La mujer camina delante de su sombra y precede a la luz como las aves al solsticio. Ha guardado solo su juventud y las lágrimas engarzadas en piedras. Extiende su pelo sobre el árbol otoñal y es dócil a sus hojas. Sus manos son como las de un niño y ahora es visible en el silencio ofreciendo sus ojos al animal oscuro que mira mansamente. Ha estado con el autor desde el principio trazando la forma de las cosas con el agua oculta.