La historia describe a un hombre que pone flores en la tumba de un pariente y ve a otro hombre poniendo arroz en la tumba vecina. Cuando el primer hombre pregunta si el difunto comerá el arroz, el segundo responde que cuando el difunto del primer hombre venga a oler sus flores. La moraleja es que respetar las opciones de los demás es una gran virtud y que las personas son diferentes, por lo que no se debe juzgar sino intentar comprender.