Los dioses se reunieron en Teotihuacán para decidir quién iluminaría el mundo. Un dios arrogante llamado Tecuciztecatl dijo que él se encargaría de esa tarea. Sin embargo, cuando los dioses miraron hacia el este, apareció Nanahuatzin convertido en el sol. A pesar de que lastimaba la vista, Nanahuatzin resplandecía y derramaba rayos por todas partes. Luego apareció Tecuciztecatl convertido en la luna.