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Dentro de la Mesopotamia los Babilónicos
estaban tecnológicamente mucho más
avanzados que sus competidores. De
hecho su avance tecnológico era tan
elevado que la calidad y complejidad de
los equipos utilizados por éstos hacía
rivalidad a los empleados mucho tiempo
después por los Griegos, con equipos muy
similares al gnomon, la clepsidra, y el
polos.
Llamativamente su estudio de los cielos
era empírico, realizando anotaciones
matemáticas de todo lo observado
-matemática que heredaron y continuaron
de los sumerios-, y su realizando varios
análisis extremadamente analíticos -lo que
los separaba de sus extremadamente
supersticiosos vecinos-.
Los egipcios observaron que las estrellas realizan un
giro completo en poco más de 365 días. Además este
ciclo de 365 días del Sol concuerda con el de las
estaciones, y ya antes del 2500 A.c.. los egipcios
usaban un calendario basado en ese ciclo, por lo que
cabe suponer que utilizaban la observación
astronómica de manera sistemática desde el cuarto
milenio.
El año civil egipcio tenía 12 meses de 30 días, más 5
días llamados epagómenos. La diferencia, pues, era
de ¼ día respecto al año solar. No utilizaban años
bisiestos: 120 años después se adelantaba un mes,
de tal forma que 1456 años después el año civil y el
astronómico volvían a coincidir de nuevo.
El Nilo empezaba su crecida más o menos en el
momento en que la estrella Sothis, nuestro Sirio, (el
Sepedet de los egipcios), tras haber sido mucho
tiempo invisible bajo el horizonte, podía verse de
nuevo poco antes de salir el Sol.
Los babilonios estudiaron los movimientos del Sol y
de la Luna para perfeccionar su calendario. Solían
designar como comienzo de cada mes el día
siguiente a la luna nueva, cuando aparece el primer
cuarto lunar. Al principio este día se determinaba
mediante la observación, pero después los
babilonios trataron de calcularlo anticipadamente.
Las primeras actividades astronómicas que se
conocen de los Babilonios datan del siglo VIII a.C.
Se conoce que midieron con precisión el mes y la
revolución de los planetas.
La observación más antigua de un eclipse solar
procede también de los Babilonios y se remonta al
15 de junio del 763 a.C. Los babilonios calcularon la
periodicidad de los eclipses, describiendo el ciclo de
Saros, el cual aun hoy se utiliza. Construyeron un
calendario lunar y dividieron el día en 24 horas.
Finalmente nos legaron muchas de las
descripciones y nombres de las constelaciones.
Antiguos pueblos que habitaron Europa
tuvieron conocimientos avanzados de los
movimientos de los astros, matemática y
geometría. Realizaron grandes
construcciones para la practica de la
astronomía observacional, determinaron los
solsticios y equinoccios y pudieron predecir
los eclipses.
Los astrónomos de las culturas megalíticas
tuvieron unos conocimientos realmente
sorprendentes de los movimientos de los
astros y de la geometría práctica. Nos
demuestran que poseyeron ese gran saber
los grupos de grandes piedras erectas
(megalitos, algunos de más de 25 toneladas
de peso), dispuestas de acuerdo con
esquemas geométricos regulares, hallados en
muchas partes del mundo.
Los griegos relacionaron los movimientos de los
astros entre sí e idearon un cosmos de forma
esférica, cuyo centro ocupaba un cuerpo ígneo y
a su alrededor giraban la Tierra, la Luna, el Sol y
los cinco planetas conocidos; la esfera terminaba
en el cielo de las esferas fijas: Para completar el
número de diez, que consideraban sagrado,
imaginaron un décimo cuerpo, la Anti-Tierra.
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en sus distancias. Cada movimiento producía un
sonido particular y todos juntos originaban la
música de las esferas.
También descubrieron que la Tierra, además del
movimiento de rotación, tiene un movimiento de
traslación alrededor del Sol, sin embargo esta
idea no logró prosperar en el mundo antiguo,
tenazmente aferrado a la idea de que la Tierra era
el centro del Universo.
