La autora recibió un peluche con ojos tristes como regalo de Navidad cuando era niña. Aunque el peluche no era muy entretenido, se convirtió en su mejor amigo y la acompañó en todos sus juegos y travesuras. El peluche también ayudaba a calmar a la autora cuando estaba enojada o triste. Ahora, 20 años después, el peluche se ha convertido en una reliquia que la autora y su familia observan con cariño mientras recuerdan lo importante que fue para ella cuando era una niña.