1. CONVIVENCIA Y EXPRESIONES CULTURALES 207014<br />ACTIVIDAD DE RECONOCIMIENTO DEL CURSO<br />CARMENZA GARCIA BARCO<br />28365451548765<br />Cuando pienso en la historia de mi vida, lo primero que se me viene a la mente son los personajes y actores que han participado en la construcción de la misma, y no solamente actores, sino también instituciones.<br />¿Por dónde empezar? Creo que por mi nacimiento y como tengo una formación académica y estoy estudiando un posgrado a distancia en la Unad elaboro la pregunta de rigor ¿Cómo fue el proyecto de mi nacimiento? Y entonces hago unas preguntas para hacer un conversatorio con mi madre y todo se desbarata cuando ella dice ¿Qué proyecto?, ni siquiera pensamos en eso sencillamente su papá quería un barón porque ya habían nacido dos mujeres, sus dos hermanas mayores y nació usted mija y su papá exclamó ¡otra mujer!, con la conversación con mi madre puedo concluir que mi nacimiento no cayó muy bien entre mis padres por lo que el dilema que causa la escogencia del nombre no presentó mayor trascendencia y fue mi abuela la que tomó la decisión de llamarme Carmenza.<br />Los personajes directos en los dos primeros años fueron mi mamá, mi papá, mi abuela, mis dos hermanas mayores y al año siguiente, ahora sí para la alegría de mi papá, un barón, mi hermano Pablo Enrique y seis hermanos en los años siguientes, hasta que una vecina le dijo a mi mamá – Doña Cecilia usted no puede seguir así teniendo cada año un hijo, cuando va a descansar, tiene que ir a Profamilia para que no siga teniendo hijos- , a mi mamá le quedo sonando lo de no tener más hijos, pues ya tenía diez , pero no lo de Profamilia, pues su creencia religiosa le impedía ver con buenos ojos esa institución, por lo que decidió no dejarse tocar más de mi papá y después del nacimiento de mi hermanita menor decidió hacer cuarto aparte y desde ese momento hasta el día de hoy, no ha vuelto a dormir con mi papá.<br />Doy un salto en el tiempo de seis años para relatar mi acercamiento a la Institución Escolar en este caso con la escuela, recuerdo muy bien que cerca de la casa quedaba la escuela y en el trayecto que yo tenía que recorrer para ir a la tienda a traer la leche, y al pasar obligatoriamente por ella yo veía en el patio a los niños jugando, gritando, corriendo, es decir los veía felices, y me quedaba un rato sobre la reja de la escuela contemplando esa alegría contagiosa y corrí a contarle a mi mamá que yo quería ir a la escuela y ella me contestó que si tenía tantas ganas que yo solita me aprendiera el abecedario y las tablas de multiplicar del uno al diez, fueron tantas mis ganas de ir a la escuela donde se la pasaban los niños jugando, que yo sola me aprendí el abecedario y las tablas de multiplicar y solamente hasta hoy cuando se me solicita la historia de mi vida es que caigo en cuenta que a los seis años tuve un aprendizaje autónomo impulsada por la inmensa ganas que tenía de jugar con otros niños.<br />Como se puede ver la primera impresión que tuve de la escuela, es que pensé que era un espacio para jugar, pues coincidencialmente siempre pasaba a la hora del recreo y esa impresión cambio cuando mi mamá cumplió su palabra al darse cuenta que yo había hecho bien la tarea. Entre a la escuela el primer día feliz, pero ¡oh!, que desilusión cuando me encerraron en un cuarto con otro niños a escuchar a una profesora y a hacer todo lo que ella nos decía, muy calladitos, sentados en unos pupitres sin poder pararnos hasta que llegara el recreo que sólo era un ratico de tiempo. Dure en la escuela una semana hasta cuando la profesora me pegó con una regla porque no respondí bien una pregunta, no quise volver hasta cuando mi mamá me pegó y me llevó a la fuerza y poco a poco fui siendo domesticada hasta cuando me adapte a vivir en ese mundo de juegos y castigo. <br /> <br />