1. Invención de invenciones
Se cuenta que la mentira la inventó alguien malintencionado que quería sacar
tajada de alguno de sus congéneres haciéndole creer cosas que no eran. No obstante, las
últimas investigaciones apuntan a que el inicio del engaño con la palabra puede datarse,
y que incluso puede determinarse su origen: la mentira vino del espacio exterior.
Si nos remontamos a los inicios del lenguaje, podemos afirmar que las palabras
surgieron de la necesidad de señalar a los objetos con una vocalización inequívoca, pues
los gruñidos no eran suficientes ya que resultaban difícilmente distinguibles unos de
otros. Probablemente el ancestro homínido no vocalizador estaba harto de que le
pasaran piedras rasposas cuando lo que estaba pidiendo era hojas para limpiarse después
de dar fin a alguna de sus funciones biológicas. Así, necesidades imperiosas derivaron
en un uso más preciso de los órganos fonatorios, desarrollando un lenguaje que, hasta el
momento en que la mentira entró en juego, servía para hablar de lo presente, y de lo no
presente pero ceñido a la realidad, a la narración de lo existente, siendo fiel a los
atributos de las cosas que se designaban. Era, por tanto, un lenguaje puramente
descriptivo.
Siendo ya el hombre un animal lingüístico - aunque anclado a lo real y esclavo
de la literalidad, como decíamos - los datos científicos recogidos hoy por hoy sugieren
que en aquella época se produjo el contacto con alguna especie alienígena llegada a la
Tierra junto a una lluvia de meteoritos, cuyas huellas aún pueden encontrarse en el
desierto de Gobi, en la región de China.
Un escrito ancestral, descubierto hace muy poco en Oriente, relata el primer
encuentro entre un grupo de hombres de aquellos días y el tripulante de una de aquellas
naves llegadas de un infinito desconocido. Se explica en aquellas líneas que bajó de allí
un ente de metal pulido de movimientos precisos y marciales. El ser se presentó a sí
mismo como inventor. Los lugareños, una vez superado el temor a lo ignoto, se
interesaron por sus inventos.
- ¿Y qué ha inventado, señor inventor, que pueda sernos de utilidad?
- Soy un inventor de “invenciones”, y os traigo la mayor invención de todas: la
mentira, para que la difundais y le déis provecho.
2. Los hombres, que no comprendían el término, le pidieron más explicaciones. El
inventor les señaló entonces al perro de uno de ellos y les dijo:
- Mirad ese gato.
El perro tensó su cuerpo al sentirse observado y mostró sus dientes emitiendo un
débil gruñido.
- Fijaos, está dormido.
A lo que el perro optó por marcharse corriendo.
Aquellos hombres asistían al espectáculo con estupefacción.
- Se ve que sois una especie inteligente. Sabréis utilizar esta nueva habilidad para
bien. Y ahora me despido, aunque no he venido ni nunca he estado aquí.
Y terminando así con la sarta de mentiras que una detrás de otra había enunciado, la
nave desapareció entre explosiones de humo y zumbidos de estruendo.
Todo apunta a que desde entonces vienen difundiéndose entre las personas
informaciones que no son ciertas, excusas que no tienen parecido alguno con la realidad
e invenciones lingüísticas de todo calibre que han tenido incluso un desarrollo notable
en la literatura y en la política. Invenciones que son en su origen, como queda
demostrado, auténticos cuentos chinos.