Un cuento que habla acerca de la importancia de la Tolerancia y las consecuencias que puede tener al no practicarla.

1. UN CUENTO QUE TE HARÁ CAMBIAR DE OPINIÓN.

2. Había una vez una pequeña familia, algo modesta. El niño de la
casa se llamaba Alessandro, era un pequeño de unos 6 años pero a
pesar de ello era muy observador e inteligente. La mayor parte del
tiempo la pasaba con su abuelo Don Miguel, un viejito de como
unos noventa años, que empezaba a quedar ciego y sordo, era lento
y ya no podía entender muy bien las cosas.
A la hora de la comida llegaban los padres de Alessandro, ellos
siempre discutían, no eran un matrimonio muy contento y con una
relación seria.
La señora siempre se ponía a pelear con su esposo por culpa de su
padre, Don Miguel, decía que estaba harta de su lentitud y de tener
que cuidarlo siempre (cosa que era falsa, debido a que casi ninguno
de los dos se encontraba en casa la mayoría del tiempo), el señor le
respondía que era su padre y que no podía dejarlo en la calle,
aunque sinceramente ambos ya lo habían pensado.

3. A la hora de que Don Miguel comía, la esposa de su hijo se acercaba y le
daba un cuenco de madera donde tenía la sopa, el señor con sus débiles
manos no era capaz de cargar el traste y casi siempre tiraba un poco de
sopa. El hijo al darse cuenta, se molestaba y le retiraba el plato, dejando a
su padre sin comer.
Al momento de que el señor tenía que ir a dormir, la pareja lo apuraba a
irse a dormir y casi siempre se desesperaban por su andar lento por lo cual
terminaban gritándole.
El señor siempre se mantenía en silencio, no respondía a los actos violentos
que sus familiares desataban, solo caminaba cabizbajo, cada vez
encorvándose más.
El niño presenciaba todo esto mientras jugaba con sus cubitos de manera,
para él todo empezaba a verse normal, así que fue imitando los actos de
sus padres.

4. Colocaba sus juguetitos de manera que imitará el cuenco de su abuelo. Cuando
sus padres llegaban se ponía intolerable y empezaba a gritar y a llorar por todo.
Los señores no entendían por qué lo hacía, pensaban que su comportamiento
era muy repentino y totalmente extraño. Y a pesar de todo ello, la pareja seguía
maltratando al viejillo.
Pronto el niño creció y su comportamiento maligno fue aumentando junto con
él, sus padres envejecían y su abuelo empezaba a marchitarse como una flor.
Con ojos sabios veía como el comportamiento se repetía, sabía muy bien que su
nieto solo era el reflejo de los padres y a pesar de cómo lo trataban, él se
compadecía y se ponía a llorar por su familia “¿En qué momento se me olvidó
educar a mi hijo con valores? ¿Qué fue lo que hice mal?”. Creía que todo lo que
sufría era la recompensa por la mala educación.
Un día, la madre llegó a casa y se encontró con los viejos juguetes de
Alessandro, cuando el chico entró a la casa le preguntó que era.
-Es tu futuro tazón de sopa, y espero por tu bien que no se te ocurra tirar sopa,
sabes bien lo que sucede.

5. La señora empezó a llorar, entendía perfectamente lo que sucedía
y se sentía torpe por verlo tan tarde.
Los actos de ella y su esposo habían marcado a su pequeño, su
ira, su falta de tolerancia, su injusticia contra su suegro. No había
podido soportar los inconvenientes que el viejito ocasionaba, no
había podido ser tolerante, incluso sabiendo que no era a
propósito lo que él hacía. ¿Y por qué esa actitud? ¿Por qué esa
falta de valores? Ella y su esposo habían sido bien educados pero
en el camino perdieron sus modales y valores y desgarraron sus
frustraciones en un ser inocente.
Respiró hondo y pensó “Aprende a ser paciente, a respetar a tu
prójimo, a cuidar de ellos, A SER TOLERANTE”.

6. Al anochecer llegó el esposo y se encontró a su familia reunida en la
mesa.
Su padre se veía totalmente diferente, más arreglado, más contento,
más vivo. Por un momento quedó pasmado. Su esposa se encontraba
a lado de él con una sonrisa de oreja a oreja (cosa que no era usual en
ella) y tranquilamente atendía a su suegro en la cena. Su hijo estaba
sentado y aunque se veía un poco irritado parecía que había un
cambio significativo en su aura ¿será que su hijo entendía algo que él
no comprendía todavía?
Se sentó en la mesa, con movimientos algo tensos y lentamente
empezaron a platicar.
Era el primer día que no discutían.
Era el primer día que su padre no acababa durmiendo en llanto.
Era el primer día que su hijo se iba a dormir sin hacer una rabieta.
Era el primer día de muchos y se sentía muy bien.