El documento argumenta que aunque reír, llorar, expresar sentimientos y exponer sueños ante otros conlleva el riesgo de parecer tonto, sentimental o ridículo, es necesario tomar riesgos en la vida para aprender, sentir, cambiar, crecer y amar. La persona que no arriesga nada no experimenta nada y queda esclavizada por la incertidumbre, mientras que aquellos que toman riesgos son libres.