Criso es el verdadero rey de nuestras vidas, no los poderes mundanos. Aunque sigamos algunos mandamientos religiosos como asistir a misa, no hemos estado libres de pecado al haber robado o dañado a otros con nuestras palabras. Debemos arrodillarnos solo ante Dios en busca de su amor y perdón, no cuando nos sentimos perdidos o no tenemos a nadie más a quien acudir.