1. Lectura de graduación<br />Todo era oscuro, me sentía entre un mar de aguas cálidas, sentía unos latidos, escuchaba sonidos que provenían del exterior y comenzaba a tener miedo, de repente una luz intensa apareció ante mí, molestaba mis ojos, no podía ver, todo era confuso y estaba asustado, no sé donde me encontraba, veía personas a mí alrededor que me atemorizaban de tal manera que no pude contener el llanto, y estallé en un grito desconsolador, de pronto sentí el calor de unas suaves manos que se deslizaban por mi cuerpo, acompañadas de besos, dulces palabras y cánticos enternecedores que me producían sosiego y me sumergían en un sueño profundo, ¿de quién eran esas manos y esa voz tan dulce? no lo supe en el momento, sólo sé que pasaba noches en vela cuidando de mi, de alimentarme cuando sentía hambre, de abrigarme cuando sentí frio, de descifrar mi llanto cundo requerí de algo y de entregarme sus sueños para cuidar del mío. Era mamá, de quien aprendí la primera lección de mi vida, la de sentir y comprender el verdadero significado de la palabra amor.<br />Fui creciendo, muchas caras nuevas se registraban en mi memoria, voces desconocidas llegaban a mis oídos con sonidos indescifrables, me hablaban con persistencia pero no entendía, me producían temor a pesar de los gestos tiernos emanados de sus rostros. La presencia de niños en mi casa me causaban recelo, pues ello suponía la disputa de mis juguetes, que en demasía aparecían en los rincones de mi habitación, en ese entonces rechazaba a cualquier persona que se acercara a mis seres queridos, pues no estaba dispuesto a compartir su cariño.<br />Cierto día mi mamá me llevo a un sitio, en el que habían muchos niños, sentí temor, para mí todos eran desconocidos, quise llorar, pero de repente una mujer extraña con sutil y caluroso abrazo detuvo mis lagrimas, me tomó por la mano y me paseó, entre ese universo maravilloso de criaturas mágicas, que con su nobleza, alegría y espontaneidad me invitaron a montarme en un tren de 12 vagones que a la postre me conduciría por el camino del éxito y la felicidad. El tren era mi escuela y esa mujer a la que llamaban “seño” me acompañó en el primer vagón, en él destapó un baúl lleno de objetos mágicos: los libros, que se convirtieron en mi alimento durante el largo viaje. <br /> Ellos, mis amigos y mi profe me enseñaron a compartir sin egoísmo las cosas más valiosas de mi vida, a no temer al amor sincero que me brindan las personas, y entre otras maravillas a plasmar en un papel la frase te quiero.<br />El paso de un vagón a otro marcaba mi avance, en cada uno de ellos casi siempre nos encontrábamos el mismo grupo de pasajeros, un grupo muy heterogéneo en el cual se encontraban los pilosos en la academia, que con su ejemplo, disciplina y entrega marcaban el paso al resto de compañeros; los expertos en pasteles, quienes con una habilidad asombrosa llenaban con pasteles medias, zapatos, y hasta convertían sus piernas y manos en verdaderos murales; los vácanos de la clase, quienes con su personalidad eran capaz de relacionarse con todos, aportando ese toque de alegría y camaradería necesarios para la convivencia del grupo. <br />Después de un largo recorrido llegué al último vagón, esperaba con ansias que el tren se detuviera, hasta que por fin lo hizo, era el momento de bajarse, tuve sentimientos encontrados, alegría por alcanzar la meta propuesta, tristeza por dejar a aquellas personas con las que compartí tantos momentos especiales de mi vida y la incertidumbre por los nuevos caminos a recorrer. ¿Qué camino sigo? Me preguntaba ¿Qué tren coger?, de repente vi uno que marchaba hacia una cima, quise subirme, pero me exigieron un tiquete, el del conocimiento, la angustia se apoderó de mi, pero comenzó a desaparecer, cuando recordé que antes de bajarme del tren en el que viajé durante 12 años, mis profesores y amigos me habían dado uno, que garantizaba un puesto en ese tren que me conduciría a otra meta en mi camino, la Universidad, donde estuve varios años preparándome con esfuerzo, dedicación y disciplina para convertirme en tripulante de uno de esos trenes, que tuve la oportunidad de abordar desde mi niñez y mi adolescencia, y que han sido caja de amor y conocimiento<br />Hoy hago parte de la tripulación de un tren que se detiene para despedir a 54 pasajeros que se marchan, portando el tiquete para abordar otro que los llevará más lejos en el largo camino de la vida y del saber.<br />A los padres de familia gracias por confiar en este tren del conocimiento que representa la Institución Educativa la Misericordia, gracias por poner en manos de esta tripulación de docentes y directivos docentes, la responsabilidad de llevar a sus hijos hacia el camino del éxito, y a ustedes muchachos gracias por permitirnos guiarlos y compartir momentos inolvidables que perduraran por siempre en nuestras vidas. <br /> <br />Muchas gracias.<br />