En el siglo XVI en Francia, los cánones de belleza femenina valoraban la palidez de la piel, orejas y pies pequeños, y la delgadez. Las mujeres usaban corsés de ballenas que comprimían el pecho y estrechaban la cintura en una forma cónica apreciada. La moda del verdugado y las enaguas almidonadas acentuaban la rigidez de la silueta femenina encorsetada, una tendencia que duró más de cien años a pesar de ser poco práctica.