Estudio 685. como poner por obra lo que hemos aprendido de dios
1. COMO PONER POR OBRA LO QUE HEMOS APRENDIDO DE DIOS
Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a nosotros mismos
(Santiago 1:22)
En este estudio veremos la importancia de poner por obra todo lo que Dios nos ha enseñado
durante el tiempo que hemos caminado con Él, piensa ahora, a cuántos estudios de células hemos
asistido, cuántas predicaciones hemos escuchado, cuantos consejos personales hemos recibido de los
hermanos que nos ministran, cuánto hemos leído la Palabra desde el tiempo en que conocimos al Señor
hasta ahora. Imagínate por un momento ¿Qué sería de nuestra vida espiritual, física y económica si se
hubiera puesto en acción todo lo aprendido? ¿Si hubieramos puesto el cincuenta por ciento de todo lo
aprendido? ¿Si se hubiera puesto el cuarenta, el treinta? Reflexionar en ésto nos llevará a darnos cuenta
del porque algunas de nuestras luchas, necesidades y situaciones no han sido resueltas y del porque
quizá algunos de nosotros no estemos cumpliendo el propósito perfecto de Dios para nuestra vida. El
diablo no está amenazado por lo que los cristianos tenemos: está amenazado por lo que estamos usando.
Debemos darnos cuenta que Dios no está obligado a darnos más hasta que usemos lo que ya nos ha
dado. No está dispuesto a hablarnos otra vez hasta que actuemos en obediencia a lo que Él nos habló
hace tiempo. Una vez que obedecemos a Dios en lo que Él nos ha hablado, él nos mostrará y hablará del
siguiente paso que debemos dar.
Debemos estar dispuestos a dar el paso de obediencia aún y cuando represente un riesgo.
Siempre es un riesgo dar un paso de fe. Sin fe no podemos agradar a Dios: No sería fe si Dios
tuviera un anuncio de neón parpadeando enfrente de nuestra casa cada mañana, que nos dijera los
pasos que debemos de dar ese día. Dios no puede dirigir nuestras vidas a menos que empecemos a
movernos. Si nos movemos en dirección contraria, Él puede ajustarnos, pero el secreto de conocer la
guía del Señor es empezar a movernos en la luz que ya tenemos.
Un hombre se acercó a un pastor y le dijo que el Señor lo estaba llamando a prepararse para el
ministerio, pero añadió “Si voy ahora a la escuela bíblica ¡tendré cincuenta y tres años cuando salga!” el
pastor le respondió “Bueno, ¿Qué edad tendrá si no va?”
Debemos usar lo que tenemos.
El profeta fue enviado a una viuda que tenía un problema desesperado; su marido había muerto, y
el acreedor fue a la casa de la viuda para tomar sus dos hijos como esclavos (2ª. Reyes 4:1).
Es interesante mencionar que el profeta (Representante de Dios) no le dió a ella nada adicional a lo
que ya tenía, ni reprendió a su enemigo, sino que le habló del mismo modo en que Dios nos está
hablando a nosotros hoy; y Eliseo le dijo: ¿Qué te haré yo?. Declárame qué tienes en tu casa y ella dijo:
tu sierva ninguna cosa tiene en casa sino una vasija de aceite. (versículo 2). La viuda, como muchos de
2. nosotros, no veía “ninguna cosa” ante sí. El problema es que no entendía que ya tenía algo que no estaba
usando. Estaba paralizada por el problema que le parecía insuperable. La solución del profeta no fue
darle algo más, sino en usar el aceite que ya tenía y librarse de la parálisis vertiendo el aceite en vasijas
vacías (versículos 3 y 4).
El aceite representa el Espíritu Santo que tenemos en nuestra casa. Cada cristiano tiene disponible
al Espíritu Santo. La clave no está en pedir más a Dios, sino en derramar el ánimo del Espíritu Santo que
está en nosotros sobre la gente necesitada y vacía. Liberamos el poder y la capacidad de Dios al
derramarlo. La clave para tener siempre algo fresco de Dios en nuestras vidas es no dejar de derramar
jamás su amor a los demás. El no usar lo que tenemos corta el flujo de la bendición de Dios hacia
nosotros. Ahora bien, si acumulamos la bendición corremos el riesgo de convertirnos en cristianos
“satisfechos” y Dios mismo no puede hacer nada por un cristiano “satisfecho” tiene que haber ese
derramamiento continuo hacia afuera que cree una mayor sed de Dios.
Debemos acercarnos a Dios.
