1. EL ESTRUCTURALISMO
El pensamiento científico ha experimentado más cambios en
los últimos cincuenta años que en todo el período que trans-
curre desde Descartes a los albores del siglo XX. Esos cam-
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2. ARIEL ÁLVAREZ GARDIOL
bios, que son progresos, han nacido de nuevas conformacio-
nes que reemplazan a las anteriores, y así como hemos debi-
do aceptar que en nuestro universo, nada es estático sino
que todo es movimiento, porque incluso la consistencia del
mármol se debe a la extraordinaria velocidad con que se
mueven los electrones que componen su materia, así tam-
bién estamos dispuestos y propensos a aceptar todo lo que
pueda significar una innovación y transformación; aun
aquéllas que den por tierra con todo lo que hasta hoy hemos
aceptado como válido.
Es así como el mundo de la ciencia, el ancho campo de las
ciencias particulares en general, se nos muestra como una
visión del universo, traducida y explicitada por conceptos
elaborados a través de abstracción de experiencias y viven-
cias, para el logro de leyes y enunciados normativos.
Es indudable que, por ejemplo, en el terreno de la filosofía
de la naturaleza, los aportes de la llamada filosofía científica
o empirismo lógico han desarrollado instrumentos técni-
cos ―como la lógica simbólica y el método axiomático― que
transplantando los procedimientos teóricos de las ciencias
físicas, se han convertido en maravillosos instrumentos para
el análisis sistemático.
Porque para hacer ciencia, con ese todo amorfo y yuxtapues-
to que es la realidad, ha sido necesario simplificarla, y esa
simplificación aún cuando en muchos casos ha conducido a
una decoloración de la realidad, fuerza es admitir que nos ha
brindado un espectáculo más limitado pero que gana en pre-
cisión.
Hay quienes se lamentan por esa evolución en todos los
campos. Y se lamentan de ella casi por atavismo, porque
están aferrados a un pasado que no se compadece con los
valores de la época actual.
Esta actitud romántica, que prefiere el filosofar intuitivo sin
un serio fundamento de razón para oponer al cambio pro-
gresista, que está sólo anclada sentimentalmente en los valo-
res emocionales del pasado, no es defendible.
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3. PENSAMIENTO JURÍDICO CONTEMPORANEO
Pero así como no es científico rechazar los cambios, sólo por
ancestral atavismo, sólo por una sentimental actitud que nos
retrocede a los valores emocionales del pasado, tampoco
puede aceptarse una teoría sólo porque en algunos campos
haya conducido a ciertos resultados fructíferos, o haya dado
mejor cuenta del pasado, si es que en el terreno limitado y
específico en el cual pretendemos transponerla, hay vallas
insuperables y barreras infranqueables.
Marcel, con la agudeza de su brillante estilo, formula en Le
mystére de l'Etre, un pensamiento que podría considerarse
un mojón indicativo de la prudencia y el rigor científico:
"Siendo el conocimiento un auxilio para el descubrimiento
de las verdades, mucho más que un sistema para probar
verdades, tanto el científico como el filósofo que descubren
verdades y las exponen luego en sus íntimas conexiones sis-
temáticas y dialécticas, corren siempre el grave riesgo de al-
terar profundamente la naturaleza de las verdades que han
descubierto".
Todos los que alguna vez hemos enseñado la historia de la
filosofía y más precisamente la historia de la filosofía del de-
recho, todos los que hemos abordado el gran debate doctri-
nario sobre los temas capitales de este veleidoso mundo de
la juridicidad ―la crónica de este ininterrumpido esfuerzo
humano dirigido a orientarse― y tratamos de explicar co-
herencias internas y externas que nos den fórmulas inequí-
vocas y precisas para resolver los problemas de la interpre-
tación y de la aplicación del derecho, las observaciones
profundamente sabias de algunos sistemas; tanto genio y
talento puesto al servicio del mismo objetivo, y hemos llega-
do a la comprobación de tan pocas conclusiones objetivas e
indubitablemente válidas.
Sin duda, nos habremos planteado más de una vez: todo esto,
¿para qué? ¿Cuál es el objeto de enseñarlo todo, si no nos
conduce a ningún resultado universalmente válido ni a nin-
guna verdad absolutamente reconocida?
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4. ARIEL ÁLVAREZ GARDIOL
¿No sería mejor enseñar sólo un sistema, sólo una doctrina,
la que nos parezca que mejor explica y atiende a toda la pro-
blemática y cubrir el resto con un deliberado cendal de si-
lencio?
Pero es que en definitiva, ¿no será que la heterogeneidad de
sistemas no responde, en último análisis, a una diversidad
de opiniones, sino que en realidad todos significan lo mismo,
que en ellos, de uno u otro modo, se dan las mismas solucio-
nes, pero en versiones distintas?
Los investigadores de otras disciplinas científicas ―la ma-
yoría de ellas, por no decir todas― saben de la enseñanza de
un sistema con bases comunes, ecuménicamente válidas y
universalmente aceptadas. Casi todas las ciencias particula-
res han llegado ―tarde o temprano― al desarrollo de un
cuerpo general de conocimientos sobre los cuales, o no se
polemizó nunca, o no se polemiza ya más. Y quienes ense-
ñan esas ciencias, lo hacen con el sentimiento de auténtico
orgullo que significa introducir a sus alumnos en un territo-
rio de verdades indiscutidas y claramente establecidas.
