A través de Un día de Flor se conoce su oficio como empleada doméstica, sus preocupaciones, sus sueños y su relación con la sociedad. Dicha muestra hizo parte de la ponencia dictada por Andrea Londoño, en septiembre del 2015, en el marco del Seminario Internacional Género y Cuidado: teorías, escenarios y políticas, organizado por las universidades Nacional, Los Andes y Javeriana. Andrea es la coordinadora del proyecto Hablemos de Empleadas Domésticas, en pro de los derechos de las empleadas del servicio domésticos en Colombia y el mundo, desde Medellín.
Ride the Storm: Navigating Through Unstable Periods / Katerina Rudko (Belka G...
Un día de Flor, empleada doméstica
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72. Para efectos de esta ponencia,
hemos entrevistado y recreado
un día de Flor Inés Perea,
visual y narrativamente,
de acuerdo con su experiencia
como empleada doméstica.
Le expresamos nuestro agradecimiento, nuestro
reconocimiento por su labor sindical y nuestro
afecto.
Notas del editor
El día de Flor empieza a las 4:00 de la mañana.
Al noroccidente, en un apartamentico subsidiado por el gobierno, ella lava la ropa, hace el desayuno y prepara la comida de la noche.
Flor nació en Chocó, en una familia de 10 hijos, hace 49 años. A los 9 años, la mandaron para Medellín, donde su hermana mayor.
Flor se quedaba sola, mientras su hermana trabajaba como empleada doméstica. A los 12 años ella empezó con el mismo trabajo, de domingo a domingo,
A los dos años regresó a Istmina a terminar la primaria.
Volvió a Medellín a los 20, y aunque soñaba con estudiar y trabajar, fue imposible lograrlo.
Al poco tiempo se casó y tuvo a Michel Anderson y Marloryn Kateryne, y tras un corto matrimonio que prefiere no recordar, resolvió vivir sola con los niños en el Chocó.
Allí sufrió un desplazamiento forzoso, provocado por grupos violentos y regresó a Medellín con los hijos.
En el 2006 sucedió el episodio más dramático de su vida: mataron a su hijo de 17 años.
Sin acentuar su dolor, desde el 2008 viene pidiendo al gobierno la reparación como víctima.
Actualmente, vive con Miguel Ángel, el hijo de Kateryne, que está en el Chocó, y con Laura, la niña de su hermana, que vive en Apartadó, al cuidado del padre de ambas.
Mientras Laura se organiza, ella se ocupa de Miguel Ángel.
En la semana, antes de que ella deje la casa, los niños deben estar listos para ir a la escuela.
Precisamente, ellos están con ella para asegurarles una buena educación primaria.
A Flor aún le falta arreglarse para llegar cumplida al trabajo.
Son las 5:30 y la escuela empieza a las 7:00 de la mañana.
Eso la obliga a dejar los niños donde Edilma, una vecina.
Luego, Flor termina de alistarse,
e inicia el recorrido de dos horas que le toma llegar a su trabajo en una casa de familia.
Llega apurada a la estación La Aurora del metrocable.
Hace la fila, de ahí a la estación San Javier donde tomará la línea B del Metro, y en San Antonio hará trasbordo a la línea A con dirección sur.
Durante el trayecto, recuerda cuando los asesinos de su hijo la forzaron a un segundo desplazamiento, que la obligó a irse con su hija a un rancho de tablas.
Después, tras la ola invernal del 2010, por tercer vez en su vida, se vio obligada a abandonar su casa.
Se trasladó a un sitio de invasión de la comuna 8, en compañía de su hija, quien ya había tenido a Miguel Ángel.
Hasta que bandas criminales fueron de nuevo a asediarla. Con Miguel Ángel en brazos, escapó aterrorizada. Ese fue su cuarto desplazamiento.
Flor ha llegado por fin a El Poblado, uno de los sectores de estratos altos.
Allí debe tomar un bus que la conducirá cerca de la portería de la urbanización donde trabaja.
Allí la espera su patrona para poder salir a cumplir con su empleo en una oficina.
Flor quedará a cargo del bebé, la mascota, la preparación de la comida, las plantas, el aseo de la ropa y la limpieza de la casa.
Antes de iniciar su jornada, Flor deberá dejar atrás sus preocupaciones, como la enfermedad de su padre,
tendrá que tener ánimos para atender al niño de sus empleadores,
Empieza el día lavando los platos que se usaron mientras ella no estaba.
