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CUENTOS Y FABULAS
2014
Cuentos y fabulas
Cuentos y fabulas
Augusto Monterroso Página 2
Aforismos
Los enanos tienen una
especie de sexto sentido
que les permite
reconocerse a primera
vista.
FIN
Caballo imaginando
a Dios
"A pesar de lo que digan,
la idea de un cielo
habitado por Caballos y
presidido por un Dios con
figura equina repugna al
buen gusto y a la lógica
más elemental, razonaba
los otros días el caballo.
Todo el mundo sabe -
continuaba en su
razonamiento- que si los
Caballos fuéramos
capaces de imaginar a
Dios lo imaginaríamos en
forma de Jinete."
FIN
Dejar de ser mono
EL espíritu de
investigación no tiene
límites. En los Estados
Unidos y en Europa han
descubierto a últimas
fechas que existe una
especie de monos
hispanoamericanos
capaces de expresarse por
escrito, réplicas quizá del
mono diligente que a
fuerza de teclear una
máquina termina por
escribir de nuevo,
Cuentos y fabulas
Augusto Monterroso Página 3
azarosamente, los sonetos
de Shakespeare. Tal cosa,
como es natural, llena
estas buenas gentes de
asombro, y no falta quien
traduzca nuestros libros,
ni, mucho menos, ociosos
que los compren, como
antes compraban las
cabecitas reducidas de los
jíbaros. Hace más de
cuatro siglos que fray
Bartolomé de las Casas
pudo convencer a los
europeos de que éramos
humanos y de que
teníamos un alma porque
nos reíamos; ahora quieren
convencerse de lo mismo
porque escribimos.
FIN
El burro y la flauta
Tirada en el campo estaba
desde hacía tiempo una
Flauta que ya nadie
tocaba, hasta que un día
un Burro que paseaba por
ahí resopló fuerte sobre
ella haciéndola producir el
sonido más dulce de su
vida, es decir, de la vida
del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender
lo que había pasado, pues
la racionalidad no era su
fuerte y ambos creían en la
racionalidad, se separaron
presurosos, avergonzados
de lo mejor que el uno y el
otro habían hecho durante
su triste existencia.
FIN
Cuentos y fabulas
Augusto Monterroso Página 4
El Camaleón que
finalmente no sabía
de qué color
ponerse
En un país muy remoto, en
plena Selva, se presentó
hace muchos años un
tiempo malo en el que el
Camaleón, a quien le
había dado por la política,
entró en un estado de total
desconcierto, pues los
otros animales, asesorados
por la Zorra, se habían
enterado de sus artimañas
y empezaron a
contrarrestarlas llevando
día y noche en los
bolsillos juegos de
diversos vidrios de colores
para combatir su
ambigüedad e hipocresía,
de manera que cuando él
estaba morado y por
cualquier circunstancia del
momento necesitaba
volverse, digamos, azul,
sacaban rápidamente un
cristal rojo a través del
cual lo veían, y para ellos
continuaba siendo el
mismo Camaleón morado,
aunque se condujera como
Camaleón azul; y cuando
estaba rojo y por
motivaciones especiales se
volvía anaranjado, usaban
el cristal correspondiente y
lo seguían viendo tal cual.
Esto sólo en cuanto a los
colores primarios, pues el
método se generalizó tanto
que con el tiempo no había
ya quien no llevara
consigo un equipo
completo de cristales para
aquellos casos en que el
mañoso se tornaba
simplemente grisáceo, o
verdiazul, o de cualquier
color más o menos
indefinido, para dar el cual
eran necesarias tres, cuatro
o cinco superposiciones de
cristales.
Pero lo bueno fue que el
Camaleón, considerando
que todos eran de su
condición, adoptó también
el sistema.
Cuentos y fabulas
Augusto Monterroso Página 5
Entonces era cosa de
verlos a todos en las calles
sacando y alternando
cristales a medida que
cambiaban de colores,
según el clima político o
las opiniones políticas
prevalecientes ese día de
la semana o a esa hora del
día o de la noche.
Como es fácil
comprender, esto se
convirtió en una especie
de peligrosa confusión de
las lenguas; pero pronto
los más listos se dieron
cuenta de que aquello
sería la ruina general si no
se reglamentaba de alguna
manera, a menos de que
todos estuvieran
dispuestos a ser cegados y
perdidos definitivamente
por los dioses, y
restablecieron el orden.
Además de lo estatuido
por el Reglamento que se
redactó con ese fin, el
derecho consuetudinario
fijó por su parte reglas de
refinada urbanidad, según
las cuales, si alguno
carecía de un vidrio de
determinado color urgente
para disfrazarse o para
descubrir el verdadero
color de alguien, podía
recurrir inclusive a sus
propios enemigos para que
se lo prestaran, de acuerdo
con su necesidad del
momento, como sucedía
entre las naciones más
civilizadas.
