Este poema describe a Cristo como la fuente de agua viva que refresca y salva. Lo compara a la peña de Horeb que brota agua saludable, al lirio del valle y a la rosa blanca y pura de Sarón. Exhorta al lector a acudir a Cristo para que refresque su alma y todo su ser, pues él es la vida, el amor y la eterna fuente de salvación.