2. • Me encantaban los circos. Y mi preferido era el
elefante. Durante la función, la enorme bestia
impresionaba a todos. Pero, después de la actuación,
uno podía encontrar al elefante, con una pata
encadenada a una pequeña estaca. Y aunque la
cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que
ese animal, podría arrancar la estaca y huir: ¿por qué
el elefante no huía, si podría arrancar la estaca?
¿Qué fuerza misteriosa lo mantenía atado?
3. • Tenía 7 u 8 años, confiaba en la sabiduría de los
mayores. Pregunté entonces a mis padres, maestros
y tíos, buscando respuesta a ese misterio. No
recuerdo haber recibido ninguna explicación
satisfactoria. Con el tiempo olvidé el misterio. Hasta
que hace unos días me encontré con una persona,
sabia, que me dio una respuesta : el elefante no
escapa porque ha estado atado desde que era muy
pequeño.
4. • Cerré los ojos y me imaginé al elefantito, con solo
unos días de nacido, sujeto a la estaca. Estoy seguro
de que trato de soltarse. Y a pesar de todo su
esfuerzo no pudo : la estaca era muy fuerte para él.
Podría jurar que el primer día se durmió agotado, y
que al día siguiente volvió a probar, y también al
otro... Hasta que un día, un terrible día, el animal
aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Dejó
de luchar para liberarse.
5. • Este elefante cree que no puede hacerlo. Tiene
grabado el recuerdo de sus inútiles esfuerzos. Cada
uno de nosotros es un poco como ese
elefante: vamos por el mundo atados a estacas que
nos restan libertad. Creemos que no podemos con
cosas, simplemente porque alguna vez probamos y
no pudimos. Grabamos en esas palabras: no puedo,
nunca podré. La única manera de saber cuáles son
nuestras limitaciones ahora es intentar de nuevo,
poniendo en ello todo el corazón.