La historia habla de un niño malhumorado cuyo padre le dijo que clavara un clavo en la verja cada vez que se enojara. Con el tiempo, el niño aprendió a controlar su enojo y quitó todos los clavos, aunque quedaron los agujeros, al igual que las heridas que causan las palabras. También habla de la amistad y la importancia de confiar en los amigos.