En Grecia comenzó a desarrollarse lo que
ahora conocemos como astronomía
occidental. En los primeros tiempos de la
historia de Grecia se consideraba que la tierra
era un disco en cuyo centro se hallaba el
Olimpo y en torno suyo el Okeanos, el mar
universal. Las observaciones astronómicas
tenían como fin primordial servir como guía
para los agricultores por lo que se trabajó
intensamente en el diseño de un calendario
que fuera útil para estas actividades.
La Odisea de Homero ya se refiere a
constelaciones como la Osa Mayor y Orión, y
describe cómo las estrellas pueden servir de
guía en la navegación. La obra "Los trabajos y
los días" de Hesíodo informa sobre las
constelaciones que salen antes del amanecer
en diferentes épocas del año, para indicar el
momento oportuna para arar, sembrar y
recolectar.
En el siglo II d.C. los griegos combinaban sus
teorías celestes con observaciones trasladadas a
planos. Los astrónomos Hiparco de Nicea y
Tolomeo determinaron las posiciones de unas
1.000 estrellas brillantes y utilizaron este mapa
estelar como base para medir los movimientos
planetarios.
Al sustituir las esferas de Eudoxo por un sistema
más flexible de círculos, plantearon una serie de
círculos excéntricos, con la Tierra cerca de un
centro común, para representar los movimientos
generales hacia el Este alrededor del zodíaco a
diferentes velocidades del Sol, la Luna y los
planetas.
Para explicar las variaciones periódicas en la
velocidad del Sol y la Luna y los retrocesos de
los planetas, decían que cada uno de estos
cuerpos giraba uniformemente alrededor de un
segundo círculo, llamado epiciclo, cuyo centro
estaba situado en el primero. Mediante la
elección adecuada de los diámetros y las
velocidades de los dos movimientos circulares
atribuidos a cada cuerpo se podía representar su
movimiento observado. En algunos casos se
necesitaba un tercer cuerpo.
El imperio Romano, tanto en sus épocas
paganas como cristiana, dio poco o
ningún impulso al estudio de las ciencias.
Roma era una sociedad práctica que
respetaba la técnica pero consideraba la
ciencia tan poco útil como la pintura y la
poesía.
Los conocimientos astronómicos durante
este período son los que ya se conocían
en época helena, es decir, algunas teorías
geocéntricas (Aristóteles) y la existencia
de los planetas visibles a simple vista
Venus, Marte, Júpiter y Saturno, con
especial mención a nuestro satélite
natural, la Luna conocida desde siempre y
considerada como un Dios.
San Isidoro de Sevilla (560-636) escribió un
tratado científico titulado "De rerum natura"
(Sobre la naturaleza), a inicios del siglo VII, a
petición del rey Sisebuto, que reinó en la
Hispania visigoda entre los años 612 y 621.
Este libro, que pronto fue conocido en toda
Europa, trataba de sintetizar el conocimiento
científico en su tiempo, y abarcaba diversas
materias, con un especial hincapié en la
divulgación de la astronomía.
El propio rey Sisebuto, en la respuesta a San
Isidoro tras recibir el libro, trató de dar una
explicación a los eclipses de Luna y de Sol. A
partir de entonces, el libro de Isidoro y la
carta de Sisebuto fueron conocidos de forma
conjunta.
Los Árabes fueron quienes después de la
decadencia de los estudios Griegos y la
entrada de occidente en una fase de
oscurantismo durante los siglos X a XV,
continuaron con las investigaciones en
astronomía dejando un importante legado:
tradujeron el Almagesto y catalogaron
muchas estrellas con los nombres que se
utilizan aun en la actualidad, como Aldebarán,
Rigel y Deneb.
Entre los astrónomos árabes mas destacados
se encuentran Al Batani, Al Sufi y Al Farghani,
una autoridad en el sistema solar que calculó
que la distancia a Saturno era de 130 millones
de kilómetros (su distancia es 10 veces
mayor).
La astronomía griega se transmitió hacia el Este a
los sirios, indios y árabes después de la caida del
Imperio Romano. Los astrónomos árabes
recopilaron nuevos catálogos de estrellas en los
siglos IX y X y desarrollaron tablas del movimiento
planetario. El astrónomo árabe Azarquiel, máxima
figura de la escuela astronómica de Toledo del
siglo XI, fue el responsable de las Tablas
toledanas, que influyeron notablemente en
Europa.