Muchos sermones se han predicado acerca del sueño que tuvo Salomón en que Dios le dijo:
pídeme lo que quieres que yo te dé (2ª. Crónicas 1:7). Sin embargo, esta poderosa invitación a pedir algo
de Él no se hizo por accidente: antes de este sueño ¡Salomón le había ofrecido mil holocaustos! Se
requería solamente un holocausto, pero Salomón ofreció mil. Salomón se acercaba a Dios con ímpetu,
con fe, con reverencia, estaba ofreciendo un mil por ciento más de lo que se requería. Este hombre había
puesto todo su corazón en agradar a Dios. (2ª. Crónicas 1:6). No en balde Dios fue tan generoso en su
oferta a Salomón por la forma en que él se acercaba a Dios con vehemencia. ¿Cuántas veces nos
acercamos a Dios sólo lo mínimo que Él pide en vez de acercarnos más de lo posible?. Cuando Salomón
pidió únicamente sabiduría y ciencia para guiar al pueblo de Dios en lugar de pedir con egoísmo, Dios no
le concedió sólo sabiduría y ciencia, sino también riquezas bienes y gloria. Necesitamos acercarnos a
Dios con una actitud de ofrecerle el mil por ciento de nosotros mismos, y buscando engrandecer Su
Reino, a su vez Dios irá hasta el final para complacer nuestras necesidades y mucho más.
Debemos estar en continuo movimiento.
Alguien dijo que jamás podemos permanecer estáticos en Dios: o retrocedemos o nos
adelantamos. Jeremías 7:24 “y no oyeron ni inclinaron su oído, antes caminaron en sus propios
consejos, en la dureza de su corazón malvado, y fueron hacia atrás y no hacia adelante.” Realmente no
hay espacio para la pereza en Dios, no se pueden tomar vacaciones del Espíritu Santo, sino hay que vivir
en una actitud de disponibilidad hacia Dios. Cuando Pablo, Silas y Timoteo fueron en una misión de
evangelización, el Espíritu Santo les prohibió por dos veces que predicaran en dos lugares distintos. Dios
los estaba guiando mientras se movían y el Espíritu Santo les habló en visión durante la noche,
diciéndoles que fueran a Macedonia. (Ver hechos 16,6 al 9). Dios los guió en su andar y ellos supieron
que Dios los estaba enviando a Macedonia a predicar. Mientras estaban en Filipos, en Macedonia
encontraron a una mujer llamada Lidia. Su corazón estaba abierto para ellos y la bautizaron a ella y su
familia. Mientras iban en camino a la casa de Lidia para orar, una muchacha esclava poseída por un
espíritu de adivinación, les salió al encuentro y daba voces diciendo: Estos hombres son siervos del Dios
altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación, (versículo 17), Pablo no se dejó engañar por
aquellas palabras de adulación y ordenó al espíritu que saliera de la muchacha. Esto les costo el ser
encarcelados pero ellos continuaron moviéndose aunque tenían las manos y los pies asegurados en el
cepo, empezaron a orar y a cantar himnos a Dios. Se estaban acercando a Dios. Dios usó un gran
terremoto para librarlos ( versículos 25 y 26). Mientras Pablo y Silas seguían adelante cantando en medio
de una situación imposible. Dios se acercó y causó ese poderoso terremoto, y se soltaron las cadenas de
todos no sólo las de Pablo y Silas. Nuestra actividad en Dios siempre causará victoria no solo para
nosotros, sino para los que nos rodean.
No podemos servir a Dios y al mismo tiempo tener miedo al fracaso.
El miedo al fracaso ha impedido que muchos obedezcan a Dios. Muchos de nosotros estamos
esperando a ser perfectos antes de obedecer, o ser ricos antes de dar, o ser otro Isaías antes de
3. profetizar. Pero verdaderamente, el miedo al fracaso es una sobreprotección a nuestro orgullo. Tenemos
que estar dispuestos a quedar aun como “ignorantes” por Cristo antes que podamos abandonarnos a la
obediencia. Así muchos de nuestros argumentos son más bien excusas para evitar ser humillados en vez
de arriesgarnos para ver a Dios glorificado. Pero en cualquier momento en que nos atrevamos a correr un
riesgo al responder a la voz de Dios, Él nos respaldará. Pero aún si no lo hace, debemos tener la actitud
de que es mucho mejor estar dispuesto a quedar como “ignorantes” por Dios, que no hacer nada y quedar
bien a los ojos de los hombres.