Dana nació prematuramente a las 24 semanas de gestación, pesando solo 714 gramos. Los doctores le dieron solo un 10% de posibilidades de sobrevivir y pronosticaron graves discapacidades si lo lograba. A pesar de las bajas expectativas, Dana fue creciendo sana y cinco años después no mostraba ningún impedimento. Un día, al oler la lluvia acercarse, Dana reconoció el aroma de Dios, diciendo que olía como cuando apoyaba la cabeza en Su pecho durante sus primeros y difíciles meses de vida