1. Apertura Comercial
Cuando en una economía se desenvuelve en un entorno de protección comercial
por la imposición de barreras a las importaciones, se genera una distorsión en los
precios de los bienes comerciables internacionalmente, tal que la asignación de
los recursos productivos, capital, tierra y mano de obra, dejan de reflejar las
ventajas comparativas que tendría cada sector y cada región.
Así, cuando el gobierno otorga protección a determinado sector en contra de la
competencia externa, se genera el incentivo para que la cantidad de recursos que
es producido por este sector sea mayor que la que se hubiese dado en ausencia
de esa barrera al comercio internacional. Además, el pago a los factores de la
producción empleados en los sectores protegidos será mayor que el que hubiesen
obtenido en un contexto de libre comercio es decir se apropian de rentas extra
normales, mismas que son pagadas por los consumidores que enfrentan precios
por arriba de los internacionales.
La apertura comercial que se inició durante el gobierno de Miguel de la Madrid y
se profundizó durante los siguientes tres gobiernos, un proceso que aun no
termina dada la inmensa cantidad de regulaciones que impone el gobierno a las
empresas en sus operaciones de comercio internacional, cambió efectivamente
los precios relativos y generó el incentivo para una reasignación de recursos en la
economía hacia aquellos sectores en donde hubiese ventajas comparativas.
Sin embargo, entre las muchas reformas que faltaron para complementar esta
apertura destaca la laboral. Actualmente seguimos teniendo una legislación laboral
que ya no es compatible con una economía abierta, una legislación que genera
enormes distorsiones y rigideces en el mercado laboral en particular y en la
economía en general y que se refleja en una menor competitividad de las
empresas mexicanas en el mercado internacional. (Isaac Katz es investigador y
catedrático del Instituto Autónomo de México)
Relación iglesia Estado.
Las relaciones de la Iglesia con el Estado –o del Estado con la Iglesia– pertenecen
por su propia naturaleza a un orden de realidades permanentes que trascienden
los límites de espacio y de tiempo, porque tienen que ver con aspectos esenciales
de la persona humana, vista en la integridad existencial y ontológica de elementos
que la constituyen. En primer lugar: con su dimensión religiosa, que emerge
siempre, sea en forma de vivencia positiva sea en forma de expresión negativa; al
menos, como cuestión que la mueve y con-mueve a lo largo de la historia de la
humanidad y que es reflejo de las propias e íntimas preguntas que se hace todo
hombre sobre el origen, el destino y el sentido de la vida, más allá de la muerte;
Oliver Adip Morales Olivares
2. preguntas a las que no se puede substraer. Y, en segundo lugar: con su
dimensión social. Es verdad que la individualidad de la persona humana
caracteriza y fundamenta su condición de ser un sujeto trascendente e irreducible
no sólo a cualquier otro ser físico y espiritual, sino, incluso, a los demás hombres;
pero es igualmente indiscutible que precisamente por el carácter justamente
personal del ser humano se constituye en un ser “relacional” que precisa para su
subsistencia del otro, de los otros, desde el ámbito primero de la familia hasta el
ámbito último de la sociedad. En virtud de esa doble perspectiva de la persona
humana, la relación entre “religión” y “sociedad” y/o “comunidad política”
constituye una constante inevitable de la historia universal y de las historias
específicas –nacionales, culturales, etc.
Naturalmente la forma concreta en la que esas relaciones entre lo religioso y lo
político se han desarrollado, se desarrolla y desarrollará en la realidad viva de la
historia, cambia y varía al ritmo de cómo el factor de la libertad individual y social
las configura existencial y comunitariamente, las vertebra social e
institucionalmente, las modela jurídicamente y las justifica doctrinal o
ideológicamente.
Pese a su historia de contraposiciones sociales y religiosas, México continúa
actualmente continua siendo un país profundamente católico. La religiosidad se
encuentra en todas las esferas de la vida nacional, incluida la política.
Los políticos son cada vez más conscientes de la importancia de la Iglesia como
fuerza viva de la sociedad mexicana y la reconocen. Por esto han buscado trabar
relaciones con el mundo católico, cada quien a su manera. Unos más y otros
menos afortunadamente.
Oliver Adip Morales Olivares