A Medellín hay que ir con la llegada del otoño, cuando en los campos el humo blanco de la quema de rastrojos oscurece el horizonte y lo viste de recuerdos. No nos gusta el fuego. No nos gusta nada. Y nos duele ver arder los bosques y los campos lusitanos. Pero, al parecer, el ciclo agrario provoca estas imágenes. O al menos eso dicen. Desde lo alto de su castillo puedes recorrer con la mirada las llanuras que conducen a Don Benito y a Mengrabril. Y en ellas la columnas de humo te recuerdan que en esos llanos tuvo lugar la Batalla de Medellín.