Este documento expresa que al autor le gusta la gente espiritual con la cabeza en su lugar y los pies en la realidad, que se emociona con gestos de cariño y obras artísticas. También le gusta la gente que reconoce sus errores, aprende de ellos y convierte su sufrimiento en algo positivo. El autor aprecia a la gente sin odio ni prejuicios, llena de amor, y cree que a Dios también le gusta este tipo de personas, incluyendo a la persona a la que va dirigida la carta.