En 1085, año de la conquista de la ciudad de
Toledo por el rey Alfonso VI, se inició un
movimiento de traducción del árabe al latín, que
despertó el interés por la astronomía (entre otras
ciencias) en toda Europa.
La astronomía en China se practicaba principalmente
con fines esotéricos. Su deseo era, mediante el estudio
de los planetas, poder predecir los acontecimientos
futuros del reinado dinástico. No obstante, la utilidad
principal era la de organizar su calendario el cual
dependía fuertemente del Sol y de la Luna, presentando
ciclos bisiestos cada 19 o 20 años para eliminar el
desfasaje entre ambos astros. Tanta atención ponían a
dichos astros que gracias a unas tablillas notarias que
datan aproximadamente de unos 4 mil años, sabemos
que dos astrónomos, Hi y Ho, fueron condenados a una
muerte dolorosa a causa de no poder predecir un
eclipse solar. Para el estudio de los astros utilizaban
anillos, relojes de agua -equivalente a los que los
Griegos denominaban Clepsidras- y principalmente un
elemento análogo al gnomon helénico.
La astronomía Hebrea era extremadamente inocente y
plagada de supersticiones. La bóveda celeste estaba muy
lejos de la Tierra, y en ella habitaba un Dios quien,
periódicamente, se encargaba derramar agua sobre la Tierra
para producir la lluvia. De todas maneras, la bóveda en
algunos casos podía ser tocada por los pájaros de alto
vuelo.
Las estrellas y los planetas, a diferencia de las civilizaciones
científicas del pasado, no se mueven por fenómenos
matemáticos sino que son guiadas por el Dios quien les
marca periódicamente sus caminos. También los fenómenos
naturales como el viento, las tormentas severas y la luz son
herramientas utilizadas por la deidad para administrar el
mundo. Esto hacía que el cielo requiera mucho espacio,
para poder guardar cómodamente todo lo que en el
habitaba, por lo que el cielo estaba compuesto de diferentes
niveles para almacenar la lluvia, los vientos y los demás
fenómenos.
Esto llevó a que los Hebreos no se preocuparan mucho por
la investigación analítica de los astros sino que, al contrario,
recurrirían a la religión para explicar los acontecimientos
celestes, todos y cada uno, subordinados a un Dios
omnipotente.
Los Incas conocían la revolución sinódica del los planetas,
Construyeron un calendario Lunar para las fiestas religiosas y uno
solar para la agricultura. Utilizaron elementos como mojones
alrededor de los pueblos para realizar astronomía observacional.
Los Chibchas conocían la constelación de Orión y reconocían la
relación entre la salida heliacal de Sirio con el comienzo de la
temporada de lluvias.
El calendario consistía en un año solar de 365 días, repartidos en
12 meses de 30 días y con 5 días intercalados. Se sabe que el
calendario era determinado observando al sol y a la luna. Para fijar
las fechas exactas del año y meses, Pachacútec dispuso la
edificación de 12 torres o pilares localizados al Este de la llacta del
Cusco, llamados sucangas.
Los Incas daban mucha importancia a las constelaciones y
estaban muy interesados en la medición del tiempo para fines
agrícolas. Poseían sus propias constelaciones entre las cuales, se
destacan la Cruz del Sur y el Centauro. Para ellos las vía láctea
era oscurecida por sacos de carbón. La Astronomía jugó un papel
muy importante para la construcción de sus ciudades.
