La Unión Soviética se disolvió en la década de 1980 bajo la presidencia de Mijaíl Gorbachov, cuyas políticas de glásnost y perestroika buscaban modernizar el país liberalizando la política y la economía. Estas reformas permitieron que los gobiernos de las repúblicas soviéticas ganaran más autonomía e influencia, lo que eventualmente llevó a la disolución de la Unión Soviética a medida que las repúblicas declararon su independencia.