¿Hay retos específicos a los que deban enfrentarse las mujeres que editan y escriben literatura de género? Estas notas fueron utilizadas por Susana Arroyo de Fata Libelli Editorial en su intervención en el Salón Canino “Feminismo y cultura pop” celebrado el jueves 14 de abril de 2016 a las 20.30 en La Casa Encendida.
8. ¿A quién se
edita?
¿Se reconoce menos a las
autoras, sobre todo en la
literatura de género?
Premio Nacional de Narrativa:
Carme Riera, 1995
Premio Cervantes:
en 38 años, 4 premiadas
Semana Negra de Gijón:
18 finalistas, ninguna
mujer
11. Laura Freixas
La literatura no nace del vacío, sino que se produce
siempre dentro del contexto personal y social. En la
medida en que las mujeres viven más en el mundo
privado y familiar que en el público, escribirán más
sobre temas familiares que sobre la lucha por el
poder. Por eso han escrito más novelas. Y luego las
mujeres, en general, escriben en los géneros menos
prestigiosos por su propia inseguridad y porque tienen
menos competencia.
Jot Down, marzo 2015, Jelena Arsić
Estas notas fueron utilizadas por Susana Arroyo en su intervención en el Salón Canino “Feminismo y cultura pop” celebrado el jueves 14 de abril de 2016 a las 20.30 en La Casa Encendida.
http://www.caninomag.es/salon-canino-en-la-casa-encendida-feminismo-y-cultura-pop/
¿Quiénes somos?
Fata Libelli es una editorial solo digital, lo que nos sitúa en la frontera entre el mundo editorial (más femenino, como veremos) y el tecnológico (tradicionalmente más masculino)
Especializadas en literatura de género: fantasía, ciencia ficción y terror (géneros tradicionalmente asociados con lo masculino, sobre todo la ciencia ficción), de hecho las pocas estadísticas con que contamos nos muestran que nuestros lectores (o compradores al menos) son hombres de entre treinta y cincuenta años.
Hemos publicado a autores como China Miéville, Tim Pratt, Elizabeth Bear, Aliette de Bodard, Nina Allan, Caitlín R. Kiernan
Como editorial, nosotras no somos creadoras propiamente dichas, sino mediadoras culturales, agentes intermediarios.
Así que aquí hablaremos no solo de editores, sino que también representaremos a la perspectiva del autor e incluso nos abrogaremos la opinión de los lectores con el fin de ofrecer un panorama del mundo de la lectura desde el punto de vista femenino.
Estas son las preguntas que trataremos de responder:
¿Existen obstáculos como mujer editora?
2) ¿Se reconoce menos a las autoras, sobre todo en la literatura de género? ¿Por qué hay menos autoras y, en concreto, menos autoras de género?
La conclusión os la puedo ir adelantando y será otra pregunta: si hay tantas editoras, si hay más lectoras que lectores, si hay más mujeres que hombres comprando libros y usando bibliotecas, ¿por qué parece que hay menos escritoras?
Os propongo que hagáis el experimento al volver a casa de repasar cuántos libros tenéis escritos por hombres y por mujeres y seguro que os sorprenderéis.
Muy rápidamente: leemos manuscritos, buscamos nuevos autores, contactamos con ellos o sus agentes, firmamos contratos, traducimos, corregimos, preparamos el libro, publicamos, hacemos publicidad, vendemos, acudimos a ferias, promocionamos en medios y llevamos la contabilidad del libro.
Yo lo resumo en tres puntos:
Un editor es un impulso cultural porque funciona como una marca: en un mundo donde hay tanto que leer un editor sirve para que los lectores sepan qué esperar de tales libros, se dejen recomendar...
Por supuesto también es un descubridor de talento, buscamos autores y tratamos de que ambos nos vaya bien
Gestionamos la edición, traducción, la publicidad y la parte financiera del libro
¿Es difícil ser editora siendo mujer? ¿Hay presiones en la industria?
Nuestra experiencia diaria es que tratamos con muchas mujeres editoras, autoras y agentes que nos tratan en igualdad, es verdad que la mayoría de compañeros editores de género de pequeñas editoriales como Valdemar, Gigamesh, Sportula, Alamut, Salto de Página… son hombres, de modo que en las entrevistas siempre nos preguntan al respecto.
Pero la verdad, si por algo se nos discrimina como editorial en España, es por dedicarnos al libro digital en vez de al papel.
