1. La Escritura
Para casi todas las civilizaciones de la
antigüedad la escritura tiene un origen divino. En
un momento dado una deidad, a veces masculina,
a veces femenina, entrega el conocimiento de la
palabra escrita a los seres humanos. Y en Egipto,
como no podía ser menos, sería Thot, el dios con
cabeza de ibis y guardián de las palabras de los
dioses, quien según la tradición llevaría a las
gentes del país ese saber.
Si bien a lo largo de su historia en Egipto se
desarrollaron tres tipos de escritura, ninguna fue
tan importante como la primera de todas, la
jeroglífica, (nombre que procede de los términos
griegos Hieros, sagrado, y Gluphein, grabar, lo que
vendría a significar por tanto escritura de los dioses
o sagrada, aunque los naturales del país la
conocieron como MeduNetcher), ni tan antigua,
pues los primeros escritos de que se tiene
constancia han sido datados en el III-IV milenio
a.C.
Constituida por una gran variedad de signos,
(unos 700 en su origen y más de 5.000 en la época
de la ocupación romana), conforma desde sus
inicios un todo homogéneo y completo sin que Texto jeroglífico grabado en la tumba del faraón
hasta el momento se haya podido apreciar que su Merenptah
conjunto provenga de una previsible evolución de
formas más arcaicas, teniendo desde esos comienzos la capacidad de captar merced a su concurso
realidades tanto concretas como abstractas, y siendo útil para trasmitir toda clase de conocimientos:
medicina, farmacopea, mitología, magia, astronomía, arte de la adivinación, educación, agricultura,
balances de contabilidad o administrativos, leyes, anales, cocina, etc, así como para el desarrollo de
todas las formas posibles de literatura: cuentos o novelas históricas, romances de aventuras, cantos de
amor, poesías épicas, máximas filosóficas, himnos religiosos, fábulas, escritos de alabanza al monarca,
o correspondencia entre particulares.
Sobre la forma de plasmarla podemos decir que no tenía un patrón fijo, ya que puede leerse de
derecha a izquierda, de izquierda a derecha, o de arriba a abajo, (la cabeza de un pájaro o de una
persona dentro de los textos suelen indicar la orientación: hay que observar hacia donde miran las caras
humanas o cual es la dirección del pico de las aves, aunque a veces esos mismos elementos se
orientan en la dirección de figuras de dioses o faraones cuando están cerca de ellos). Los signos que la
componen, como no podía ser de otro modo, son variadísimos, encontrándose entre ellos imágenes de
deidades, representaciones humanas, (tanto masculinas como femeninas), partes del cuerpo humano,
2. (brazos, piernas, manos, ojos, orejas...), animales, (mamíferos, aves, reptiles, anfibios, peces,
insectos...), partes de esos mismos animales, (cabezas, cuernos, patas, órganos internos, plumas...),
objetos de uso diverso, (barcos, herramientas agrícolas, vasijas, armas, vestidos, instrumentos
musicales...), símbolos de poder u ornamentales, (coronas, cetros, bastones de mando, adornos...),
elementos de la naturaleza, (el cielo, el sol, una estrella, una montaña, el horizonte), edificios o
fragmentos de ellos, (muros, escaleras, puertas, pabellones, capillas...), árboles y plantas, elementos
funerarios, e incluso, simples figuras geométricas. En cuanto a los textos en sí, destacar como
características adicionales que carecen de vocales, (aunque a ciertos signos se les otorga el valor de
"semivocales"), y que no existen separaciones entre las palabras, dos elementos que en conjunto
dificultan más si cabe su compleja interpretación.
La escritura jeroglífica consta de tres tipos de signos: los Pictogramas o Ideogramas, (unas
representaciones que en combinación con otros signos, expresan desde términos concretos hasta
conceptos o ideas); losFonogramas, (transposición de sonidos simples equivalentes a nuestras letras
del alfabeto); y los Determinativos, (signos especiales que tienen como misión clarificar el significado de
los objetos o seres de los que se esté tratando), unos signos que en determinados contextos se
pensaba que podían llegar a tener un cierto tipo de “vida propia”, razón por la cual por ejemplo en los
“Textos de las Pirámides” algunos jeroglíficos que representan a animales peligrosos (tales como
leones, escorpiones o serpientes) aparecen cortados, mutilados, o con un cuchillo clavado sobre sus
cuerpos, todo ello con el fin de que “no causaran daño al propietario de la tumba”.