El calendario solar maya era más preciso que
el que hoy utilizamos. Todas las ciudades del
periodo clásico están orientadas respecto al
movimiento de la bóveda celeste. Muchos
edificios fueron construidos con el propósito
de escenificar fenómenos celestes en la
Tierra, como El Castillo de Chichén Itzá,
donde se observa el descenso de Kukulkán,
serpiente formada por las sombras que se
crean en los vértices del edificio durante los
solsticios. Las cuatro escaleras del edificio
suman 365 peldaños, los días del año. En el
Códice Dresde y en numerosas estelas se
encuentran los cálculos de los ciclos lunar,
solar, venusiano y las tablas de periodicidad
de los eclipses
La representación del cielo (masculino) y Tierra (femenino) estaban determinados por Ometecuhtli y
Omecíhuatl, respectivamente. Las eras en la cosmología azteca están definidas por soles, cuyo final
estaba marcado por cataclismos. El primer Sol, Nahui-Oceloti (Jaguar) era un mundo poblado por
gigantes, que fue destruido por jaguares. El segundo Sol, Nahui-Ehécati (Viento) fue destruido por un
huracán. El tercer Sol, Nahuiquiahuitl, por una lluvia de fuego. El cuarto Sol, Nahui-Ati (agua) fue
destruido por un diluvio. Y el quinto, Nahui-Ollin (movimiento) está destinado a desaparecer por
movimientos de la Tierra.
El calendario azteca, o piedra del Sol, es el monolito más antiguo que se conserva de la cultura
prehispánica. Se cree que fue esculpido alrededor del año 1479. Se trata de un monolito circular con
cuatro círculos concéntricos. En el centro se distingue el rostro de Tonatiuh (Dios Sol), adornado con
Jade y sosteniendo un cuchillo en la boca. Los cuatro soles o eras anteriores, se encuentran
representados por figuras de forma cuadrada que flanquean al quinto sol, en el centro. El círculo
exterior está formado por 20 áreas que representan los días de cada uno de los 18 meses que constaba
el calendario azteca.
Para completar los 365 días del año solar, los aztecas incorporaban 5 días aciagos o nemontemi.
Para los aztecas, la sucesión del día y la noche se explicaba por las constantes luchas entre los astros
principales. Dado que durante el día es muy difícil observar la Luna e imposible a las estrellas, los
aztecas interpretaban que el sol naciente (Huitzilopochtli) mataba a la Luna (Coyolxauhqui) y a las
estrellas.
Para los aztecas, la astronomía era muy importante, ya que formaba parte de la religión. Construyeron
observatorios que les permitieron realizar observaciones muy precisas, hasta el punto que midieron
con gran exactitud las revoluciones sinódicas del Sol, la Luna y los planetas Venus y Marte.
Al igual que casi todos los pueblos antiguos, los aztecas agruparon las estrellas brillantes en
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  • 1. Dentro de la Mesopotamia los Babilónicos estaban tecnológicamente mucho más avanzados que sus competidores. De hecho su avance tecnológico era tan elevado que la calidad y complejidad de los equipos utilizados por éstos hacía rivalidad a los empleados mucho tiempo después por los Griegos, con equipos muy similares al gnomon, la clepsidra, y el polos. Llamativamente su estudio de los cielos era empírico, realizando anotaciones matemáticas de todo lo observado -matemática que heredaron y continuaron de los sumerios-, y su realizando varios análisis extremadamente analíticos -lo que los separaba de sus extremadamente supersticiosos vecinos-.
  • 2. Los egipcios observaron que las estrellas realizan un giro completo en poco más de 365 días. Además este ciclo de 365 días del Sol concuerda con el de las estaciones, y ya antes del 2500 A.c.. los egipcios usaban un calendario basado en ese ciclo, por lo que cabe suponer que utilizaban la observación astronómica de manera sistemática desde el cuarto milenio. El año civil egipcio tenía 12 meses de 30 días, más 5 días llamados epagómenos. La diferencia, pues, era de ¼ día respecto al año solar. No utilizaban años bisiestos: 120 años después se adelantaba un mes, de tal forma que 1456 años después el año civil y el astronómico volvían a coincidir de nuevo. El Nilo empezaba su crecida más o menos en el momento en que la estrella Sothis, nuestro Sirio, (el Sepedet de los egipcios), tras haber sido mucho tiempo invisible bajo el horizonte, podía verse de nuevo poco antes de salir el Sol.
