El documento describe la ubicación, geología, clima e historia de los Esteros del Iberá, una zona pantanosa en la provincia de Corrientes, Argentina. Detalla la rica flora y fauna autóctona que incluye especies amenazadas como el ciervo de los pantanos, el venado de las Pampas y el lobo de crin. Explica que la formación geológica de la zona data de cuando el río Paraná discurría a través de los humedales actuales.
3. • Gracias a su peculiar geografía y al difícil acceso, la zona cuenta con una rica y variada
población animal. La fauna autóctona incluyen numerosas especies amenazadas para las
cuales éste es uno de los últimos hábitats remanentes, entre las que se encuentran el
ciervo de los pantanos (Blastoceros dichotomous), el venado de las Pampas (Ozotocerus
bezoarticus), el carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris), el lobo de crin o aguará guazú (
Chrysocyon brachiurus), el yacaré overo (Caiman latirostris) y negro (Caiman yacare), la
boa curiyú (Eunectes notaeus) y el lobito de río (Lontra longicaudis), los monos
aulladores (o carayás), así como una enorme variedad de aves. La ictiofauna también es
muy variada y abundante, sobresaliendo los dorados, armados, surubís, pacús, mojarras,
tarariras y palometas. Losyaguaretés parecen haber sido extinguidos en esta zona
durante la primera mitad del siglo XX, al igual que el Tapir, el Lobo Gargantilla, el Pecarí
de collar y el oso hormiguero; este último reintroducido recientemente. La exuberante
flora local incluye numerosas especies acuáticas como el camalote, y Amapolas de agua
—que dan lugar al fenómeno de los embalsados, auténticas islas flotantes que complican
la geografía de las lagunas— además de extensos pirizales.
• La formación del sistema de los esteros del Iberá no se conoce con exactitud. El lecho del
Paraná está excavado sobre un sustrato de basalto poroso que presenta fracturas
importantes en varios puntos; la mayor de estas fallas secciona diagonalmente la
totalidad de la provincia de Corrientes, e interseca el lecho del Paraná unos 90 kilómetros
río abajo de la ciudad de Posadas con una pared basáltica de considerable espesor. Se
especula con que la presencia de esta pared desviaba antiguamente el curso del río,
llevándolo en dirección sudeste por los bajíos que hoy componen el sistema del Iberá y
dando origen a la morfología actual de la zona. El cauce del río habría tomado su forma
presente una vez la erosión hizo practicable el flujo a través del banco rocoso de los
saltos de Yacyretá-Apipé. También la erosión eólica habría ayudado a deprimir las
lomadas y cuchillas que surcan los esteros.
• El clima es netamente subtropical. El invierno es relativamente seco, con temperaturas
mínimas que llegan a -5 °C, y fuertes precipitaciontes durante el otoño y la primavera. El
verano es también húmedo y muy caluroso, con máximas que pueden superar los 45 °C.
Las precipitaciones anuales rondan los 1.700 mm.
4. • A la llegada de los españoles en el siglo XVI la zona estaba difusamente poblada por las etnias de los
llamados en guaraní: mocoretáes, y caracarás. Aún hasta inicios del siglo XX, debido a que se
escuchaban "gritos" provenientes de las zonas más internas y entonces inexploradas por los "blancos",
se supuso que todavía tales nativos habitaban los esteros.
Gracias a la dificultad para acceder a la zona de los esteros del Iberá, los asentamientos en el área han sido
muy escasos, aunque algunas poblaciones en su margen noreste —sobre todo Concepción Yaguareté-
Corá— se remontan a la época de la colonia. Las reducciones jesuíticas ocuparon territorios colindantes
con los esteros, pero el área de bañados y lagunas se consideraba inhabitable. A lo largo de los siglos
XVIII y XIX permaneció generalmente libre de asentamientos estables, aunque constituyó refugio para
forajidos y fuente de sustento para cazadores ("mariscadores") y pescadores.
La primera investigación científica de las riquezas naturales del área se debió a Alcide d'Orbigny, un
naturalista francés que visitó el área a fines de la década de 1820 como parte de la expedición a
Sudamérica encargada por el Musée d'Histoire Naturelle de París. Entre los siete tomos de su Voyage
dans l'Amérique Méridionale se cuentan las primeras observaciones sistemáticas del ecosistema del
Iberá. La turbulenta situación política regional y la escasez de medios demoraría el interés local en el
mismo hasta la década de 1930, en que la recientemente creada Administración de Parques Nacionales
presentó al Congreso el primer proyecto de creación del Parque Nacional Iberá, fruto de negociaciones
con el gobierno provincial.
• Según los estudios más recientes, la presencia de vertebrados terrestres abarca unas 85 especies de
mamíferos, 35 de reptiles y alrededor de 45 anfibios. Existen aproximadamente 360 especies de aves,
entre las cuales más del 90% son nativas o autóctonas de la región.
Algunos de los más importantes representantes de la fauna de los Esteros del Iberá habían sido cazados
hasta la extinción a fines de s XX, tales son los casos del yurumí (oso hormiguero gigante
Myrmecophaga tridactyla) y del yaguar (o yaguareté); el yurumí ha sido exitosamente reintroducido en la
primer década del presente siglo y se intenta lograr lo mismo con el yaguar.
Lógicamente, casi la totalidad de estas especies goza de hábitos más o menos acuáticos. Las especies de
mayor porte son el ciervo de los pantanos (Blastoceros dichotomous, en guaraní guazú puku) y el
venado de las pampas (Ozotocerus bezoarticus, en guaraní guazú ti'í). El primero, excelente nadador, se
extiende por toda la región, viviendo sobre los embalsados durante largas temporadas, por lo cual es
difícil de avistar salvo desde embarcaciones. El segundo, de menor tamaño, está restringido a la zona de
tierra firme. Ambas especies están consideradas en peligro y están inscriptas en el apéndice I de la
Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (
CITES), que prohíbe de modo absoluto su caza y comercio.
Difíciles de observar por sus hábitos tímidos —y también protegidos estrictamente por CITES— son el aguará
guazú o lobo de crin (Chrysocyon brachiurus), un cánido autóctono de gran tamaño, el lobito de río (
Lontra longicaudis, un pariente de la nutria), y el gato montés (Oncifelis geoffroyi). Por el contrario, el
carpincho (Hydrochoerus hydrochaeris) y se encuentra con facilidad actualmente.