La tortuga y Momo caminaban lentamente por la calle sin tener que esquivar personas u objetos. Avanzaban a un ritmo constante sin detenerse ni apresurarse, como si la tortuga supiera de antemano por dónde irían los coches y peatones. Momo se sorprendió de que fuera posible caminar tan despacio y al mismo tiempo avanzar tanto.