Disfruta poniendo en orden las cosas, no se queja, sabe que lo importante es el buen trato.
Flor recuerda que en una casa donde trabajó nunca le dieron los buenos días, ni las gracias.
Ya se despertó el niño, Flor debe atenderlo y tenerlo listo para ir a la guardería.
Ella reconoce que a los hijos de sus empleadores llega a quererlos como propios.
Pero se resiente al pensar que cuando se enferman los suyos no puede estar con ellos, ni puede, por ejemplo, reclamar sus calificaciones.
Al mismo tiempo, tiene claro que su trabajo no sólo consiste en pasar el limpión por todas partes.
Las empleadas domésticas son responsables de casi todos los aspectos de una casa, incluyendo la impecable asepsia de los baños. Mientras que en contraprestación, a los empleadores les corresponde responder por las prestaciones y el salario legal.
Y dice Flor que es frecuente que no les pagan en las fechas pactadas, o que les reduzcan el salario, con argumentos como que en determinado mes ellos casi no tuvieron trabajo, o que es que ellas se desocupan muy rápido.
Flor se pregunta por qué es tan frecuente que sus patrones dejen la ropa tirada, inclusive las interiores.
Lo mismo ocurre con los objetos; a ella le toca poner en su sitio cada cosa, y si algo se pierde, ella sería la primera responsable.
Durante el día, Flor sube y baja escalas, se agacha, se empina, se acuclilla,
y cuando se cansa, no está bien visto que se siente en los muebles de la casa, ni en la cocina por largo rato.
Flor también atiende domicilios, y vigila las pertenencias de los patrones cuando llegan trabajadores a hacer reparaciones dentro de la casa.
Y, al igual que una secretaria, debe atender las llamadas siendo muy educada y diligente, sin dar información de más, ni mucho menos privada.
En cuanto a la preparación de los alimentos, además de poner la mesa, lavar, secar y guardar la vajilla y las ollas, suele ocurrir que las patronas se enojan cuando sobra comida y también cuando falta.
Las comidas deben ser al gusto de cada uno de los de la casa, y en ocasiones a una hora diferente, lo que significa que tienen varios patrones.
Flor recuerda que en una casa, le separaban el plato, el vaso y la cuchara; se sentía muy mal, pero necesitaba sostenerse.
Con el planchado de la ropa, Flor termina las labores de la casa.
El niño está a punto de despertarse de la siesta, después de la guardería; debe atenderlo,
jugar con él, sacarlo al parque, siendo muy recursiva en acatar una eventual emergencia.
Flor en principio sale a las 6:00 de la tarde, pero suele suceder que sus empleadores se retrasan y ella debe esperarlos,
sin recibir pago de horas extras como sí reciben el resto de trabajadores colombianos.
Al final del día, Flor emprende su camino a casa.
Ahora prefiere regresarse en un bus que la deja más cerca.
Debe coger uno que la lleve al centro de la ciudad.
Luego otro, que la deje a unas cuantas cuadras, así no se expone a tantos riesgos.
Ahora, aunque cansada, se dispone a estar con sus niños y a los demás oficios de su hogar.
Llega donde Edilma por los niños que están allí desde que terminaron su jornada.
La han pasado haciendo tareas y Flor les ayudará a terminarlas.
Hablaran de cómo les fue en el día, y de qué necesitan para llevar a la escuela.
Por fin están en casa. Es hora de terminar las tareas, comer y prepararse para ir la cama.
Flor sirve la comida, mientras los niños dejan listos los morrales.
En compañía de los niños, Flor constata que aunque aún no le pasa la pena de su hijo, lejos de sentir odio, la ha motivado para luchar por una convivencia pacífica.
Pese a todo, ella sigue pensando en ser abogada. Ya hace dos años, logró terminar su bachillerato.
Con los chicos ya acostados, Flor hace orden y limpia.
Hoy en día es la vicepresidenta del sindicato Utrasd (Unión de Trabajadoras Afro del Servicio Doméstico). Quiere que las empleadas de ahora no pasen por lo que ella ha pasado.
Nunca le pagaron el salario mínimo, ni una EPS, ni los días que faltaba por enfermedad. Y ella considera que ése es un empleo que se puede llevar con orgullo, que se aprende, que se lleva en la mente y en el corazón; pero no se le da el valor que realmente tiene.
A las 11:00 de la noche, Flor sueña con sus sueños… Mañana será lo mismo, a menos que cada uno de nosotros, y las organizaciones a las que pertenecemos, pongamos de nuestra parte.