No hay datos claros sobre el número de editoras en España, pero los estudios en EEUU (2015 Diversity Baseline Survey) muestran que la edición es un mundo mayoritariamente femenino, pero de una sola clase de mujeres: blancas, con estudios, heterosexuales, independencia económica suficiente para pagarse unos estudios y empezar cobrando poco. La encuesta muestra que el mundo editorial no es diverso.
Esta encuesta, 2015 Diversity Baseline Survey, causó un gran revuelo porque implica que hay una suerte de club de mujeres blancas decidiendo qué leemos todos.
Por supuesto, como veremos luego, la autoedición y la edición digital ha venido a solventar en buena parte este tema porque permiten que gente de fuera del sistema editorial adquiera medios para hacer llegar masivamente su contenido sin pasar por filtros empresariales. La superabundancia de antologías de minorías que están poblando el mercado editorial actual lo demuestra.
Eso sí la imagen que mejor representaría la presencia de las mujeres en la edición y en la cultura en general es una pirámide: en la base (estudios, profesiones básicas con menor remuneración y valoración) hay bastantes mujeres; cuándo se avanza, ellas van desapareciendo. Así, en los puestos de gestión y responsabilidad, hay muchas menos mujeres y en los de autoría, la punta de la pirámide, muy pocas. Esto, principalmente, tiene la consecuencia de que no estamos en la genealogía de la cultura, somos invisibles.
Laura Freixas también apunta a la inexistencia de mujeres como críticas o creadoras de opinión en todas las manifestaciones de la cultura (arte, cine…). Es algo que, además, el cine, la literatura, también se encarga de fomentar: la visión negativa de mujer que ejerce poder, que tiene ambición.
2) ¿Por qué hay menos autoras y, en concreto, menos autoras de género? ¿No debería ser al revés cuando hay tantas mujeres en el mundo editorial?
En teoría, es difícil justificar esencialismos en el ámbito de la escritura:
No hay ninguna diferencia entre la escritura femenina y la escritura masculina en términos formales, no existe algo naturalmente femenino o masculino en el uso del lenguaje ni hay temas intrínsecamente masculinos o femeninos que no sean clasificaciones a posteriori.
En la práctica, en cambio, el deseo de categorización y la necesidad de aplicar criterios de mercado distribuye la producción literaria en colecciones y géneros separados, que son recibidos de manera muy diferente por el público.
La forma más evidente de ver esta disparidad es el los premios. En los premios comerciales tipo Planeta hay más paridad, pero no en los institucionales donde se premian carreras de largo recorrido: en los Premios Nacionales de Narrativa hay poquísimas mujeres, la última, Carme Riera, en 1995; en los 38 años que lleva entregándose el Premio Cervantes, sólo 4 mujeres han recibido este galardón.
Los premios son la punta visible del iceberg. Buscar la causa del por qué las mujeres no se animan a escribir y por qué cuándo lo hacen son peor recibidas en origen:
¿Por qué escriben menos las mujeres?: Hay una distorsión que consiste en que los hombres están sobrerrepresentados en la cultura (literature, cine, arte), hay mucha mayor presencia de los deseos, proyectos, ambiciones, problemas y experiencias de los hombres. En cambio, las mujeres son vistas como menos importantes. La relación entre ellas prácticamente no se conoce, la cultura no la representa en absoluto y siempre son definidas por su relación con un hombre. Falta de modelos culturales y profesionales.
Mala representación: Tenemos “el arte” frente al “arte de mujeres”, la “literatura de mujeres”. El género femenino es el género marcado. A las mujeres se las ve como mujeres, parece una obviedad, pero a los hombres no se les ve como hombres. A los escritores se les presenta como escritores, pero a las escritoras se las presenta como mujeres que escriben. ¿En qué se traduce todo esto? Pues en que en El País a los escritores se les consagra la portada de El País Semanal, que es una revista no marcada por género, para todos, y a las directoras del teatro se las mete en el suplemento S Moda.
Centrémonos ahora más específicamente en la literatura de género: fantasía, ciencia ficción y terror. ¿Hay retos específicos?
PASADO
La escritura especulativa siempre ha sido un espacio favorito de experimentación para el feminismo.
