2. EL ORGULLO DEL PERU El premio Nobel de Literatura 2010 retomó sus actividades cotidianas en las aulas de la Universidad de Princeton. Lo que el escritor peruano no se esperaba, era que su clase se vería interrumpida por los elogios y regalos de sus alumnos. Según el diario El País, el Nobel se prestaba a retomar su vida normal dictando sus clase de Técnica en la novela a través del libro “El reino de este mundo” de Alejo Carpentier. “Todo eran felicitaciones e incluso algún curioso regalo por parte de una joven mexicana: un hipopótamo de peluche, animal por el que el escritor siente curiosa predilección”, señala la periodista Yolanda Monge. Nobel nuestroLa primera alumna en pasar por su despacho fue una joven mexicana que, conociendo la debilidad del escritor por los hipopótamos, le hizo entrega de uno de peluche. Luego llegaría un sándwich de jamón y queso acompañado con una limonada que el Nobel se comió a la carrera, en el camino a su clase, donde le esperaban poco más de 20 alumnos. Cuando el escritor se ausentó, a su vuelta le esperaba una tarta de chocolate y fresa sobre la que se había garabateado: "Felicidades por el Premio Nobel". Al final, todo intento del narrador peruano por iniciar sus horas de enseñanza sin ahondar en su reconocimiento, fue en vano
3. EL ORGULLO DEL PERU El premio Nobel de Literatura 2010 retomó sus actividades cotidianas en las aulas de la Universidad de Princeton. Lo que el escritor peruano no se esperaba, era que su clase se vería interrumpida por los elogios y regalos de sus alumnos. Según el diario El País, el Nobel se prestaba a retomar su vida normal dictando sus clase de Técnica en la novela a través del libro “El reino de este mundo” de Alejo Carpentier. “Todo eran felicitaciones e incluso algún curioso regalo por parte de una joven mexicana: un hipopótamo de peluche, animal por el que el escritor siente curiosa predilección”, señala la periodista Yolanda Monge. Nobel nuestroLa primera alumna en pasar por su despacho fue una joven mexicana que, conociendo la debilidad del escritor por los hipopótamos, le hizo entrega de uno de peluche. Luego llegaría un sándwich de jamón y queso acompañado con una limonada que el Nobel se comió a la carrera, en el camino a su clase, donde le esperaban poco más de 20 alumnos. Cuando el escritor se ausentó, a su vuelta le esperaba una tarta de chocolate y fresa sobre la que se había garabateado: "Felicidades por el Premio Nobel". Al final, todo intento del narrador peruano por iniciar sus horas de enseñanza sin ahondar en su reconocimiento, fue en vano