  • 3. Los babilonios estudiaron los movimientos del Sol y de la Luna para perfeccionar su calendario. Solían designar como comienzo de cada mes el día siguiente a la luna nueva, cuando aparece el primer cuarto lunar. Al principio este día se determinaba mediante la observación, pero después los babilonios trataron de calcularlo anticipadamente. Las primeras actividades astronómicas que se conocen de los Babilonios datan del siglo VIII a.C. Se conoce que midieron con precisión el mes y la revolución de los planetas. La observación más antigua de un eclipse solar procede también de los Babilonios y se remonta al 15 de junio del 763 a.C. Los babilonios calcularon la periodicidad de los eclipses, describiendo el ciclo de Saros, el cual aun hoy se utiliza. Construyeron un calendario lunar y dividieron el día en 24 horas. Finalmente nos legaron muchas de las descripciones y nombres de las constelaciones.
  • 4. Antiguos pueblos que habitaron Europa tuvieron conocimientos avanzados de los movimientos de los astros, matemática y geometría. Realizaron grandes construcciones para la practica de la astronomía observacional, determinaron los solsticios y equinoccios y pudieron predecir los eclipses. Los astrónomos de las culturas megalíticas tuvieron unos conocimientos realmente sorprendentes de los movimientos de los astros y de la geometría práctica. Nos demuestran que poseyeron ese gran saber los grupos de grandes piedras erectas (megalitos, algunos de más de 25 toneladas de peso), dispuestas de acuerdo con esquemas geométricos regulares, hallados en muchas partes del mundo.
  • 5. Los griegos relacionaron los movimientos de los astros entre sí e idearon un cosmos de forma esférica, cuyo centro ocupaba un cuerpo ígneo y a su alrededor giraban la Tierra, la Luna, el Sol y los cinco planetas conocidos; la esfera terminaba en el cielo de las esferas fijas: Para completar el número de diez, que consideraban sagrado, imaginaron un décimo cuerpo, la Anti-Tierra. Los cuerpos describían, según ellos, órbitas circulares, que guardaban proporciones definidas en sus distancias. Cada movimiento producía un sonido particular y todos juntos originaban la música de las esferas. También descubrieron que la Tierra, además del movimiento de rotación, tiene un movimiento de traslación alrededor del Sol, sin embargo esta idea no logró prosperar en el mundo antiguo, tenazmente aferrado a la idea de que la Tierra era el centro del Universo.
  • 6. En Grecia comenzó a desarrollarse lo que ahora conocemos como astronomía occidental. En los primeros tiempos de la historia de Grecia se consideraba que la tierra era un disco en cuyo centro se hallaba el Olimpo y en torno suyo el Okeanos, el mar universal. Las observaciones astronómicas tenían como fin primordial servir como guía para los agricultores por lo que se trabajó intensamente en el diseño de un calendario que fuera útil para estas actividades. La Odisea de Homero ya se refiere a constelaciones como la Osa Mayor y Orión, y describe cómo las estrellas pueden servir de guía en la navegación. La obra "Los trabajos y los días" de Hesíodo informa sobre las constelaciones que salen antes del amanecer en diferentes épocas del año, para indicar el momento oportuna para arar, sembrar y recolectar.
  • 7. En el siglo II d.C. los griegos combinaban sus teorías celestes con observaciones trasladadas a planos. Los astrónomos Hiparco de Nicea y Tolomeo determinaron las posiciones de unas 1.000 estrellas brillantes y utilizaron este mapa estelar como base para medir los movimientos planetarios. Al sustituir las esferas de Eudoxo por un sistema más flexible de círculos, plantearon una serie de círculos excéntricos, con la Tierra cerca de un centro común, para representar los movimientos generales hacia el Este alrededor del zodíaco a diferentes velocidades del Sol, la Luna y los planetas. Para explicar las variaciones periódicas en la velocidad del Sol y la Luna y los retrocesos de los planetas, decían que cada uno de estos cuerpos giraba uniformemente alrededor de un segundo círculo, llamado epiciclo, cuyo centro estaba situado en el primero. Mediante la elección adecuada de los diámetros y las velocidades de los dos movimientos circulares atribuidos a cada cuerpo se podía representar su movimiento observado. En algunos casos se necesitaba un tercer cuerpo.
