El Templo Mayor en la Ciudad de México era el centro de la vida religiosa mexica y uno de los edificios ceremoniales más famosos de su época. Consistía en dos cabezales y se usaba para rituales como el juego de pelota, donde los jugadores representaban movimientos astrales y su destreza presagiaba el movimiento del sol; si la pelota se movía en la dirección equivocada, detenían el juego y decapitaban al jugador culpable como ofrenda en la cima del templo.