1. De todos los caminos a emprender, el amor es el único que nos conduce siempre a
buen puerto, siempre, y esto es así porque, sencillamente, sólo el amor es garante de
honestidad, autenticidad y dignidad.
Por eso a aquel que me pregunta cosas como cuál es el secreto de tu felicidad, de tu
buen humor, o de tus éxitos, siempre le respondo sin dudar: poner amor en todos los
actos, en todo lo que hago, es el secreto. Porque quien ama no miente, no manipula,
no critica ni tergiversa, y no hay nada más auténtico y satisfactorio que haber
encontrado aquella persona digna de nuestra confianza; aunque, desgraciadamente,
vivimos en un mundo sin amor donde reina el egoísmo, la envidia y la vanidad, y por
ello es que del débil, de aquella persona de espíritu ingenuo, confiada y sin malicia,
muchos intentan aprovecharse porque…
La inteligencia sin amor, te hace perverso.
La justicia sin amor, te hace implacable.
La diplomacia sin amor, te hace hipócrita.
El éxito sin amor, te hace arrogante.
La riqueza sin amor, te hace avaro.
La bondad sin amor, te hace servil.
La humildad sin amor, te hace orgulloso.
La pobreza sin amor, te hace mezquino.
La belleza sin amor, te hace vanidoso.
La verdad sin amor, te hace hiriente.
La autoridad sin amor, te hace tirano.
El trabajo sin amor, te hace esclavo.
2. La sencillez sin amor, te envilece.
La oración sin amor, te hace vano.
La ley sin amor, te esclaviza.
La política sin amor, te hace ególatra.
La fe sin amor, te hace fanático.
La cruz sin amor, se convierte en tortura.
La vida sin amor, no tiene sentido.
Mi propósito en la vida es continuar siendo yo misma pero, haciendo honor a la
experiencia, sabiendo también separar el trigo de la paja. Ser demasiado confiados nos
conduce a ser temerarios. Ser temerarios nos lleva a arriesgar fuerte. Y el riesgo,
normalmente, nos sitúa en callejones sin salida donde sólo reina la oscuridad y el
desasosiego.
Suerte que Dios nos ama, suerte que desde el principio es aquel amigo que nunca
abandona ni traiciona. Suerte que personifica el amor incondicional y por ello es que nos
deja libres, porque confía en nosotros y nos concede siempre una nueva oportunidad.
Pero quien no tiene amor ni para sí mismo y, tras una oportunidad y otra, sigue en el error
y por sus propios actos pierde el honor, debe saber que la deshonestidad lleva a la
mentira. Y la mentira, como la mala simiente, crece sin control. Y quien miente pierde el
control de su propia vida y, con ello, todo lo demás: el honor, la credibilidad, la
confianza… Y por sus propios actos queda ya marcado, tanto en esta vida como en otras
legislaturas.