El documento narra la conversación entre un hombre y su perro sobre sus preocupaciones financieras debido a no poder trabajar durante un mes. El perro intenta consolarlo diciéndole que todos están en la misma situación y que deben seguir adelante. Más tarde, el perro le recuerda que cuando se mudaron a la ciudad le advirtió que del asfalto no se come, por lo que deciden volver al campo para poder subsistir.
1. A friend in need:
Hoy estaba comiendo tranquilamente con mi perro. ¿Cómo piensas pagar este mes el
alquiler? - me ha preguntado mientras yo mascaba mi pienso. Bebí agua y le volqué lo
que quedaba en mi bol al suyo. Hoy tocaba Affinity Advance, mis favoritos, pero se me
había quitado el hambre de golpe. ¿Pero qué te has creído? – le solté – Yo aquí, metido
en casa tres semanas contigo, leyendo sin parar, viendo Netflix, escuchando cualquier
podcast cuando no quieres hablar, ocupando constantemente mi mente con la intención
de olvidarme de ese problema y ahora a ti, se te ocurre sacarlo así por que sí. Estaba tan
alelado metido en mis preocupaciones que era claro que esto iba a desembocar en una
pelea. Eso no le impidió acabarse su bol con mis sobras.
Acordamos que hoy los mordiscos no irían muy fuertes para no acabar en urgencias
como la última vez. Hay que tener en cuenta la situación hoy en día. La pelea acabó en
un empate por las dos partes. Ahí, una vez calmado, le confesé que no tenía ni idea de
cómo iba a poder hace frente a todos los gastos. Un mes sin trabajar. ¡Un maldito mes
sin trabajar! Y unos ahorros que están en la fianza del piso. ¿Y ahora qué? A seguir –
me dijo intentando compadecerse de mi con un lametón. Sé cómo en él, igual que sé
cómo es su pensamiento de peor es mejor.
Todos están igual – me dijo, y a decir verdad, me tranquilizó algo. Pensar que no soy el
único, aunque no me resuelva los problemas, es un tanto incrédulo y consolador al
mismo tiempo. Consuelo de tontos. Igual que los aplausos cada día a la misma hora.
Estamos aislados pero esa vibración del aire al unísono de personas que no conocemos
es algo que me tranquiliza y me da esperanzas en una sociedad que siempre he creído
fría. La pregunta sigue siendo la misma, ¿quién vendrá en mi ayuda?
Nadie – me dijo Perro. Siempre igual, hundiéndome el ánimo día tras día. Pero lo que
más rabia me da es que casi siempre tiene razón. Le confesé que temía que el estado no
viniese en ayuda de los más desfavorecido y que las medidas llegarán tarde o con
2. embrollos burocráticos demasiado complicados. Cuando acabé de llorarle me di cuenta
de que ya no estaba ahí, que le estaba llorando a un cojín. Al rato vino con una mochila
y entre los dientes una azada. ¿Se puede saber qué haces? – Le dije disimulando mis
lágrimas, pero no mi enfado. Ya te lo dije hace tiempo –me respondió - cuando
decidiste venir a la ciudad. Del asfalto no come el perro, y parece que ya ni el hombre.
Aún no sé de donde ha salido este perro, pero tiene unas cosas que no le puedo quitar la
razón. Él ha recogido sus libros de teóricos y filósofos, yo me he llevado la Play. Está
todo listo, mañanas nos volvemos al campo.