1. Robot bípedo con reflejos de
Ser humano gracias a una
interfaz entre ambos
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En unos experimentos recientes, un robot bípedo ha hecho cosas como dar puñetazos a
un tabique para perforarlo, aplastar latas de refresco, dar patadas a cubos de basura, e
incluso propinar golpes de kárate para partir tableros en dos trozos. Sin embargo, sus
movimientos no los ha decidido él, y en cierto modo tampoco los ha ejecutado él.
Muy cerca de él, Joao Ramos, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en
Cambridge, Estados Unidos, ha hecho los mismos movimientos, esencialmente en el aire,
sobre una plataforma, vistiendo un exoesqueleto de cables y motores. Con esa conexión,
cada movimiento de Ramos es trasladado al instante al robot HERMES, de forma
parecida a como un marionetista controla a su marioneta. Cuando Ramos hace un
movimiento de su brazo en el aire como si estuviera dándole un puñetazo a una pared
para perforarla, el robot hace lo mismo. Cuando el puño del robot golpea la pared, la
plataforma ejerce una fuerza sobre Ramos, que lleva a este a retroceder sobre sus
talones, ocasionando que el robot haga lo mismo, equilibrándolo ante la fuerza
desestabilizadora de la colisión del puño contra la pared.
En otros experimentos para probar esta interfaz, de una clase vista en películas de
ciencia-ficción y ahora real, Albert Wang, del equipo de investigación, golpeó
repetidamente el torso del robot con un martillo. Ramos, de pie sobre la plataforma, no
sabía cuándo golpearía este. Cada vez que Wang golpeaba al robot, la plataforma ejercía
una sacudida análoga sobre Ramos, quien de forma refleja desplazaba su peso para
recuperar el equilibrio, logrando así que el robot también lo hiciera.
Estos experimentos han servido para demostrar la excepcional interfaz. Sin esta interfaz,
si bien el robot podría atravesar con su puño un muro, también perdería el equilibrio y
caería de cabeza sobre él. La interfaz permite que un humano sienta de forma remota el
desplazamiento de peso del robot, y ajuste rápidamente su equilibrio desplazando su
propio peso. Como resultado de ello, el robot puede llevar a término tareas que requieren
2. movimientos rápidos y vigorosos, como perforar una pared a puñetazos u oscilar un bate
de béisbol, manteniendo al mismo tiempo su equilibrio.
Joao Ramos demuestra el funcionamiento de la interfaz BFI (Balance Feedback
Interface), un sistema que permite a un operador controlar de modo natural y espontáneo
el equilibrio y movimientos de un robot, a través de un exoesqueleto y una plataforma
motorizada. (Foto: Melanie Gonick/MIT)
En definitiva, lo que han conseguido estos investigadores del Departamento de Ingeniería
Mecánica del MIT es diseñar una interfaz que aprovecha los reflejos instantáneos de un
humano, para hacer que un robot humanoide mantenga su equilibrio y lleve a cabo tareas
dinámicas difíciles.
Ramos y sus colegas prevén desplegar algún día a HERMES, o robots similares, en
lugares donde se acabe de producir una catástrofe y se necesiten realizar operaciones de
reconocimiento o rescate demasiado peligrosas para que las lleve a cabo un humano y
demasiado complejas dinámicamente para que un robot guiado de maneras
3. convencionales pueda tener posibilidades de éxito. En tales sitios y circunstancias, el
robot exploraría la zona, guiado por un operador humano desde una posición remota.
Este llevaría un traje de cuerpo entero y gafas, de manera que pudiese sentir y ver todo lo
que hiciera el robot, y viceversa.
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