1. Especie silvestre
Se entiende por aquella que vive en su medio natural,
cualquiera sea su ecosistema, sin la intervención del
hombre, que cumple una función ecológica. Así mismo, el
diccionario de la Real Academia Española (RAE), señala
que fauna es el “conjunto de los animales de un país o
región”. O, para ser más precisos, la ley 611 de 2000, en su
artículo 1, establece que “se denomina al conjunto de
organismos vivos de especies animales terrestres y
acuáticas, que no han sido objeto de domesticación,
mejoramiento genético, cría regular o que han regresado a
su estado salvaje”.
2. El problema
El tráfico de especies silvestres es el tercer negocio más
lucrativo del mundo, después del narcotráfico y el tráfico
de armas. Y cuando una especie silvestre es considerada
por las autoridades en vía de extinción, de amenaza o en
cualquier escala, su valor asciende de un modo
vertiginoso, pues las hace más apetecidas a los ojos de
los coleccionistas y los traficantes se valen de ello para
enriquecer sus arcas.
3. Ahora bien, a esto se suma el daño que se causa a la
biodiversidad, a los ecosistemas y los hábitats, en el
proceso de extracción: por un lado, la intromisión del
hombre causa deterioro directa e indirectamente, y
de diez especies transportadas, mueren cinco o seis,
o sea que muy pocas logran llegar a la fase final del
ciclo previsto por el mercado negro. Pero antes han
muerto otras cinco o seis en su medio natural, por el
modo tan bárbaro que usa el cazador para la captura:
desde trampas que amputan, pegantes que dañan
los plumajes, hasta el uso de dinamita o químicos en
algunos casos.
4. Las cifras son alarmantes. Solo en nuestro propio territorio las especies silvestres sufren un
impacto de presión demasiado alto que conlleva a un daño tanto en lo ecológico como en la
biodiversidad. Aunque no existen cifras exactas de la magnitud del ilícito, una aproximación del
hecho es la información de los decomisos realizados por las autoridades ambientales y policivas.
De acuerdo a la clasificación de la UICN, para el año 2000, Colombia poseía 345 especies con
algún grado de amenaza en la lista de los Libros Rojos: “80 especies de aves, 40 de mamíferos,
18 de reptiles, 3 de anfibios y 38 de peces continentales y marinos” (Cornare, 2008, p. 4). El
valor ecológico de una especie es más bien subjetivo, pero ello no implica determinar los
alcances de un tráfico que cada vez permea más la sociedad colombiana, transgrediendo todas
las esferas sociales y corriendo el riesgo de perder día tras día un patrimonio natural de
invaluable valor, pues Colombia, debido a su posición geográfica y variedad de ecosistemas, es
uno de los 16 países megadiversos del mundo que lo hace atractivo para los traficantes de
especies, además de ser ocupar el primer lugar en especies de anfibios y aves, el segundo en
especies vegetales, el cuarto en reptiles y el sexto en mamíferos (Rangel, Lowy, Van der
Hammen, Garzón, Velázquez, Aguilar, 2007, p. 43).
5. Justificación
Este trabajo pretende mostrar ese panorama, como un problema
real que debe ser controlado por unas leyes más rigurosas para
evitar daños ecológicos más impactantes. Así mismo, contribuir al
desarrollo de una justicia social en este tema, de una
jurisprudencia más razonable y soterrada, ajustada a un adecuado
uso sostenible de las especies relacionadas, lograría ese fin.