La literatura de terror victoriana por ejemplo nació de manos de mujeres que escribían novelas, no solo porque tenían mucho más tiempo libre para leer sino porque tenían esa capacidad frente a sus maridos, y publicaban en revistas dirigidas principalmente a mujeres: Ann Radcliffe, Mrs. Crowe, Margaret Oliphant, Amelia Edwards, Mary Shelley...
Las feministas también han usado la ciencia ficción ampliamente (Joanna Russ, Octavia Butler, Ursula K. LeGuin, Margaret Atwood…), tal vez por la facilidad con que permite subvertir los parámetros de lo que consideramos «normal» y pintar mundos de una normalidad alternativa, que muestran que nuestra organización social presente es tan arbitraria como cualquier otra.
En cuanto estos géneros se profesionalizaron las mujeres quedaron aisladas de su producción: de nuevo la pirámide que nos encontramos hoy en día: mujeres en la base, hombres en la cúspide de la producción económica y artística.
HOY EN DÍA
Por eso, mucho se ha venido hablando en los últimos años sobre la bajísima participación femenina en la ciencia ficción dura. Por ejemplo, la escasez de ganadoras del premio de ciencia ficción Arthur C. Clarke ha llevado a críticos y periodistas a preguntarse si esta deprimente situación se debe a presiones en el mercado, a decisiones editoriales más o menos conscientes o a que la escasa visibilización de las escritoras de ciencia ficción no invita a más mujeres a interesarse por el género.
Lo cierto es que en la industria editorial contemporánea muchas veces se insta a las mujeres a escribir fantasía o, directamente, sus obras se publicitan como fantasía porque culturalmente se considera un medio más propio de mujeres; al mismo tiempo, la ciencia ficción rigurosa se ha considerado terreno masculino por lo que se estima natural a su vez clasificar la literatura de género escrita por hombres como ciencia ficción.
LO QUE VIENE
Sin embargo, algo se está moviendo en el panorama actual de la literatura especulativa.
En los últimos años, el gran éxito comercial de la novela policiaca y criminal ha impulsado un nuevo interés por la literatura de género, sobre todo por las grandes sagas de fantasía pero también por la ciencia ficción. Al compás de este movimiento, vivimos en la actualidad el auge de una nueva ola de narrativa especulativa muy comprometida con la representación social y cultural. Se trata de un macromovimiento de reivindicación de la literatura de género escrita desde fuera del canon masculino y anglosajón: es la ciencia ficción reasimilada desde diversos puntos de África, Asia y Latinoamérica, así como por colectivos feministas, homosexuales, transexuales e infinidad de grupos que encuentran en la distopía y la utopía una forma de proyectar un futuro propio.
Por ejemplo, el premio Hugo al escritor chino Liu Cixin, el reconocimiento a escritoras feministas como Amal El-Mohtar y Kameron Hurley, el éxito de la jamaicana Nalo Hopkinson, la americonigeriana Nnedi Okorafor, la francesa de origen vietnamita Aliette de Bodard, la filipina Rochita Loenen-Ruiz, la malasia Zen Cho o la canadiense de origen mexicano Silvia Moreno-García, así como la excelente acogida de obras de exploración de género, roles sociales y sexualidad de John Chu o Caitlín R. Kiernan, y el trabajo incansable de una crítica y editora como Cheryl Morgan.
Conclusión de la charla:
No hay diferencias formales en la escritura de hombres y mujeres, pero sí diferencias en su recepción cultural. La mujer en la cultura ha estado ligada a la idea de emociones, el hogar, lo doméstico y lo familiar, mientras que el hombre se ha asociado a la idea de seriedad, la esfera pública, lo social y la razón. No es de extrañar por tanto que los géneros populares, siempre en la periferia del canon, se hayan asociado a lo femenino en cuanto mero entretenimiento de poco valor social, a la literatura con minúscula. Y que cuando esos géneros se hicieron económicamente viables, las mujeres se vieran arrastradas al fondo de la pirámide.
Afortunadamente los movimientos multiculturalistas y feministas lo están cambiando y cada vez vemos más presión por que se reconozca a las escritoras: sin embargo, ojo con empezar la casa por el tejado, no se trata de forzar más premios en mujeres porque ese el problema final, sino de enfrentar el asunto desde el origen y fomentar la inserción de la mujer en el mundo cultural.
Si en el mundo editorial hay más mujeres que hombres somos nosotras mismas quienes debemos afrontar nuestros propios prejuicios asumidos y llevar a cabo la tarea de publicar y premiar en igualdad.