Las ciudades medievales se caracterizaban por su diseño compacto, con calles estrechas y sinuosas para facilitar la defensa, y solían estar rodeadas por murallas y fosos. Dentro de las murallas, los edificios se apiñaban juntos y las casas solían ser de madera o adobe con tejados empinados. La vida en las ciudades medievales estaba dominada por la religión, con catedrales y monasterios que ocupaban el centro.