  • 8. El imperio Romano, tanto en sus épocas paganas como cristiana, dio poco o ningún impulso al estudio de las ciencias. Roma era una sociedad práctica que respetaba la técnica pero consideraba la ciencia tan poco útil como la pintura y la poesía. Los conocimientos astronómicos durante este período son los que ya se conocían en época helena, es decir, algunas teorías geocéntricas (Aristóteles) y la existencia de los planetas visibles a simple vista Venus, Marte, Júpiter y Saturno, con especial mención a nuestro satélite natural, la Luna conocida desde siempre y considerada como un Dios.
  • 9. San Isidoro de Sevilla (560-636) escribió un tratado científico titulado "De rerum natura" (Sobre la naturaleza), a inicios del siglo VII, a petición del rey Sisebuto, que reinó en la Hispania visigoda entre los años 612 y 621. Este libro, que pronto fue conocido en toda Europa, trataba de sintetizar el conocimiento científico en su tiempo, y abarcaba diversas materias, con un especial hincapié en la divulgación de la astronomía. El propio rey Sisebuto, en la respuesta a San Isidoro tras recibir el libro, trató de dar una explicación a los eclipses de Luna y de Sol. A partir de entonces, el libro de Isidoro y la carta de Sisebuto fueron conocidos de forma conjunta.
  • 10. Los Árabes fueron quienes después de la decadencia de los estudios Griegos y la entrada de occidente en una fase de oscurantismo durante los siglos X a XV, continuaron con las investigaciones en astronomía dejando un importante legado: tradujeron el Almagesto y catalogaron muchas estrellas con los nombres que se utilizan aun en la actualidad, como Aldebarán, Rigel y Deneb. Entre los astrónomos árabes mas destacados se encuentran Al Batani, Al Sufi y Al Farghani, una autoridad en el sistema solar que calculó que la distancia a Saturno era de 130 millones de kilómetros (su distancia es 10 veces mayor).
  • 11. La astronomía griega se transmitió hacia el Este a los sirios, indios y árabes después de la caida del Imperio Romano. Los astrónomos árabes recopilaron nuevos catálogos de estrellas en los siglos IX y X y desarrollaron tablas del movimiento planetario. El astrónomo árabe Azarquiel, máxima figura de la escuela astronómica de Toledo del siglo XI, fue el responsable de las Tablas toledanas, que influyeron notablemente en Europa. En 1085, año de la conquista de la ciudad de Toledo por el rey Alfonso VI, se inició un movimiento de traducción del árabe al latín, que despertó el interés por la astronomía (entre otras ciencias) en toda Europa.
  • 12. La astronomía en China se practicaba principalmente con fines esotéricos. Su deseo era, mediante el estudio de los planetas, poder predecir los acontecimientos futuros del reinado dinástico. No obstante, la utilidad principal era la de organizar su calendario el cual dependía fuertemente del Sol y de la Luna, presentando ciclos bisiestos cada 19 o 20 años para eliminar el desfasaje entre ambos astros. Tanta atención ponían a dichos astros que gracias a unas tablillas notarias que datan aproximadamente de unos 4 mil años, sabemos que dos astrónomos, Hi y Ho, fueron condenados a una muerte dolorosa a causa de no poder predecir un eclipse solar. Para el estudio de los astros utilizaban anillos, relojes de agua -equivalente a los que los Griegos denominaban Clepsidras- y principalmente un elemento análogo al gnomon helénico.
  • 13. La astronomía Hebrea era extremadamente inocente y plagada de supersticiones. La bóveda celeste estaba muy lejos de la Tierra, y en ella habitaba un Dios quien, periódicamente, se encargaba derramar agua sobre la Tierra para producir la lluvia. De todas maneras, la bóveda en algunos casos podía ser tocada por los pájaros de alto vuelo. Las estrellas y los planetas, a diferencia de las civilizaciones científicas del pasado, no se mueven por fenómenos matemáticos sino que son guiadas por el Dios quien les marca periódicamente sus caminos. También los fenómenos naturales como el viento, las tormentas severas y la luz son herramientas utilizadas por la deidad para administrar el mundo. Esto hacía que el cielo requiera mucho espacio, para poder guardar cómodamente todo lo que en el habitaba, por lo que el cielo estaba compuesto de diferentes niveles para almacenar la lluvia, los vientos y los demás fenómenos. Esto llevó a que los Hebreos no se preocuparan mucho por la investigación analítica de los astros sino que, al contrario, recurrirían a la religión para explicar los acontecimientos celestes, todos y cada uno, subordinados a un Dios omnipotente.
