Las puertas antiguas solían ser más pesadas y gruesas que las puertas modernas, ya que se construían para proteger las casas y castillos de invasores y animales salvajes. Estaban hechas de madera maciza o metal y tenían cerrojos y bisagras robustos para soportar el peso y la fuerza. A medida que la tecnología y la seguridad mejoraron con el tiempo, las puertas se hicieron más delgadas y ligeras pero aún servían como una barrera protectora para los residentes.