Debido a la dificultad intrínseca que tiene este
tipo de escritura unida a la necesidad surgida en
determinadas situaciones de buscar mayor rapidez
a la hora de realizar ciertos escritos, con el tiempo
surgió un segundo tipo de escritura, (de tipo cursivo
y más sencilla), denominada hierática. Aparecida
también en los primeros tiempos de la historia de
esta civilización, sus caracteres se distinguen por su
alejamiento del dibujo original, a la vez que se
muestran ligados entre sí, dos innovaciones a las
que habría que unir a partir del Reino Nuevo la
costumbre de colocar puntos rojos de apreciable
tamaño como separadores entre frases. Sin
embargo esto no fue suficiente, por lo que durante
la dinastía XXVI, (siglos VII-VI a.C.) se desarrollaría
en las escuelas de escribas del Bajo Egipto un
tercer tipo de escritura más clara y rápida aún: la
demótica, escritura fundamentalmente notarial en
sus orígenes, aunque con el tiempo terminaría
dándosele un uso más corriente.
Escribas desempeñando las labores de su Para el desarrollo de la escritura se emplearon
oficio gran variedad de materiales, desde tablillas de
madera, cuero, huesos de animales o planchas de
barro cocido, hasta distintos tipos de piedras, algunas de gran dureza como la diorita o el granito. Sin
embargo el elemento base más empleado de todos fueron unas hojas confeccionadas con un tipo
especial de cañas, (Ciperus Papyrus), las que darían el nombre a este material: el papiro. De gran valor
por su escasez, su manufactura era monopolizada por el estado, quien al exportarlo a toda la cuenca
del Mediterráneo lograba con ello una importante fuente de ingresos. Y otro material asimismo
destacable fue un tipo especial de tejas de caliza llamadas ostraca, las cuales gracias a un costo
considerablemente más reducido que el anterior se empleaban tanto como soporte en el que realizar
prácticas a la hora de aprender a escribir, como para tomar apuntes, notas, o realizar esbozos de
3. dibujos, si bien en algunos de estos fragmentos se llegaron a plasmar de igual modo importantes textos
literarios. En cuanto a los útiles de escritura propiamente dichos solían emplearse unas varillas de caña
o madera de unos 20 a 25 cms. de longitud. La tinta negra se hacía con hollín, agua y goma arábiga
extraída de la acacia, y la roja con polvo de cinabrio, sulfuro de mercurio, minio y óxido de plomo.
Tras las sucesivas conquistas sufridas por parte de civilizaciones ajenas al país del Nilo, Egipto
tuvo que contemplar impotente la progresiva desaparición de las gentes conocedoras de las antiguas
escrituras, un hecho irreversible que se terminó de materializar cuando ya en época romana el
emperador Justiniano dio orden de cerrar los últimos templos que aún permanecían abiertos, datándose
la última inscripción que se conserva del año 394 de la era cristiana, inscripción que sería grabada en el
templo de Filé. Durante siglos, aquel sagrado conocimiento permanecería condenado al olvido, mientras
los mudos textos plasmados en los soportes más diversos, desde la piedra de los templos o las
estatuas hasta los humildes papiros enterrados en miles de tumbas, esperaban momentos mejores en
que algún ser humano, con su sed inagotable de conocimientos, volviera a despertarlo. Sería por fin en
el año 1.822 cuando el extraordinario lingüista Jean François Champollión, merced a una estela trilingüe
descubierta en la ciudad de Rosetta, (ciudad situada a 70 kms. al este de Alejandría), conseguiría dar
nueva luz donde todo era oscuridad, y permitir al mundo moderno volver a leer y entender el viejo
lenguaje de los faraones.
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
ALLEN, JAMES P. Middle Egyptian. An introduction to the language and culture of
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1995.
BETRÒ, MARIA CARMELA. Hieroglyphics. The writing of ancient Egypt. AbbevillePress. 1995.
CHADEFAUD, CATHERINE. L'Écritdansl'ÉgypteAncienne. Hachette. Paris. 1993.
COLLIER, MARK / MANLEY, BILL. Introducción a los Jeroglíficos Egipcios. Alianza Editorial S. A.
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