El autor regresa una vez más a Salta, aunque no recuerda cuántas veces ha vuelto antes. A diferencia de otros, no regresa obligado sino por motivos laborales. Sin embargo, siente que Salta es la tierra que eligió por amor y belleza, aunque heredó la patria de sus ancestros. Finalmente, dedica el escrito al Padre José Jimeno por sus 47 años de servicio docente y por mantener la biblioteca de la escuela con una edición de 1584 de las Confesiones de San Agustín.