  • 14. Los Incas conocían la revolución sinódica del los planetas, Construyeron un calendario Lunar para las fiestas religiosas y uno solar para la agricultura. Utilizaron elementos como mojones alrededor de los pueblos para realizar astronomía observacional. Los Chibchas conocían la constelación de Orión y reconocían la relación entre la salida heliacal de Sirio con el comienzo de la temporada de lluvias. El calendario consistía en un año solar de 365 días, repartidos en 12 meses de 30 días y con 5 días intercalados. Se sabe que el calendario era determinado observando al sol y a la luna. Para fijar las fechas exactas del año y meses, Pachacútec dispuso la edificación de 12 torres o pilares localizados al Este de la llacta del Cusco, llamados sucangas. Los Incas daban mucha importancia a las constelaciones y estaban muy interesados en la medición del tiempo para fines agrícolas. Poseían sus propias constelaciones entre las cuales, se destacan la Cruz del Sur y el Centauro. Para ellos las vía láctea era oscurecida por sacos de carbón. La Astronomía jugó un papel muy importante para la construcción de sus ciudades.
  • 15. El calendario solar maya era más preciso que el que hoy utilizamos. Todas las ciudades del periodo clásico están orientadas respecto al movimiento de la bóveda celeste. Muchos edificios fueron construidos con el propósito de escenificar fenómenos celestes en la Tierra, como El Castillo de Chichén Itzá, donde se observa el descenso de Kukulkán, serpiente formada por las sombras que se crean en los vértices del edificio durante los solsticios. Las cuatro escaleras del edificio suman 365 peldaños, los días del año. En el Códice Dresde y en numerosas estelas se encuentran los cálculos de los ciclos lunar, solar, venusiano y las tablas de periodicidad de los eclipses
  • 16. La representación del cielo (masculino) y Tierra (femenino) estaban determinados por Ometecuhtli y Omecíhuatl, respectivamente. Las eras en la cosmología azteca están definidas por soles, cuyo final estaba marcado por cataclismos. El primer Sol, Nahui-Oceloti (Jaguar) era un mundo poblado por gigantes, que fue destruido por jaguares. El segundo Sol, Nahui-Ehécati (Viento) fue destruido por un huracán. El tercer Sol, Nahuiquiahuitl, por una lluvia de fuego. El cuarto Sol, Nahui-Ati (agua) fue destruido por un diluvio. Y el quinto, Nahui-Ollin (movimiento) está destinado a desaparecer por movimientos de la Tierra. El calendario azteca, o piedra del Sol, es el monolito más antiguo que se conserva de la cultura prehispánica. Se cree que fue esculpido alrededor del año 1479. Se trata de un monolito circular con cuatro círculos concéntricos. En el centro se distingue el rostro de Tonatiuh (Dios Sol), adornado con Jade y sosteniendo un cuchillo en la boca. Los cuatro soles o eras anteriores, se encuentran representados por figuras de forma cuadrada que flanquean al quinto sol, en el centro. El círculo exterior está formado por 20 áreas que representan los días de cada uno de los 18 meses que constaba el calendario azteca. Para completar los 365 días del año solar, los aztecas incorporaban 5 días aciagos o nemontemi. Para los aztecas, la sucesión del día y la noche se explicaba por las constantes luchas entre los astros principales. Dado que durante el día es muy difícil observar la Luna e imposible a las estrellas, los aztecas interpretaban que el sol naciente (Huitzilopochtli) mataba a la Luna (Coyolxauhqui) y a las estrellas. Para los aztecas, la astronomía era muy importante, ya que formaba parte de la religión. Construyeron observatorios que les permitieron realizar observaciones muy precisas, hasta el punto que midieron con gran exactitud las revoluciones sinódicas del Sol, la Luna y los planetas Venus y Marte. Al igual que casi todos los pueblos antiguos, los aztecas agruparon las estrellas brillantes en asociaciones aparentes (constelaciones). Los cometas fueron denominados "las estrellas que humean".