Europa y otros países desarrollados cierran sus puertas a los inmigrantes africanos. Escondemos nuestras cabezas bajo nuestras almohadas para no atender razones, para evitarnos la molestia de pensar las muchas riquezas que hemos sacado de África, para evitarnos la contrariedad de sentir remordimientos. Hemos extraído sus minerales, hemos envenenado sus campos, hemos relegado a la población autóctona a las regiones más desfavorecidas, y por razones geopolíticas internacionales hemos exacerbado las rivalidades tribales. Y cuando algunos huyen de esa región, no los queremos recibir, y simplemente les impedimos el viaje o los repatriamos.