Sócrates era conocido por su sabiduría y respeto hacia los demás. Un día, un discípulo llegó ansioso para contarle algo sobre un amigo, pero Sócrates le pidió que pasara por los tres filtros antes de hablar: verdad, bondad y utilidad. El discípulo no pudo pasar ninguno de los filtros, por lo que Sócrates concluyó que no valía la pena escuchar lo que tenía que decir sobre su amigo.