2. Había un ciego sentado en un andén en París, con una
gorra a sus pies y un pedazo de madera escrito con tiza
blanca: "Por favor, ayúdeme, soy ciego".
3. Un publicista del área creativa, que pasaba enfrente de él,
paró y vió unas pocas monedas en la gorra. Sin pedir
permiso, cogió el letrero, lo volteó, tomó la tiza, escribió
otro anuncio, volvió a colocar el pedazo de madera a los
pies del ciego y se fué.
4. Al caer de la tarde, el publicista volvió a pasar enfrente del
ciego que pedía limosna. Su gorra, ahora, estaba llena de
notas y monedas. El ciego reconoció las pisadas del
publicista y le preguntó si había sido él quien reescribiera el
letrero, sobretodo queriendo saber lo que él había escrito.
5. El publicista respondió: "nada que no esté de acuerdo con su
anuncio, pero con otras palabras“ y sonriendo, continuó su
camino
6. El ciego nunca supo lo que estaba escrito, pero su
nuevo letrero decía: "Hoy es primavera en París, y
yo no puedo verla".