Jordi estaba dando vueltas desesperadamente por el centro de Barcelona tratando de encontrar un espacio para estacionar su automóvil. Frustrado, le rogó a Dios que le encontrara un espacio en cinco minutos a cambio de varias promesas, incluyendo comer butifarra todos los días y visitar Montserrat mensualmente. Milagrosamente, un espacio se liberó justo frente a su automóvil.