogadictos, también simbólicamente se ha efectuado un nexo entre el producto
de una actividad ilícita, - el tráfico de drogas – y su negación, hasta la recuperación de ese bien ilícito a
destinar para la rehabilitación del daño social producido por esa actividad.
En conclusión, es necesario romper el círculo vicioso entre actividad legal y actividad ilegal, ante todo
rompiendo los mecanismos de lavado del dinero sucio. Solo así se pueden frenar las nuevas actividades
mafiosas a escala mundial que ya se flanquean con el narcotráfico. Pienso al comercio de armas
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7. sofisticadas y de material nuclear en “saldo” después de fines del Pacto de Varsovia (actividad prioritaria
de las nuevas mafias del Este); al tráfico de órganos humanos en conexión a las nuevas fronteras de la
medicina y de los transplantes: el más innoble de los tráficos, que une directamente la demanda de
órganos humanos que se origina en los países llamados civilizados y avanzados al bajo valor de la vida
de los países del Tercer Mundo y de América Latina; el tráfico de desechos tóxicos y contaminantes
producidos en países Europeos y descargados en países africanos y asiáticos. Obviamente, estas
actividades sirven a procesos de acumulación que no sustituyen pero sí refuerzan al narcotráfico. Todo
esto llama a juicio a las insituciones financieras, no solo a los bancos. La sociedad off-shore, los paraísos
fiscales siempre más numerosos en todo el mundo. En fín, estamos ante una nueva frontera criminal del
nuevo capitalismo globalizado, del cual el narcotráfico es solo uno de sus aspectos.
¿Este nivel de interdependencia entre las diversas organizaciones criminales se puede combatir sin una
nueva dimensión supranacional del derecho y de las políticas de la justicia? Yo creo que no. Al contrario,
las legislaciones individuales de los países a menudo se hallan en conflicto entre sí y como obstáculo a
las necesarias acciones de investigación supranacional. Es por esto que sería necesario, junto con la
afirmación de una real voluntad política de lucha contra el crímen organizado, un mínimo derecho
internacional de lucha contra el narcotráfico y al lavado de dinero.
Reflexionando sobre estos temas, más que concluír este discurso quisiera formular una pregunta: “¿Si los
capitales criminales contribuyen al desarrollo de la globalización, para combatir las mafias, puede el
capitalismo dudar de la profunda esencia de su naturaleza?”. Es una pregunta dura y la nuestra es una
lucha difícil. No está dicho que se logre vencer pero tampoco está dicho que solo se deba perder.
Nosotros tenemos el deber de insistir y, para hacerlo, tenemos la necesidad de un largo y paciente
trabajo, movidos siempre por aquellas dos palancas que nos indicaba uno de los más grandes
pensadores marxistas de nuestra época, Antonio Gramsci: “el pesimismo de la razón es el optimismo de
la voluntad”.
Francesco Forgione
Bogotá, 8 de noviembre de 2000
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