Sólo el León que por
entonces era el Presidente
de la Selva se reía de unos
y de otros, aunque a veces
socarronamente jugaba
también un poco a lo suyo,
por divertirse.
De esa época viene el
dicho de que
todo Camaleón es según el
color
del cristal con que se
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  • 2. Cuentos y fabulas Augusto Monterroso Página 2 Aforismos Los enanos tienen una especie de sexto sentido que les permite reconocerse a primera vista. FIN Caballo imaginando a Dios "A pesar de lo que digan, la idea de un cielo habitado por Caballos y presidido por un Dios con figura equina repugna al buen gusto y a la lógica más elemental, razonaba los otros días el caballo. Todo el mundo sabe - continuaba en su razonamiento- que si los Caballos fuéramos capaces de imaginar a Dios lo imaginaríamos en forma de Jinete." FIN Dejar de ser mono EL espíritu de investigación no tiene límites. En los Estados Unidos y en Europa han descubierto a últimas fechas que existe una especie de monos hispanoamericanos capaces de expresarse por escrito, réplicas quizá del mono diligente que a fuerza de teclear una máquina termina por escribir de nuevo,
  • 3. Cuentos y fabulas Augusto Monterroso Página 3 azarosamente, los sonetos de Shakespeare. Tal cosa, como es natural, llena estas buenas gentes de asombro, y no falta quien traduzca nuestros libros, ni, mucho menos, ociosos que los compren, como antes compraban las cabecitas reducidas de los jíbaros. Hace más de cuatro siglos que fray Bartolomé de las Casas pudo convencer a los europeos de que éramos humanos y de que teníamos un alma porque nos reíamos; ahora quieren convencerse de lo mismo porque escribimos. FIN El burro y la flauta Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta. Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia. FIN
  • 4. Cuentos y fabulas Augusto Monterroso Página 4 El Camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse En un país muy remoto, en plena Selva, se presentó hace muchos años un tiempo malo en el que el Camaleón, a quien le había dado por la política, entró en un estado de total desconcierto, pues los otros animales, asesorados por la Zorra, se habían enterado de sus artimañas y empezaron a contrarrestarlas llevando día y noche en los bolsillos juegos de diversos vidrios de colores para combatir su ambigüedad e hipocresía, de manera que cuando él estaba morado y por cualquier circunstancia del momento necesitaba volverse, digamos, azul, sacaban rápidamente un cristal rojo a través del cual lo veían, y para ellos continuaba siendo el mismo Camaleón morado, aunque se condujera como Camaleón azul; y cuando estaba rojo y por motivaciones especiales se volvía anaranjado, usaban el cristal correspondiente y lo seguían viendo tal cual. Esto sólo en cuanto a los colores primarios, pues el método se generalizó tanto que con el tiempo no había ya quien no llevara consigo un equipo completo de cristales para aquellos casos en que el mañoso se tornaba simplemente grisáceo, o verdiazul, o de cualquier color más o menos indefinido, para dar el cual eran necesarias tres, cuatro o cinco superposiciones de cristales. Pero lo bueno fue que el Camaleón, considerando que todos eran de su condición, adoptó también el sistema.
  • 5. Cuentos y fabulas Augusto Monterroso Página 5 Entonces era cosa de verlos a todos en las calles sacando y alternando cristales a medida que cambiaban de colores, según el clima político o las opiniones políticas prevalecientes ese día de la semana o a esa hora del día o de la noche. Como es fácil comprender, esto se convirtió en una especie de peligrosa confusión de las lenguas; pero pronto los más listos se dieron cuenta de que aquello sería la ruina general si no se reglamentaba de alguna manera, a menos de que todos estuvieran dispuestos a ser cegados y perdidos definitivamente por los dioses, y restablecieron el orden. Además de lo estatuido por el Reglamento que se redactó con ese fin, el derecho consuetudinario fijó por su parte reglas de refinada urbanidad, según las cuales, si alguno carecía de un vidrio de determinado color urgente para disfrazarse o para descubrir el verdadero color de alguien, podía recurrir inclusive a sus propios enemigos para que se lo prestaran, de acuerdo con su necesidad del momento, como sucedía entre las naciones más civilizadas. Sólo el León que por entonces era el Presidente de la Selva se reía de unos y de otros, aunque a veces socarronamente jugaba también un poco a lo suyo, por divertirse. De esa época viene el dicho de que todo Camaleón es según el color del cristal con que se mira.