1. “No es la carne y la
sangre, sino el corazón,
lo que nos hace padres e
hijos”
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30. Papá,
Me ha tomado muchos años el poder valorar justamente lo que has hecho por mí, desde
mi nacimiento hasta el presente. Ahora lo comprendo. Y no tengo cómo expresarte mi
gratitud. Gratitud es sentir que has recibido algo que sabes no podrás pagar jamás. Eso
siento por ti. Me has dado mucho: tu nombre limpio y digno, tu ejemplo recto, tu
tiempo, tu amor, tu paciencia, tu visión anticipada de un futuro que exige cada vez
mejores hombres... y la preparación amplia en campos cultos a la cual tú nunca tuviste
acceso.
Ser padre no es fácil. Nadie te da un manual de instrucciones, y cada hijo es diferente.
En tu caso la tarea es doblemente difícil, dada la naturaleza voluble e inquieta de tu hijo:
si yo mismo no me entiendo en ocasiones, ser mi padre no ha de ser nada sencillo. Pero
tú has sabido hacerlo de tal forma que no tengo nada que reprocharte. Haz sabido ser el
más confiable, constante y presente de todos mis amigos. Haz preparado para mí un
futuro luminoso, del cual yo estoy ahora tomando las riendas. Y nos has dado todo lo
que es tuyo, incluyéndote a ti mismo.
Te pido hoy que tengas confianza en tu obra: haz sabido hacerme fuerte y hábil, y a
distinguir lo bueno de lo malo. Confía en mí. Tú me diste la vela y el mar: déjame
navegar y verás que no te defraudaré.
Ahora quiero que sepas que todo lo que haga, todo lo que logre, hoy o mañana, es
gracias a Dios, a ti y a mi madre. Y nunca olvidaré cuánto de debo. Siempre ocuparás
una posición de honor en mi corazón, en mi mente, en mis frutos.
¡Te quiero tanto, papá