Por mi parte, en cambio, he renunciado prácticamente a la
enseñanza de verdades y sólo enseño la porción de verdad
que surge del sistema de un determinado jurista, restrin-
giendo la objetividad a la exposición de lo que es la idea de
ese jurista. Y por si esto fuera poco, en el retaceo de verda-
des comunes y universales, esta exposición no puede ser rea-
lizada con la convicción del general asentimiento, ya que
muy frecuentemente la interpretación de las distintas doc-
trinas, es también campo de desacuerdos.
Conscientes de ello, sabiendo por anticipado que muy difí-
cilmente se podrá llegar a una elaboración uniforme de pro-
blemas comunes que sean aceptados en forma absoluta; re-
nunciando al intento de proclamar enfáticamente ninguna
doctrina que tenga la fuerza mágica de la unificación, encon-
tramos de una profunda sabiduría la exigencia de Hernán-
dez Gil de comenzar todo intento por una clara delimitación
de la especificidad del objeto de la juridicidad.
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5. PENSAMIENTO JURÍDICO CONTEMPORANEO
Complementaria de esta exigencia, señalo también la nece-
sidad de aceptar con todo rigor y hasta sus últimas deriva-
ciones los principios de un estructuralismo específico, cuyo
trasvasamiento a ese derecho, cuyo objeto preciso hayamos
previamente aclarado y acordado, se intenta. Las mismas
razones que hacen imposible unificar los distintos sistemas o
doctrinas jurídicas, dificultan también aunar los diversos
contenidos elaborados sobre el tema del estructuralismo.
A este respecto hemos podido observar que cada autor selec-
ciona, de ese caleidoscópico enfoque de la realidad que es el
estructuralismo, aquellas conclusiones que le parecen valio-
sas desde el punto de vista de su interés particular y lo acep-
ta, rechaza o interpreta, según que dicho método o teoría
concuerde o no con la doctrina o el sistema general del cual
él, conscientemente o no, ha partido en su intento de tras-
plante.
Evidentemente, esta actitud no es fructífera para el enten-
dimiento respecto del posible contenido doctrinal de un
nuevo descubrimiento filosófico. Y esta actitud es la que ex-
plica la sorprendente variedad de opiniones acerca de la im-
portancia y eventuales aplicaciones científicas del estructu-
ralismo.
Más aún, el asunto se complica particularmente con el es-
tructuralismo, ya que no hay una sola vertiente del origen de
sus principios y obviamente serán y son distintos los resul-
tados, si el injerto se realiza con arreglo a los postulados de
un estructuralismo matemático, lingüístico o sociológico,
Tal vez fuere necesaria una mayor sedimentación y decanta-
ción de los postulados desenvueltos y pueda el jurista del
siglo XXI más avanzado, encontrarse a suficiente distancia
intelectual del movimiento estructuralista, como para captar
con mayor limpieza y precisión la teoría o la metodología
propuesta. Piénsese por ejemplo que si adoptáremos una
actitud racionalista o empirista, cualquiera de ellas, en cuan-
to sistema filosófico, la encontraríamos originada en el pen-
samiento griego, el cual posee fácilmente veinticinco siglos
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6. ARIEL ÁLVAREZ GARDIOL
de evolución, de desarrollo y de sedimentación de sus postu-
lados esenciales. Por el contrario el estructuralismo, como
movimiento específico, nos es contemporáneo y sus más
remotos orígenes no exceden del siglo XIX.
Es decir que, aunque tal vez preciso y progresivo en su vida, el
estructuralismo es una concepción nueva de la realidad y,
como tal, se halla en periodo de crecimiento y no exento de
ataques y críticas. Nos consuela pensar que la filosofía, tal
vez como una de las más importantes tareas del intelecto
humano, trabaja lentamente.
Los pensamientos duermen a veces durante edades enteras,
cuando de pronto, casi de improviso, la Humanidad se en-
cuentra con que se han encarnado en sus instituciones. La
filosofía construye catedrales ―decía en bellísimo pensa-
miento Whitehead― antes de que los obreros hayan movido
una piedra y las destruye antes de que los elementos hayan
desgastado sus arcos. Es el arquitecto de los edificios del
espíritu y también su destructor: lo espiritual precede a lo
material.
7. ARIEL ÁLVAREZ GARDIOL
de evolución, de desarrollo y de sedimentación de sus postu-
lados esenciales. Por el contrario el estructuralismo, como
movimiento específico, nos es contemporáneo y sus más
remotos orígenes no exceden del siglo XIX.
Es decir que, aunque tal vez preciso y progresivo en su vida, el
estructuralismo es una concepción nueva de la realidad y,
como tal, se halla en periodo de crecimiento y no exento de
ataques y críticas. Nos consuela pensar que la filosofía, tal
vez como una de las más importantes tareas del intelecto
humano, trabaja lentamente.
Los pensamientos duermen a veces durante edades enteras,
cuando de pronto, casi de improviso, la Humanidad se en-
cuentra con que se han encarnado en sus instituciones. La
filosofía construye catedrales ―decía en bellísimo pensa-
miento Whitehead― antes de que los obreros hayan movido
una piedra y las destruye antes de que los elementos hayan
desgastado sus arcos. Es el arquitecto de los edificios del
espíritu y también su destructor: lo espiritual precede a lo
material.