2. El Año Internacional de la Química 2011 (AIQ 2011), proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas a propuesta de Etiopía, tiene por objeto celebrar la contribución de la química al bienestar de la humanidad. Bajo el lema “Química: nuestra vida, nuestro futuro” , este Año Internacional pondrá de relieve el papel que esta ciencia desempeña en ámbitos tan diversos como la salud, la alimentación, el medio ambiente, la energía y los transportes. En 2011 se celebra el centenario de la concesión del Premio Nobel de Química a María Sklodowska-Curie, así como el de la fundación de la Asociación Internacional de Sociedades de Química, que a partir de 1919 se denominó Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC). La UNESCO y la IUPAC se han encargado de la organización del AIQ 2011, en colaboración con firmas privadas. La inauguración del Año Internacional de la Química ha tenido lugar el 27 de enero en la sede de la UNESCO, en París, con la participación de un gran número de afamados investigadores e ingenieros.
4. Al igual que Monsieur Jourdain, el personaje de Molière, hablaba en prosa sin saberlo, nosotros realizamos transformaciones químicas sin ser plenamente conscientes de ello . Desde la noche de los tiempos, todos los seres vivos fabrican mediante reacciones químicas los compuestos orgánicos necesarios para la vida . Nuestros antepasados, guiados por la intuición, inventaron decocciones, colorantes y aleaciones . Extrajeron de la naturaleza elixires, perfumes y medicamentos . La producción de hierro en el Níger, la coloración de plumas de pájaros en la Amazonia o la fabricación de papel en China, son otras tantas pruebas de las transformaciones, a menudo espectaculares, que el hombre realizó con la materia antes de conocer las leyes de la química. Empleó métodos cada vez más complejos, a veces incluso abracadabrantes, pero siempre inspirados en la naturaleza, hasta que la química moderna vio la luz en el siglo XVIII.
6. A comienzos del siglo XVIII, Augusto el Fuerte, elector de Sajonia y rey de Polonia, encerró a Johann Friedrich Böttger en su laboratorio ordenándole que fabricara oro. El joven alquimista fracasó en la empresa, pero contribuyó a la creación de una sustancia más bella y útil: la porcelana. Y como en los cuentos que tienen final feliz, el rey quedó muy satisfecho. En efecto, el mundo estaba dejando de ser feudal para entrar en la sociedad de consumo y era sumamente costoso importar esa preciosa mercadería de China, país más avanzado técnicamente, para alimentar la creciente apetencia de lujo y belleza que se daba en Europa. La nueva porcelana de Meissen pronto se arrancó de las manos, el dinero empezó a llenar las arcas reales y el monarca, en señal de agradecimiento, elevó a Böttger del rango de simple preparador de farmacia al de barón.
7. Otra anécdota, mucho menos elegante. Estamos en Hamburgo en 1669: Hennig Brandt cree haber descubierto por fin la tan mentada piedra filosofal, capaz de transformar el plomo en oro y de revelar los secretos del cosmos. Brandt, un ex soldado conocedor de la fabricación del vidrio, había puesto a hervir orina y había calentado sus residuos hasta que en su retorta aparecieron vapores luminosos. Había descubierto el fósforo blanco, cuyas partículas se ponen incandescentes al entrar en contacto con el oxígeno. Brandt vendió luego su secreto y, años más tarde, el fósforo era suficientemente conocido como para que Isaac Newton, que practicaba la alquimia en secreto, redactase una receta de su fabricación que empezaba así: “Procúrese un barril de orina”…, ingrediente un tanto difícil de obtener en tales cantidades, como cabe suponer.
8. Pasando de la orina al arte, otra transformación: a fines del sigloXVIII la iluminación de Brandt es inmortalizada en un cuadro de Joseph Wright de Derby, y más tarde en un grabado de William Pether ejecutado en 1775 con el título “El descubrimiento del fósforo”, donde se ve al alquimista extasiado ante su fulgurante maravilla. Muchos años más tarde, en 1943, otra nueva transformación: la ciudad natal de Brandt será pasto de las llamas, azotada por una lluvia de centenares de kilos de fósforo arrojados por las bombas de una serie de ataques aéreos.
9. EL SAPO Y EL PAPAGAYO Los achaguas del Alto Meta (Colombia) conocen procedimientos para hacer que a sus loros les crezcan plumas de diversos colores, y aumentar así su valor y precio, ya sea para venderlos o utilizarlos en sus celebraciones. Obtienen ese resultado de la siguiente manera: “Cogen un sapo vivo, al cual punzan repetidas veces con una púa hasta que le salga la sangre; pónenle después en una totuma o vasija, y con ají y pimienta molida van cubriendo las heridas del animal, el cual rabioso con medicina tan cruel, va destilando poco a poco lo más activo de su humor revuelto con ponzoña y sangre; revuelven con esto ciertos polvos encarnados que llaman ‘chica’, y mezclados tan inauditos ingredientes, queda hecho un barniz.
10. Arrancan luego al papagayo las plumas; y le untan el barniz, introduciéndolo con la punta de un palito en los huecos que dejaron las plumas en la cutis, y no deja de recibir el loro su molestia, pues queda por muchos días como gallina clueca, muy encrespado y triste. Después de algún tiempo vuelve a recobrar sus plumas, pero tan mejoradas y vistosas, que es cosa de ver la hermosura y gallardía con que salen entonces, dejándose notar en ellas un bello encarnado en manchas, sobre campo amarillo, el cual campea en admirable variedad entre las plumas verdes”.
11. Esta pintoresca descripción de la coloración artificial practicada por este pueblo indígena de la actual Colombia la encontramos en la obra del sabio jesuita español Juan Rivero (1681-1736) Historia de las misiones de los llanos de Casamare y los ríos Orinoco y Meta [1736 –Reedición, Imprenta de Silvestre y Cía, Bogotá 1883]. Alfred Métraux, antropólogo norteamericano de origen suizo y ex funcionario de la UNESCO, la cita en su artículo “Un descubrimiento biológico de los indios de América del Sur: la coloración artificial de las plumas en pájaros vivos”, publicado en el Journal de la Société des Américanistes (Tomo 20, 1928, págs. 181-192). “ Al arrancarles a los pájaros que crían las plumas que necesitan, los indios se ahorran la fatiga de cazarlos y el riesgo de dañarlos o matarlos con sus flechas”, explica el antropólogo. Métraux atribuye la difusión de la coloración artificial en Amazonia a los arawaks, que empezaron a emigrar hacia esa región unos tres milenios atrás.