1. PABELLÓN SUIZA PARA LA EXPO 2000. ZUMTHOR
Como si fuese evidente que la construcción de este pabellón tenía que realizarse de esta
manera, sin dejar posibilidad a ninguna otra, el pabellón suizo para la Expo 2000 se presenta
como un edificio de aparente simplicidad, evidente en sí mismo. Y es que Zumthor consigue
reunir, de manera muy serena, todas las cualidades que pretendía. Y digo evidente, porque al
contemplar la obra descubrimos, además de la gran intensidad que transmite, un gran acierto
en cada una de las decisiones tomadas, lo que la convierte en un instrumento fuerte y a su vez
cercano a nosotros. Podríamos decir que nos produce distensión, a la vez que somos
conscientes de la complejidad del trabajo que aparece detrás. Consigue, en resumen, una de
las capacidades que más deberíamos valorar en un edificio actual, que es la sencillez, y que, po
supuesto, es contraria a la complicación y a la simplicidad.
A su vez, todo colabora a completar este pabellón. No solo en cuanto al proyecto como
materia construida, sino también en cuanto a respuesta al programa planteado. Y es que, un
programa de estas características, por demasiado sencillo, puede hacerse complejo. Nada más
lejos de la realidad de Zumthor, quien consigue, sin banalizar el contenido, responder
plenamente al requisito de transmitir una idea. Y esta idea queda plenamente plasmada en el
pabellón, gracias a los elementos empleados en el mismo. El propio pabellón, su materialidad,
su forma y su encaje es protagonista en el programa. Y, sin embargo, no es esta la percepción
que uno recibe cuando penetra en este mundo. Y es que, la propia obra, sin imponerse ante el
espectador, va haciendo uso de todas sus cualidades que, lejos de sernos indiferentes, nos van
atrapando y cautivando, sin ser nosotros conscientes de ello. Y esta capacidad que tiene el
proyecto de abstraernos, lejos de anonadarnos, pone a su vez de relieve todos nuestros
sentidos. Y son el gusto, el tacto, el oído o el olfato, los encargados de guiar nuestros pasos
hacia un punto, desconocido y atractivo al mismo tiempo. Es por esto que, sintiéndose uno
protagonista del recorrido que realiza, no lo es del todo, ya que aparece un estímulo superior
que anula nuestra voluntad y la somete a un dejarse llevar, colocando todos los sentidos a flor
de piel.
Y, en contra de toda apariencia, la vista deja de tener el protagonismo que adquiere en la
mayor parte de las obras de arquitectura, igualándose en importancia al resto de sentidos
externos. Olfato, gusto y oído son imprescindibles para completar la sensación que el
proyecto quiere transmitirnos. Y se transmite, no a través de imágenes o elementos
pertenecientes a este mundo -Suiza- , si no a través de una atmósfera. Y esta atmósfera
aparece como el espacio donde uno mismo es el protagonista, y donde toda nuestra
sensibilidad y creatividad se ponen de manifiesto. Es, por tanto, una aparente contradicción,
ya que el protagonista es el espectador, pero es espectador y protagonista gracias a este
espacio que saca de cada uno sus mejores capacidades de observación y de transmisión.
Zumthor ha sido capaz de compaginar todos los requisitos que el proyecto exigía a través de
construir una atmósfera que sea capaz de envolver y engatusar al espectador, pero dejando
además el pabellón como telón de fondo de las actividades que en él se realizan.
Beatriz Lezáun Guinduláin
2. BIBLIOGRAFÍA
Pallasmaa, Juhani Una arquitectura de la humildad. Colección la cimbra 8
Pallasmaa, Juhani Conversaciones con Alvar Aalto. Editorial Gustavo Gili
Pallasmaa, Juhani. Los ojos de la piel. Editorial Gustavo Gili