Un día, el hermano de la autora trajo a casa un cachorro llamado Mauro que se convirtió en la mascota de la familia. Más tarde, la autora convenció a sus padres de dejarla traer a casa a una perra callejera llamada Sasha. Aunque al principio Mauro no estaba contento, Sasha y él se hicieron amigos y vivieron muchas aventuras juntos en la casa durante los siguientes tres años, incluido el nacimiento de dos camadas de cachorros antes de que Sasha fuera esterilizada.